La Cuarta Revolución Industrial

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Aportación realizada por José Antonio Barra Martínez

En el 8.000 antes de Cristo (a.C.), hace unos 10.000 años, se produjo la gran revolución del neolítico, probablemente la más importante sufrida por el hombre, que aprendió a cultivar la tierra, descubrió la cerámica y se sedentarizó. Bastante más tarde, hacia el 3.000 a.C. se descubrió la escritura simultáneamente en Irak y Egipto donde, gracias a la existencia de excedentes en la agricultura, surgieron las que se han dado en llamar “sociedades complejas”, caracterizadas por la aparición de la vida urbana, por la existencia de personas especializadas en trabajos no agrarios, como artesanos, funcionarios, soldados o sacerdotes, y por un fuerte control social basado en la fuerza ejercida por una clase militar y otra religiosa. En realidad, según decía una antigua profesora mía, unas sociedades nada complejas, ya que controlar una sociedad con el poder militar y religioso es algo realmente simple. La caída del Imperio Romano de Occidente hacia el año 400 (ahora ya después de Cristo) a manos de los bárbaros dejó a la sociedad sumida en una profunda oscuridad de la que salió, a lo largo de los mil años que duró la Edad Media, mediante el recurso al “feudalismo”, consistente en un pacto entre personas desiguales en el que los débiles entregan sus tierras a los poderosos, que se las vuelven a ceder para que las trabajen en condiciones gravosas.

A cambio, los humildes reciben la protección del señor feudal en un mundo sin gobierno en el que el objetivo es la supervivencia. La Edad Media duró aproximadamente hasta el descubrimiento de América; desde entonces y a lo largo de trescientos años, hasta el 1800, se desarrolló la Edad Moderna, periodo en el que ocurrieron profundos cambios, como el Renacimiento en las artes, la Reforma Protestante en religión, el desarrollo de la burquesía como clase social, el surgimiento del estado-nación en polìtica con monarquías fuertes imponiéndose al conglomerado de señoríos feudales de la Edad Media y sometiendo a la aristocracia, el auge del individualismo como forma de concebir el mundo, el descubrimiento de América que cambió la organización comercial del planeta.

En lo económico se desarrolló el “mercantilismo”, forma de gestionar la economía en la que los incipientes estados-nación se reconocen a sí mismos como entes bien definidos que necesitan vender más de lo que compran, exactamente igual que un hogar familiar; así, fomentan las ventas al extranjero, se protegen de la llegada de productos del exterior (proteccionismo), acumulan riquezas en forma de metales preciosos y regulan toda la actividad económica. Los gremios artesanales, asociaciones cerradas e inmovilistas medievales, se ven sorprendidos por un nuevo tipo de comerciante y por unos mercados transoceánicos caracterizados por la necesidad de grandes inversiones con grandes riesgos que exigen nuevas formas de producción, de asociacionismo comercial y de medios de pago.

Fueron trescientos años de una larga maduración cuyos frutos comenzaron a recogerse a partir de 1750, cuando en Inglaterra, que vivió toda esta preparación con cien años de antelación, surgió la Primera Revolución Industrial. Hubo una revolución agrícola previa que permitió pasar de una agricultura casi de subsistencia a otra comercial y excedentaria en mano de obra. Se sustituyó el barbecho por la rotación con cultivos forrajeros mejorando la productividad de la tierra y, en la línea de un creciente individualismo, se permitió a los propietarios romper con los usos comunales tradicionales, lo que generó miseria entre los campesinos pobres y gran eficacia productiva entre los propietarios que podían adaptarse a las novedades. Por otro lado, se produjo una acumulación de avances técnicos, como la lanzadera volante y la máquina de hilar en la industria textil, la máquina de vapor, el uso eficaz del carbón mediante su transformación previa en coque, las mejoras en la fabricación de hierro de buena calidad con el método del “pudelado” y, cómo no, el ferrocarril. Estamos ante una revolución social, económica, técnica, energética y de los transportes.

El gobierno inglés, simultáneamente, ayudó sin obstaculizar y dejó hacer a una economía que tenía vocación librecambista. Surgió una clase social nueva, el proletariado, cuya única posesión era su capacidad para trabajar, y que vivió en la miseria en las nuevas ciudades industriales. Se configuró el sistema económico capitalista en el que aún vivimos.
La exitosa Primera Revolución Industrial terminó con una crisis de superproducción en 1873, cuando ya Inglaterra empezaba a ser desplazada de su hegemonía industrial por Estados Unidos, Alemania y Francia. Estas grandes potencias empezaron a protegerse unas de otras y a competir entre sí por los mercados mundiales, en los que necesitaban proveerse de materias primas a la vez que vender sus productos manufacturados.

Reapareció el proteccionismo y el colonialismo alcanzó su apogeo; las grandes potencias se repartieron el mundo y se entró en la llamada “era del Imperialismo”, que degenerará en las dos grandes guerras mundiales. Simultáneamente, entre 1870 y 1970 se desarrolló la Segunda Revolución Industrial, caracterizada por la aparición de nuevas fuentes de energía, como la electricidad y el petróleo, por la introducción del sistema de producción en cadena (fordismo) y por grandes avances en la química. Tras la Segunda Guerra Mundial se desarrolló en Europa el Estado del Bienestar, que nos traerá las pensiones, la sanidad pública o las prestaciones por desempleo. En el Tercer Mundo se produjo la independencia de las hasta entonces colonias europeas.

La Tercera Revolución Industrial comenzó en los años sesenta del siglo pasado estando caracterizada por la digitalización. Es la era de los ordenadores y de la globalización. Con la crisis del petróleo de los años setenta comenzó el desmantelamiento (donde lo había) del estado del bienestar, abriéndose paso una nueva etapa del capitalismo caracterizada por el neoliberalismo. Los países exportadores de petróleo, sin saber qué hacer con tanto dinero, inundaron los mercados financieros internacionales que, saturados de dinero, se vieron obligados a buscar “clientes” que encontraron en las antiguas colonias recién independizadas, a las que ofrecieron préstamos en condiciones muy buenas, con intereses mínimos pero … ¡flotantes!, que enseguida subieron hasta hacerse insostenibles, condicionando la realidad del Tercer Mundo hasta hoy.

Finalmente, en la actualidad estamos viviendo la Cuarta Revolución Industrial. Se caracteriza por el logro de grandes avances tenológicos en sectores diferentes pero que ahora están interconectados: matemáticas, física, comunicaciones, biología, nuevos materiales, … Las redes 5G, cuya principal característica es la casi instantaneidad, posibilitan ya la “internet de las cosas” consistente en el control remoto de casi todo lo que se nos ocurra, desde las persianas de una casa hasta un coche sin conductor o un robot quirúrgico. La tecnología 5G servirá, además, para que la Inteligencia Artificial (IA) tenga ojos y oídos, y permitirá la implantación de la Identificación Digital Universal, “gracias” a la cual, una pantalla de una estación de metro nos reconocerá y nos pondrá una propapaganda pensada por la IA expresamente para nosotros. La biotecnología dará lugar a lo que se ha dado en llamar “Transhumanismo”, consistente en la intervención con supertecnologías sobre el propio cuerpo humano, lo que provocará la diversificación de la especie humana, en la que habrá seres comunes como nosotros, seres tecnológicamente mejorados y seres diseñados ya desde su concepción. Será, en frase que no es mía, la última gran colonización del ser humano: la de su propio cuerpo.

Otros componentes de esta revolución serán la necesidad de materias primas, que dará lugar a un extractivismo masivo de minerales, y el continuo incremento de las necesidades energéticas. El consumo seguirá siendo la clave del funcionamiento de todo el sistema, por lo que la sostenibilidad del conjunto será difícil de alcanzar. Aparecerán élites selectas (super ricas o super inteligentes) que se sentirán las únicas con derecho a la vida. Las personas normales y corrientes seremos cada vez menos importantes. Los descartados y la sociedad del descarte seremos los frutos de la Cuarta Revolución Industrial.

Para ampliar: Elena Postigo, Ignacio Aizpún, Albert Cortina, Lluc Torcal. “La colonización de la naturaleza humana”. Editorial Voz de los sin voz. Movimiento Cultural Cristiano. Librería DERSA. Madrid, 2019. www.solidaridad.net

Tortuera, 26 de octubre de 2025. José Antonio Barra Martínez. jbarra22@yahoo.es