Al margen de las comodidades que para sí se ha procurado el presidente Botín, como la piscina jacuzzi de la planta del despacho, el resto de los mortales está sufriendo trastornos varios por culpa del traslado…Los servicios de seguridad impidieron que las personas de empresas externas que acuden hasta la ciudad financiera para trabajar subieran a los autobuses que el banco pone a servicio de los suyos para llegar hasta Madrid u otros destinos, como Guadalajara o Alcalá de Henares
Jueves 28 de octubre de 2004
El Confidencial
Al margen de las comodidades que para sí se ha procurado el presidente Botín, como la piscina jacuzzi de la planta del despacho, el resto de los mortales está sufriendo trastornos varios por culpa del traslado.
La vida no es de color rojo, ni siquiera rosa, en la megalópolis financiera que el SCH tiene en Boadilla del Monte, a pocos kilómetros de Madrid. Al margen de las comodidades que para sí se ha procurado el presidente Botín, como la piscina jacuzzi de la planta del despacho, el resto de los mortales está sufriendo trastornos varios por culpa del traslado.
El gran complejo de edificios acristalados ha sido una auténtica trampa para los recién llegados. El juego de reflejos provocado por las filtraciones de luz solar obliga a los empleados a llevar gafas de sol en algunas plantas y durante algunos momentos de la jornada laboral. ¡Insólito!
Con todo, lo de las Rayban es una incomodidad nimia comparado con el desánimo que causa tener que compartir mesa y mantel, a diario, con los compañeros de trabajo. La necesidad de salir de La ciudad de la alegría es tal que los hay que prefieren ir a comer, o al gimnasio, o a tomar aire fresco, a municipios cercanos, como Majadahonda o Pozuelo, y estirar las piernas sin ver ninguna cara conocida. “Aquello parece una cárcel”.
El esperpento provocado por una mudanza de tales dimensiones, más de 5.000 empleados del SCH trabajando en el mismo complejo, alcanzó su cénit la semana pasada. Los servicios de seguridad impidieron que las personas de empresas externas que acuden hasta la ciudad financiera para trabajar subieran a los autobuses que el banco pone a servicio de los suyos para llegar hasta Madrid u otros destinos, como Guadalajara o Alcalá de Henares.
El malestar no fue sólo de los afectados, sino también dentro de la propia plantilla del grupo Santander, que no entendían un gesto tan poco solidario. Y sobre todo, porque el aviso, comunicado por mail el pasado viernes, entraba en vigor ese mismo día. La indignación fue creciendo hasta que, a mediodía, el personal se movilizó para manifestar su desacuerdo a la entrada del money world.
Aunque lo peor no fue quedarse colgados, en medio del campo, sin autobús, sino las malas formas, en algunos casos con agresiones, empleadas por la seguridad privada del recinto levantado por Botín. La gresca alcanzó tales cotas que tuvo que hacer acto de presencia la Guardia Civil y la Policía para poner paz y orden, de manera que se calmaran los ánimos.
Un espectáculo bochornoso, según algunos de los presentes, que bien pudo observar el presidente del SCH desde su despacho, con vistas a la entrada del recinto. ¿Qué pensaría el de Santander, desde la distancia, al ver, a lo lejos, pequeños bultos que se iban juntando? ¿Los confundiría con hormigas?