Sáhara por petróleo

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Es curioso ver como la antigua corriente en favor de la independencia del Sahara se está convirtiendo hoy en corriente a favor de Marruecos, es decir, en una opción comprometida con quienes defienden que el Sahara sea una provincia del reino alauí. Incluso España, y en especial el PSOE, tradicionalmente prosaharaui, está coqueteando ahora con las posiciones marroquíes, hasta el punto de que un amplio colectivo de intelectuales de «izquierdas» ha puesto en marcha un documento para pedirle a Zapatero que no abandone al Polisario. ¿Por qué este cambio?

Por José Antonio Vera
Revista Autogestión nº 57
febrero de 2005

Es curioso ver como la antigua corriente en favor de la independencia del Sahara se está convirtiendo hoy en corriente a favor de Marruecos, es decir, en una opción comprometida con quienes defienden que el Sahara sea una provincia del reino alauí. Países como Estados Unidos y Francia, con tantos intereses en Argelia, se han decantado de forma nítida en apoyo a Rabat, pese a los numerosos vínculos históricos mantenidos con Argel, de manera especial nuestro vecino del norte. Incluso España, y en especial el PSOE, tradicionalmente prosaharaui, está coqueteando ahora con las posiciones marroquíes, hasta el punto de que un amplio colectivo de intelectuales de «izquierdas» ha puesto en marcha un documento para pedirle a Zapatero que no abandone al Polisario. ¿Por qué este cambio? Puede haber muchas explicaciones, y desde luego las políticas y militares siempre son de peso. Pero hay una que a menudo se olvida: el petróleo.

Como todos sabemos, el precio del crudo se ha disparado ya por encima de los 50 dólares el barril. Si sigue subiendo, terminará siendo un problema para la economía del mundo, y de manera muy particular para las naciones que dependen por completo del crudo importado, como Francia y España. No se encuentra en la misma situación Estados Unidos, que aún produce petróleo, aunque al haber caído sus reservas de manera espectacular, se halla también en una situación de dependencia del petróleo exterior, dado que su consumo es exageradamente alto. En este escenario, es comprensible que cualquier noticia sobre descubrimientos de yacimientos interese sobremanera a las naciones occidentales, que intentan situarse con rapidez en el nuevo escenario.

Pues bien, en Marruecos hay petróleo. De momento, se han encontrado cantidades modestas de crudo, aunque los expertos no descartan que se puedan tropezar con depósitos parecidos a los de los campos petrolíferos de Zafiro, al noroeste de Malabo, en Guinea Ecuatorial, que han hecho de la antigua colonia española el tercer productor del África subsahariana, después de Angola y Nigeria. En Guinea han entrado a saco las petroleras norteamericanas (Chevron y Exxon Mobil, entre otras), y es conocido el interés que desde hace años tiene Francia por nuestra antigua colonia.

El petróleo marroquí no es, de momento, como el guineano. Pero podría serlo. El Rey Mohamed VI visitó hace unos años el pozo Sido Belkacem, situado a 3.500 metros de profundidad en la región de Talsint, a menos de cien kilómetros de la frontera con Argelia, y anunció que las reservas potenciales detectadas son de cinco mil millones de barriles, que no darán para exportar, pero sí para cubrir las necesidades domésticas de Rabat durante 35 años.

Desde este descubrimiento, Marruecos no ceja en sus intentos de pinchar en otras zonas. Y lo hace en el Sahara, entre Dahkla y Boujdour, donde ha otorgado licencias de explotación a la norteamericana KeerMcGee y a la francesa Total Fina. Es decir, beneficiando los intereses económicos de Francia y Estados Unidos. Estas prospecciones fueron en teoría suspendidas por la Onu, pero nadie sabe a ciencia cierta si se siguen realizando o no.

Hay más. Marruecos ha concedido también derechos de prospección en un área que incluye Melilla, las Chafarinas y la isla de Alborán, todas españolas (y no se descartan otras en el Estrecho, cerca de Ceuta y Perejil). Madrid ha protestado por estas actividades, pero Marruecos, de momento, no ha dejado de hacerlas. Es más, Rabat está poniendo en cuestión las exploraciones de Repsol en aguas a cincuenta millas de la costa canaria, cerca de Fuerteventura y Lanzarote, con el siguiente argumento: Canarias es una colonia española, y como tal al Estado español no le corresponden más que las doce millas que rodean a cada isla, pero en ningún caso las 200 millas de zona económica exclusiva que el derecho internacional atribuye a los estados soberanos (Marruecos), pero no a las colonias (Canarias). Es un argumento discutible, claro está, pero que Rabat piensa utilizar si finalmente se encuentra petróleo en una zona en la que los sondeos ya han detectado «diapiros, una especie de montículos sedimentarios que son las estructuras geológicas típicas en cuyos flancos hay hidrocarburos».

Todo parece claro. Ya conocemos uno de los motivos por los que Francia y Estados Unidos están tan entregados a Marruecos. También sabemos que si España cambia su opinión sobre el Sahara, Rabat será más permisiva sobre la propiedad del posible petróleo que pueda haber no sólo en el Sahara, sino también en Melilla y las Chafarinas, y dejaría de incordiar sobre nuestras prospecciones en Canarias.