´Promise land´, la historia de un grupo de mujeres del este de Europa que llegan engañadas al Sinaí y pasan por Egipto, los territorios palestinos e Israel para ser explotadas como prostitutas contra su voluntad. El drama es real, como ocurre en muchas otras partes del mundo con la ´trata de blancas´, que revela la miseria moral de los hombres (y a veces mujeres) que dirigen ese comercio, independientemente de que sean árabes, palestinos o israelíes, como en este caso.
Se titula «Tierra Prometida», pero la nueva película de gran realismo del director israelí Amos Gitai describe el brutal viaje hacia la esclavitud sexual de las mujeres de Europa del Este.
Principalmente rodada con cámaras portátiles que dan una sensación de documental, la película, que se estrenó el en el Festival de Cine de Venecia, sigue a un grupo de mujeres que son introducidas de contrabando a través del Desierto del Sinaí en Egipto y finalmente en Israel.
Gitai plantea gran parte de la película como un documental, con movimiento de cámara al hombro y con un tratamiento naturalista, con la intención de subrayar el realismo de la historia.
«El cine ha estado haciendo mucho daño al repetir la imagen del siglo XIX de que los burdeles son lugares divertidos y entretenidos», dijo Gitai en la rueda de prensa posterior a la proyección.
«Estamos acostumbrados a industrializar las relaciones sexuales (…) y creo que es hora de que se hable de ello».
El principal desafío del film, en el que se muestra cómo las jóvenes son brutalmente desnudadas y forzadas a practicar el sexo, era cómo retratar las situaciones de explotación en un mercado de prostitución sin convertir a los espectadores en meros mirones.
«Este era uno de los temas más delicados», dijo Gitai, que dirige documentales y películas de ficción, además de poseer un doctorado en arquitectura. «Cómo hacer una película sobre sexo y prostitución y no contribuir al deseo de los consumidores», añadió.
El realizador dijo que la película, en la que se incluye una subasta de mujeres durante la noche en el desierto, estaba basada en una investigación intensiva en la que se han utilizado cientos de páginas de testimonios facilitados por las organizaciones humanitarias.
Ciertamente no es una película para estómagos delicados. Algunas personas se salieron durante los 90 minutos de proyección para la prensa y al final provocó escasos aplausos.
«Este tipo de cine requiere que el espectador hará un trabajo de interpretación», dijo Gitai. «No es un film para ser engullido, no es una hamburguesa fácil de comer. Uno tiene que trabajar, tiene que interpretar estas imágenes conmigo».
En una entrevista realizada en Argentina le preguntaban :
–Una de las constantes de sus películas es la convivencia étnica. ¿A qué se debe esa búsqueda de diversidad?
–A que creo necesario apostar por la convivencia: ser pesimista es un lujo que en Medio Oriente no podemos permitirnos. La región se constituyó en base a pueblos desplazados: los fundadores del Estado de Israel provenían del mundo entero y sobre todo de Europa Central, donde habían sobrevivido a la Shoah. A su vez, los palestinos resultaron desplazados de sus tierras y propiedades, algo que yo mostré ya en algunos de mis primeros documentales, que molestaron mucho al gobierno de mi país.
De todas, Kadosh, es tu película más crítica…
En ese momento los religiosos ortodoxos tenían mucho poder y querían influir en las decisiones de la Corte Suprema. Hice la película un poco para ilustrar cuál es su sentido de la justicia, qué pasaría en Israel hoy si nos rigiéramos literalmente por las leyes de la Torá, el libro sagrado.
¿Se tolera en Israel el contenido crítico de tus películas?
Siempre digo que lo hago en la buena tradición crítica del judaísmo. No soy una persona religiosa, y creo que lo que ha hecho grande a la cultura judía es su contenido crítico. Si Einstein no hubiese sido crítico con Newton, no tendríamos la Teoría de la Relatividad. En la época del primer ministro David Ben Gurion (el «padre» del Estado de Israel) se decidió que el cine era asunto de Estado. Quería tener control sobre las imágenes, y hubo mucho tiempo en el que no se podía hacer gran cosa en cine. Pero yo critico porque quiero que las cosas mejoren. Israel es un gran drama del que soy testigo, y no puedo estar fuera.
¿Tenés alguna posición tomada respecto al conflicto con los palestinos?
Hago cine para tratar de entender la realidad, más allá de lo que muestra la televisión. Ellos tratan de vender una telenovela, y el conflicto entre israelíes y palestinos es un material excelente para eso. Es ambiguo, no es fácil determinar bien quiénes son los buenos y quiénes los malos, ambos bandos tienen contradicciones. Un día pensás que los israelíes son unos bastardos por cómo tratan a los palestinos, y otro día sentís lo contrario. Estamos intoxicados por los medios, y por cómo simplifican todo. Las películas deberían analizar las cosas de manera más compleja, más crítica con nuestras sociedades.
¿Creés que en algún momento se podrá alcanzar la paz?
Espero que ambos lados entiendan que no pueden hacerlo por la fuerza bruta. Van a tener que encontrar una manera de coexistir, de acomodarse el uno al otro.