Con la ayuda de un obispo local, Linda Watson ha pasado de ganar 2.000 dólares semanales dando masajes a sacar de la calle a más de 200 prostitutas australianas. «Mi modelo es Teresa de Calcuta, aunque hemos tenido pasados muy distintos», bromea
MARÍA MAGDALENA VIVE EN PERTH
Por DAVID JIMÉNEZ.
CRONICA
7 -11-2004
Cada vez que responde a la pregunta sobre quién ha sido su mayor inspiración con el nombre de la Madre Teresa de Calcuta, Linda Watson se siente obligada a puntualizarlo. «Por supuesto, hemos tenido pasados muy diferentes», suele añadir entre risas. El ayer de esta mujer australiana incluye dos décadas de trabajo como prostituta y varios puestos como madame en los burdeles más elitistas de la ciudad de Perth. Hoy, tras haber dado el salto al otro bando y convertirse en una incansable activista contra la prostitución, es la Iglesia la primera en identificarse con la que ha sido bautizada como la María Magdalena de Australia.
El momento culminante de la transformación de Linda Watson tuvo lugar el pasado septiembre cuando fue recibida por Juan Pablo II en el Vaticano. «Me cogió la mano y me miró a los ojos», recuerda Watson de su encuentro con el Papa. «Estaba tan nerviosa que en lugar de besarle el anillo besé su mano».
El viaje de esta ex prostituta desde su Perth natal a los pasillos del Vaticano es la historia de la improbable alianza entre una prostituta de lujo y un obispo. Linda Watson asegura que encontró a Dios en 1997, tras ver las imágenes de la muerte de la princesa Diana de Gales en televisión y darse cuenta de que la vida era demasiado corta para desperdiciarla. Decidió abandonar la profesión para dedicarse a ayudar a otras mujeres que se encontraban en su misma situación. Y, en el camino, encontró la ayuda de Barry Hickey, el arzobispo de Perth.
Watson y Hickey trabajan juntos estos días al frente de la Casa de la Esperanza, una organización que ayuda a las mujeres que desean abandonar los burdeles y lucha en favor de la derogación de las leyes que han hecho que la prostitución sea legal en la mayor parte de Australia. El objetivo no es poca cosa: el negocio del sexo se ha convertido en una industria tan rentable en este país que, el pasado año, el mayor burdel de Australia, Daily Planet, hizo historia al convertirse en el primero que cotiza en bolsa. El valor de la compañía que lo gestiona se duplicó en tan sólo unos días.
Australia vive un permanente debate sobre los beneficios y daños de mantener la legalidad de la prostitución. Los defensores de la regulación aseguran que se evitan prácticas clandestinas que llevan a la explotación. Sus detractores, como Watson, creen que la prostitución rara vez es una opción voluntaria y que la legalización no ha hecho nada por las víctimas. «La mayoría de las chicas que he conocido tenían un historial parecido al mío», asegura.
Violada a los 12 años, abandonada por su primer marido y con tres hijos, la «mujer del año» en Australia en 2003 no dudó en atrapar la oportunidad que le ofrecieron a principios de los años 80. «Mis hijos dormían en el suelo. Cuando una mujer de apariencia pudiente me tocó en el hombro en el salón de té de mi oficina y me dijo que podía ganar 2.000 dólares a la semana dando masajes. No me lo pensé».
Watson admite que con el tiempo su permanencia en el negocio dejó de ser una cuestión de supervivencia. Se había subido a un tren de vida que sólo podía mantener ganando esos 2.000 dólares semanales y «no quería bajarme». El día que decidió dejarlo, ya convertida en una madame y ganando más dinero que nunca, se dio cuenta de las dificultades por las que tenía que pasar una mujer que hubiera llevado una vida como la suya. Nadie quería darle trabajo y todas las iglesias a las que acudió le cerraron las puertas como si fuera una apestada. Todas menos una, la del arzobispo Hickey. «Cuando Linda vino a verme vi una oportunidad de oro de hacer algo en ese mundo», recuerda el religioso.
Hasta entonces, todos los programas sociales y de grupos religiosos habían fallado debido al nulo acceso que su personal tenía al mundo de la prostitución. Watson y Hickey decidieron romper esa barrera y en 1998 abrieron su primer refugio.
La Casa de la Esperanza ha logrado rescatar desde entonces a más de 200 mujeres del mundo de los burdeles de Perth, la mayoría jóvenes drogadictas o con graves problemas familiares. Ana, una joven que empezó a ofrecerse a los 15 años en la Avenida Stirling de la ciudad de la costa oeste australiana, aseguraba recientemente que en Linda Watson encontró una amiga que le hizo ver el buen camino sin necesidad de sentirse culpable. «Lo único que hizo fue estar a mi lado», dice.
La María Magdalena de Australia es consciente de que su pasado le permite tener una influencia especial en sus ex colegas, pero en su misión por rescatar a las mujeres del mundo de la prostitución se ha encontrado con un problema: muchas mujeres que trabajan en la industria del sexo de lujo, lejos del lado más oscuro y marginal, aseguran que no quieren ser rescatadas.
La organización Scarlett representa a más de 10.000 prostitutas en Australia y les ofrece cobertura legal, seguro médico y garantías de que se respetarán sus derechos. Sus miembros aseguran que disfrutan de las mejores condiciones de trabajo del sector en todo el mundo. Sue Metzenrath, una de las coordinadoras del grupo, declaraba recientemente a la cadena de televisión local ABC que muchas jóvenes como ella eligen libremente alquilar sus cuerpos.«Podría estar haciendo otras muchas cosas. Tengo un máster en Químicas y estoy estudiando Derecho. He elegido ser una trabajadora del sexo porque me gusta y me permite trabajar desde casa», aseguraba Metzenrath. Una joven de 20 años puede llegar a ganar hasta 1.000 euros diarios en algunos de los locales más elitistas de Sidney.
John, el propietario de un local que emplea a medio centenar de mujeres de entre 20 y 30 años en el distrito de Surry Hills de Sydney, cree que la industria vive bajo un código de conducta que hace muy difícil que se cometan abusos. «Es como cualquier otro trabajo, una chica puede venir, trabajar un día y si no le gusta, coger la puerta. Nuestras chicas vienen, ahorran para comprarse un piso y lo dejan», dice al describir al personal de su negocio.
Linda Watson y el obispo Hickey aseguran que continuarán con su batalla por la prohibición total a pesar de las presiones que están recibiendo. La ex madame de Perth ha sufrido varios intentos de asesinato, amenazas de muerte y ataques de gente relacionada con los burdeles. «La prostitución te destruye. No te quieres a ti misma y sientes que jamás serás amada por nadie», asegura antes de lanzar una pregunta a los políticos partidarios de la legalización de la prostitución en Australia: «¿Cómo se sentirían si fueran sus hijas o sus hermanas las que estuvieran es esa situación?».