Fe y Política: «Yo no puedo callar, no puedo pasar indiferente…»

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Hay una gran tentación de silenciar a la Iglesia, sobre todo cuando tiene que hablar de política, en un sano intento y ejercicio de la Caridad Política y la búsqueda del Bien Común. Por supuesto, como todo lo humano, sujeto al error y al los límites que cada uno pueda tener.

Hay varias formas de someter la dimensión política de la fe. Callándola, ridiculizándola o «encauzándola» a los intereses del poder político de turno, entre otras.

Algunas de estas tendencias están más en la línea de las dictaduras, o de aquellos que pretenden dejar lo religioso en un mero espiritualismo desencarnado, muy acorde con el sistema político y económico vigente, que todos los partidos del arco parlamentario aceptan de palabra y de facto.

La tentación de encauzar la fe a los intereses de los poderosos, no es precisamente la menos peligrosa. Es aquella intenta llevar a los católicos a una interpretación que tuerce la Doctrina Social de la Iglesia hasta hacerla irreconocible en las distintas realidades o propuestas.

Ante todo esto debemos conducirnos con al menos dos railes para no descarrilar: No a la privatización de la fe, no a los dualismos.

Por eso debemos rescatar de nuestra web lo dicho en la editorial de la revista Id y Evangelizad nº 128 frente a la campaña privatizadora de la fe que tiene graves consecuencias:

«Somos testigos directos del resultado final de este proceso perverso (privatizador de la fe): el imperialismo materialista, transnacional y biopolítico, que se cobra cada segundo la vida de los más débiles, los empobrecidos de la Tierra, los niños en el vientre de la madre, los ancianos, los trabajadores… y nuestras propias conciencias, identidades y vínculos solidarios»

Y también hemos de contribuir a superar la visión dualista que se nos pretende inculcar, que también se cita en la editorial:

La política, aunque es una cosmovisión totalizadora de la vida, no puede justificarse en sí misma, si no quiere caer en manos de los déspotas.

Esto es así, sin necesidad de caer en el otro extremo, también execrable, que diluye la propia densidad secular de lo político en el confesionalismo.

Estamos emplazados, como en los grandes cruces de camino de la historia, a dejar de ser meros comparsas de un sistema político totalmente desnaturalizado para hacer nuevas todas las cosas.

Recordamos para acompañar este camino aquel canto que nos dice:

YO NO PUEDO CALLAR,
NO PUEDO PASAR INDIFERENTE,
ANTE EL DOLOR DE TANTA GENTE,
YO NO PUEDO CALLAR,
ME VAN A PERDONAR AMIGOS MÍOS,
PERO YO TENGO UN COMPROMISO
Y TENGO QUE CANTAR LA REALIDAD