Julián Gómez del Castillo en nuestras vidas

Te invitamos a leer esta preciosa reflexión nacida de la amistad forjada en la lucha solidaria con Julián

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Rescatamos, con motivo del 19º aniversario de la marcha al Padre de Julián Gómez del Castillo, esta preciosa reflexión nacida de la amistad forjada en la lucha solidaria con Julián. En este caso son Ana Solano y Víctor Navarro quienes la hacen, recordando de forma entrañable a su amigo, a nuestro querido amigo.
Está publicada en el libro de la ediciones Voz de los sin Voz titulado «Julián Gómez del Castillo: Apóstol de los empobrecidos».
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Julián en nuestras vidas
Ha muerto Julián Gómez del Castillo, ha muerto un testigo de la Iglesia en España e Iberoamérica, ha muerto un padre, un AMIGO para todos nosotros; para la Iglesia española ha muerto el enlace de la evangelización entre los proletarios empobrecidos por la revolución industrial, y los empobrecidos por el actual imperialismo en la sociedad del conocimiento y la globalización.
Julián ha sido el militante que a través de su existencia, nos ha trasmitido vitalmente, encarnado, el espíritu y la mística de Guillermo Rovirosa. En el encuentro con Rovirosa, Julián pudo integrar su herencia familiar (padre y abuelo socialistas, que habían entregado la vida por un ideal de justicia y solidaridad) y su encuentro con Cristo que le llevó a recibir el bautismo a los 18 años.  A partir de ese momento su identidad personal se mantendrá firme como una roca hasta el final de su vida, vida marcada por la fidelidad a Cristo, a la Iglesia y a los pobres, integradas como una única fidelidad al Evangelio. Por ello ha sufrido hasta el final de su vida, la persecución y el silenciamiento.
Rovirosa, el ingeniero buscador de la verdad, la encuentra –ya adulto- en Cristo a través de la Iglesia, y su conversión le lleva a vivir el Evangelio entre los más pobres de ese momento en España, los obreros. Militante iniciador de la HOAC y alma de la misma, no supo ser entendido por esta organización; desde su retiro en Monserrat lanza su obra escrita colaborada por un puñado de amigos en España.
En 1964 sale de Monserrat para fundar la editorial ZYX a propuesta de estos amigos; será el primer presidente de ZYX, de la que dice es la HOAC real. A su muerte, Julián asumirá la presidencia hasta que en 1972 la ZYX – tentada por los avatares de la transición- decide en asamblea abandonar su línea de organización apostólica. Julián sale de ZYX, le acompañamos un puñado de amigos que gestamos el nacimiento del Movimiento Cultural Cristiano en 1980, entre ellos D. Tomás Malagón.
El Movimiento Cultural Cristiano se va construyendo con el deseo explícito de ser aquella organización apostólica que Guillermo Rovirosa concibió en tiempos anteriores al Concilio y que por su novedad no pudo desarrollarse durante su vida
El Movimiento Cultural Cristiano se va construyendo con el deseo explícito de ser aquella organización apostólica que Guillermo Rovirosa concibió en tiempos anteriores al Concilio y que por su novedad no pudo desarrollarse durante su vida; ha sido necesario el desarrollo del Concilio Vaticano II, para que la intuición de Rovirosa pueda ser entendida y acogida. Ha sido necesario el reconocimiento de la adultez laical por un lado, y por otro, de la situación de imperialismo y totalitarismo a la que esta cultura de muerte nos ha conducido.
La espiritualidad que Rovirosa encarna, nacida en un contexto histórico próximo al de Carlos de Foucauld, de los hermanitos de Jesús, entusiasma a los jóvenes del siglo XXI. Esta germinación de una espiritualidad y mística, nacida en la primera mitad del siglo XX, en la juventud del siglo XXI que no ha conocido a Rovirosa, ha sido posible a través de la vida y testimonio de Julián.

Conocimos a Julián en ZYX, cuando rondábamos los 20 años, en un curso de Conversión; desde entonces, hemos recorrido la vida junto a él. En su vida que tan de cerca hemos conocido, hemos de destacar su espíritu de pobreza, que le ha mantenido esa exquisita sensibilidad para respetar la dignidad de los pobres.

Libro de la editorial ZYX
Queremos reflejarlo en dos hechos: 
En estos últimos días de su vida, en su casa, admirábamos esos escasos 50m2 – donde vivió una familia de seis miembros- que seguía siendo exactamente la misma a la que llegaron desde Santander en 1964 para fundar la ZYX; miraba los viejos azulejos blancos de la cocina, alicatada hasta la mitad de la pared (como entonces se hacía en las casas obreras), y recordaba cuando entré por primera vez en ella, un día que fuimos recibidos por su familia a las 8 de la mañana, siendo casi desconocidos aún, cuando llegábamos desde Sevilla con nuestro primer hijo de 50 días, para bañar y cuidar al bebé antes de dirigirnos a la inhóspita casa donde se celebraría un encuentro nacional. Así fue siempre la hospitalidad de su familia. Ahora, después de 32 años todo seguía igual, solo se había realizado en ella el mantenimiento necesario para su digna conservación.
El mismo que mantenía esta actitud en la vida personal, cuando se trataba de disponer de medios para la promoción de los pobres, hacía propuestas como si todos los recursos del mundo estuvieran a nuestro alcance. La última de ellas, la construcción de la casa Emaús, para albergar a 300 personas, con salones para cursos simultáneos, capilla y escuela, más espacios deportivos para los hijos de los asistentes. Disponibilidad económica para la construcción: ninguna en principio.
Confieso que me pareció una locura, que hasta me enfadé por lo desmedido de la propuesta. Sin embargo, él sabía que la ZYX se había hecho con el capital inicial de 350 pobres, cada uno aportó 1.000 pesetas, y sabía que el milagro de los panes y los peces sigue realizándose cada día; confiaba en la Solidaridad, en la aportación de cada familia militante y sobre todo en el trabajo gratuito. La casa Emaús es hoy una realidad, pero ya tenía en proyecto nuevas realizaciones –igual de desmedidas- para la promoción integral y colectiva de los pobres. Era su forma de luchar contra el “no se puede” que nos hace impotentes.
Vivió sin descanso, todo para el Reino, y esto le daba una energía que, en muchas ocasiones, parecía sobrehumana. Son miles los hechos que se agolpan en el recuerdo cuando uno piensa en su capacidad de sacrificio. No resultaba posible seguirle a pesar de ser bastante más viejo que el resto. Tenía claro que el metro es la santidad, y para ello confiaba plenamente en Dios; por ello nunca le conocimos miedo a nada, eso nos entusiasmaba.
Pero queremos resaltar en este recuerdo de su persona, lo que constituyó para nosotros su virtud más ejemplar, el rasgo de su vida que nos decidió definitivamente y sin ambages por la vida militante a su lado, cuando rondábamos ya los 40 años y este tipo de decisión se percibe ya sin vuelta atrás. Fue el descubrimiento de su profunda humildad.
Está tan difundida la falsa humildad que la solemos aceptar como válida. Unas veces la soberbia paraliza porque el miedo al fracaso se torna incapacidad; otras, esa misma soberbia nos conduce a garantizar a toda costa el éxito, para ello nada mejor que realizar lo se espera de nosotros y por tanto no romper el marco establecido, decimos que para “no desentonar”. Julián reunía la más viva capacidad autocrítica, la más plena conciencia de su limitación, junto a la “determinada determinación” de hacer aquello que fuera necesario realizar, para la liberación de los empobrecidos.
Se movía en el fracaso como en el medio natural de la vida de los pobres, que era su vida; nunca le vimos retraerse o simplemente dudar ante él; tanto era así, que resultaba chocante a nuestro espíritu mediocre que necesita la aprobación externa. La persecución era su hábitat, aún en la forma más simple de silenciar o tergiversar su tarea; la tenía perfectamente integrada en su vida y contaba con ella de antemano.

Él sabía que lo nuestro es arrimar el pan, el pez, arrimar el hombro…, el milagro es obra de Dios

Él sabía que lo nuestro es arrimar el pan, el pez, arrimar el hombro…, el milagro es obra de Dios. Había hecho suya aquella vivencia de Rovirosa de que de un montón de estiércol en el que cae una semilla, nace una flor. La acción de la Iglesia está sembrada de Gracia, y en ella esperó siempre. El hombre lleno de fortaleza, seguro y firme en su obrar al lado de los pobres, era el que de rodillas siempre lanzaba al cielo la misma oración, la invocación a la misericordia de Dios, en la que siempre esperó ser acogido.
Nos enseñó a ser autocríticos, nos trasmitió la conciencia de pecado como elemento de salvación en nuestra vida, ya que es el primer paso para el perdón; combatió nuestra buena conciencia como la obra maestra del demonio, nos enseñó a repetir con Rovirosa:
“¡Quién sabe, si unos grupos de traidores conscientes de su propia traición y abominándola, deseosos de seguir a Jesús sin imponerle nuestros métodos, podrán desviar la marcha de la sociedad actual, pasando del camino de la traición hipócrita y “canonizada”, al camino de la traición reconocida y penitente!”
Esa fue siempre la más profunda conciencia de sí mismo que le hizo verdaderamente humilde y libre para la acción.
Así cumplió lo que fue el objetivo de su vida humilde, desaparecer él para presentar fielmente a Rovirosa. Así trasmitió a la Iglesia del siglo XXI y, a través de ella, a los pobres  a los que tanto amó, el legado de Guillermo Rovirosa.
Ana Solano y Víctor Navarro
Víctor Navarro y Ana Solano son matrimonio, militantes cristianos desde su juventud y médicos de profesión.