Con la nueva materia, evidentemente obligatoria y evaluable, se resucita la «Formación del Espíritu Nacional» del franquismo, cuyo gran error era creer que la ciudadanía podía formarse a través de una asignatura..
Por Joan Miquel Corbí
Fuente: ForumLibertas
La ministra de Educación, María Jesús San Segundo, presentó este lunes 27 de septiembre, ante la conferencia sectorial, un documento de reforma de la Ley de Calidad de la Educación (LOCE) aprobada por el anterior Gobierno. Entre las principales novedades, destaca la vuelta a una asignatura de religión confesional sin efectos académicos y con alternativas poco claras, así como la creación de una nueva materia, evidentemente obligatoria: «Educación para la Ciudadanía». De esta forma, se resucita en España la conocida «Formación del Espíritu Nacional» que se impartía y se imponía en tiempos de Franco. Entonces, como ahora, el Ministerio de Educación partía de un error: creer que la ciudadanía se forma a través de una asignatura.
La LOCE estableció que los conocimientos sobre hecho religioso debían ser obligatorios y evaluables, con una asignatura optativa confesional y una alternativa no confesional denominada «Sociedad, Cultura y Religión». De esta forma, el anterior ejecutivo garantizaba unos conocimientos mínimos más allá de la pertenencia religiosa de cada alumno, con lo que quedaba claro que «una cosa es clase de religión en la escuela (tanto la confesional como la no confesional) y otra muy distinta, catequesis», como vienen defendiendo numerosos expertos en educación desde hace décadas. En la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) elaborada con anterioridad bajo la presidencia de Felipe González, la religión entraba en una franja de créditos variables y tenía alternativas poco claras como juegos o deporte, pero era evaluable y computable para la nota media y las becas en los ciclos de Primaria y Secundaria, así como evaluable y computable en Bachillerato aunque, en este caso sin valor para la nota media y las becas. Ahora, con las reformas del ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, la materia religiosa dejará de tener efectos académicos en todos los ciclos educativos. Por tanto, ya no es volver a la LOGSE, sino empeorarla.
Con estas iniciativas, estamos ante una operación de fundamentalismo laicista. El nuevo Gobierno quiere imponer una especie de «doctrina estatal» basada en la falsa idea de que «la sociedad es laica» (así lo recordaba el viernes pasado, sin ir más lejos, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega), cuando la realidad es que la sociedad es plural. En España, conviven católicos (por cierto, la inmensa mayoría), protestantes, ortodoxos, musulmanes, judíos, ateos, laicos, etc. Los intentos de imponer el laicismo van, en definitiva, contra esa pluralidad con las que tantas veces se les llena la boca a los políticos. Además, el gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero está rompiendo, con esta actuación, el pacto constitucional que había enterrado definitivamente los enfrentamientos por motivos religiosos desde un equilibrio entre todos.
Lo de «fundamentalismo laicista», frase utilizada en las últimas horas desde el Partido Popular, no es una frase nueva. Ya la utilizó recientemente, en una entrevista concedida a ForumLibertas.com, el obispo de Cartagena y gran canciller de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, Manuel Ureña: «El laicismo es sencillamente un intento de no dejar que (los cristianos) nos expresemos. Hoy estamos asistiendo en Occidente a la emergencia de un fundamentalismo secularista, que consiste, como todo fundamentalismo, en erigir en instancia absoluta una convicción, bien sea individual o bien sea compartida por una colectividad, y entonces imponerla. Y ello puede hacerse de forma brutal, como ocurrió en determinadas épocas, o inculcando y metiendo esa supuesta verdad recurriendo a medios más civilizados, de guante blanco, pero con mecanismos igualmente perversos. En el fondo, todo es fundamentalismo, porque siempre se impone algo».
Cabe recordar que, actualmente, al menos 3 de cada 4 padres españoles piden para sus hijos la asignatura de religión católica. ¿Es gobernar para todos reducir la materia, no ya a una «maría», sino prácticamente a la nada? Pero la cuestión no es sólo ésta, que tendría mucho que ver con lo que muchos ministros han venido llamando últimamente «demanda social», sino la necesidad de garantizar unos conocimientos básicos sobre hecho religioso que presten el mejor servicio posible a la sociedad plural.
Contradicciones en la prensa, incluso con titulares opuestos
En el tratamiento que la prensa dio este martes a la noticia, es muy significativa la enorme diferencia entre unos periódicos y otros, hasta el punto de que parece que se estén refiriendo a temas distintos. Por ejemplo, y hablando de titulares de portadas, ABC subraya que «el Gobierno limita la reforma educativa a devaluar la asignatura de Religión», EL MUNDO dice que «la nota de Religión no computará pero sí la de Educación para la Ciudadanía» y LA RAZÓN abre edición afirmando que «el Gobierno desoye a la Iglesia y devalúa la asignatura de Religión». En el extremo opuesto, el diario gratuito 20 MINUTOS titula así: «Los socialistas quitan la reválida, pero ponen más religión en el cole». ¿Alguien entiende esto? ¿Convertir la religión en no evaluable y cargarse su alternativa es poner «más religión»?
Por otro lado, periódicos como EL PAÍS o el AVUI ignoran en sus títulos principales el tema de la religión y se centran en otros aspectos de la reforma educativa socialista. «El Gobierno implantará el inglés a los 6 años y el segundo idioma a los 12», destaca EL PAÍS. Por su parte, EL PERIÓDICO abre su portada diciendo que «los alumnos con tres suspensos no repetirán», y sólo incluye el tema en uno de sus tres subtítulos. Finalmente LA VANGUARDIA, que es el que dedica menos espacio de su portada a esta cuestión, ofrece un titular más neutro, como si la decisión del Gobierno fuese algo así como salomónica: «La asignatura de religión será optativa y confesional».
En definitiva, el desigual tratamiento informativo de la prensa, con titulares que dicen lo contrario en algunos casos, demuestra que la ministra María Jesús San Segundo, en sus declaraciones, no se expresó con claridad e incluso, en algunos momentos, transmitió una inseguridad impropia de su cargo. Ello se vio especialmente cuando anunció la creación de la nueva asignatura de «Educación para la Ciudadanía».