MONSANTO una HISTORIA MANCHADA

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La agresiva promoción por parte de Monsanto de sus productos de biotecnología es vista por muchos observadores como la continuación de muchas décadas de prácticas éticamente cuestionables. ´Las corporaciones tienen personalidades y Monsanto es una de las más malignas´, explica el escritor Peter Sills. ´Desde los herbicidas de Monsanto al desinfectante Santophen al BGH, parece que hacen todo lo posible para hacer daño a sus trabajadores y a los niños´.

Título original: Monsanto: a checkered history
Autor: Brian Tokar
Origen: Z Magazine, Marzo 1999
Traducido por Alfred Sola y revisado por Mateu Llas, Noviembre 1999


¿Quién debe escoger nuestras tecnologías?

Por Brian Tokar

Con sede justo a la salida de St.Louis, Missouri, la Compañía Química Monsanto fue fundada en 1901 por John Francis Queeny. Queeny, un químico autodidacta, se trajo la tecnología para fabricar sacarina, el primer edulcorante artificial, de Alemania a los EE.UU. En los años 20, Monsanto se convirtió en uno de los principales fabricantes de ácido sulfúrico y otros productos químicos básicos para la industria, y es una de las cuatro empresas que han permanecido entre las diez mayores empresas químicas estadounidenses en cada década desde 1940.

En los años 40, los plásticos y las fibras sintéticas se habían convertido en pilares del negocio de Monsanto. En 1947, un carguero francés que transportaba fertilizantes de nitrato amónico explotó en un muelle apenas a 80 m. de la fábrica de plásticos de Monsanto en Galveston, Texas. Murieron más de 500 personas en lo que se consideró uno de los primeros grandes desastres de la industria química. La fábrica producía plásticos de estireno y poliestireno, que aún hoy son componentes importantes de los envases alimenticios y otros productos de consumo. En los años 80, la EPA (Agencia de Protección Medioambiental), catalogó al poliestireno como el quinto producto químico cuya producción genera más desechos peligrosos.

En 1929, la compañía química Swann, comprada poco después por Monsanto, desarrolló los PCB’s, que fueron ampliamente loados por su inflamabilidad y extremada estabilidad química. Los usos más extendidos fueron en la industria de equipamientos eléctricos, que adoptó a los PCBs como refrigerantes no-inflamables para su nueva generación de transformadores. Hacia los 60, la creciente familia de PCB’s de Monsanto eran ya usados en masa como lubricantes, fluidos hidráulicos, ‘aceites cortantes’, protecciones water-proof y sellantes líquidos. Habían aparecido pruebas de los efectos tóxicos de los PCBs tan pronto como en los años 30, y científicos suecos que estudiaron los efectos biológicos del DDT habían encontrado concentraciones significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejido graso de los animales salvajes en los años 60.

Las investigaciones durante los años 60 y 70 revelaron que los PCB y otros cloruros orgánicos aromáticos eran potentes agentes cancerígenos, y también los relacionaron con un amplio abanico de desórdenes inmunológicos, reproductivos y de crecimiento. Su alta afinidad química con la materia orgánica, especialmente el tejido graso, es la responsable de las dramáticas tasas de bioacumulación y su extensión a la cadena alimenticia acuática en el Norte: la merluza ártica, por ejemplo, contiene concentraciones de PCB 48 millones de veces superiores a las de las aguas en que se encuentra, y los mamíferos depredadores como los osos polares pueden tener concentraciones de PCB en sus tejidos aún 50 veces más grandes. Aunque la fabricación de PCBs se prohibió en los EE.UU en 1976, sus efectos destructores y tóxicos persisten en el mundo entero.

El centro mundial de la producción de PCB era la fábrica de Monsanto en los suburbios de St.Louis Este, Illinois. St.Louis Este es un suburbio económicamente subdesarrollado de manera crónica, al otro lado del Mississipi desde St.Louis, bordeado por dos grandes plantas de procesamiento de metales además de la fábrica de Monsanto. «St. Louis Este», informa el periodista sobre temas de educación Jonathan Kozol, «tiene algunos de los niños más enfermos de América». Kozol informa que la ciudad tiene la tasa más alta de muerte fetal y nacimientos prematuros en todo el Estado, la tercera tasa más alta de mortalidad infantil, y una de las más altas tasas de asma en todos los EE.UU.

Las dioxinas: un legado de contaminación

La gente de St.Louis Este sigue enfrentándose a los horrores de los altos niveles de exposición química, la pobreza, una infraestructura urbana deteriorada y el colapso incluso de los servicios municipales más básicos, pero la cercana ciudad de Times Beach, Missouri, se encontró tan contaminada de dioxinas que el gobierno de los EE.UU. ordenó su evacuación en 1982. Aparentemente, la ciudad, así como varios propietarios de tierras, contrataron a una empresa para fumigar sus sucias calles con aceites de desecho para disminuir el polvo. El mismo contratista había sido contratado por compañías químicas locales para limpiar sus tanques de residuos llenos de dioxinas. Cuando 50 caballos, otros animales domésticos, y cientos de pájaros murieron en un polideportivo que había sido fumigado con ese aceite, se inició una investigación que finalmente rastreó las muertes a la dioxina proveniente de los tanques de residuos químicos. Dos niñas que jugaban en el polideportivo se pusieron enfermas, una de ellas hospitalizada durante 4 meses con graves problemas renales, y muchos niños nacidos de madres expuestas al aceite contaminado de dioxinas mostraron pruebas de anormalidades en su sistema inmunológico y importantes disfunciones cerebrales.

Mientras Monsanto ha negado categóricamente cualquier conexión con el incidente de Times Beach, el grupo TBAG (Times Beach Action Group), de St.Louis, descubrió informes de laboratorio que documentaban la presencia de altas concentraciones de PCBs fabricados por Monsanto en diversas muestras de suelo contaminadas de la ciudad. «Desde nuestro punto de vista, Monsanto está en el centro del problema aquí en Missouri» explica Steve Taylor, del TBAG. Taylor reconoce que muchas cuestiones sobre Times Beach y otros lugares contaminados en la región permanecen sin respuesta, pero cita pruebas de que las investigaciones sobre la porquería fumigada en Times Beach se limitaron a las fuentes provenientes de empresas que no fueran Monsanto.

La tapadera sobre Times Beach alcanzó los niveles más altos de la administración Reagan en Washington. Las agencias medioambientales del Estado durante los años de Reagan se hicieron famosas por los repetidos tratos secretos de sus oficiales con agentes de la industria, en los cuales a las compañías favorecidas se les prometía vista gorda y multas mucho más reducidas. La administradora de la EPA (Agencia de Protección del Medioambiente) nombrada por Reagan, Anne Gorsuch Burford, fue obligada a dimitir después de dos años en el cargo y su asistente especial, Rita Lavelle, fue castigada con seis meses de cárcel por perjurio y obstrucción de la justicia. En un incidente famoso, la Casa Blanca bajo Reagan ordenó a Burford entregar los documentos sobre Times Beach y otros lugares contaminados en los estados de Missouri y Arkansas, citando el «privilegio ejecutivo», y Lavelle fue citada a juicio inmediatamente después por destruir importantes documentos. Un periodista de investigación del Philadelphia Inquirer identificó a Monsanto como una de las compañías químicas cuyos ejecutivos tenían frecuentes comidas y cenas con Lavelle. La evacuación que pedían los residentes de Times Beach se retrasó hasta 1982, 11 años después de descubrirse la primera contaminación, y 8 años después de identificarse las dioxinas como la causa.

La asociación de Monsanto con las dioxinas se puede rastrear hasta su fabricación del herbicida 2,4,5-T que empezó a finales de los 40. «Casi inmediatamente, sus trabajadores empezaron a ponerse enfermos, con eczemas en la piel, dolores inexplicables en piernas, articulaciones y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad, nerviosismo y pérdida de la libido» explica Peter Sills, autor de un libro de próxima publicación sobre las dioxinas. «Los memorándums internos muestran que la compañía sabía que estos hombres estaban tan enfermos como afirmaban, pero mantuvieron sus pruebas bien escondidas». Una explosión en la planta de herbicidas de Monsanto en Nitro, West Virginia, en 1949 trajo una mayor atención a esas quejas. El agente contaminante responsable de esas condiciones no fue identificado como la dioxina hasta 1957, pero el Cuerpo Químico del Ejército de los EE.UU. aparentemente se interesó por esta sustancia como un posible agente de guerra química. Una petición del St.Louis Journalism Review bajo la Ley de la Libertad de Información, reveló cerca de 600 páginas de informes y correspondencia entre Monsanto y el Cuerpo Químico del Ejército sobre el tema de este subproducto de los herbicidas, ya desde 1952.

El herbicida Agente Naranja, usado por las fuerzas militares estadounidenses para destruir el ecosistema de los bosques húmedos de Vietnam durante los 60, era una mezcla de 2,4,5-T y 2,4-D que se podían conseguir de diversas fuentes, pero el Agente Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina mucho más altas que el producido por Dow Chemical, el otro mayor fabricante del herbicida. Esto hizo que Monsanto fuera la parte más importante de la defensa en la denuncia de los veteranos de la guerra del Vietnam en los EE.UU, que sufrían un abanico de síntomas debilitantes atribuible a la exposición al Agente Naranja. Cuando se alcanzó un acuerdo de $180 millones en 1984 entre 7 compañías químicas y los abogados de los veteranos, el juez ordenó a Monsanto que pagara el 45.5% del total.

En los 80, Monsanto llevó a cabo una serie de estudios diseñados para minimizar su responsabilidad, no sólo en la denuncia del Agente Naranja, sino en continuos casos de contaminación de empleados en su planta de West Virgina. Un proceso de tres años y medio por parte de trabajadores del ferrocarril expuestos a las dioxinas al descarrilar un tren, reveló un modelo de manipulación de datos y diseño de experimentos manipulados en esos estudios. Un agente de la EPA llegó a la conclusión que los estudios fueron manipulados para dar apoyo a la afirmación de Monsanto de que los efectos de las dioxinas se limitaban a la enfermedad de la piel, cloracne. Los investigadores de Greenpeace, Jed Greer y Kenny Bruno, describen el resultado: «Según los testimonios del juicio, Monsanto mezcló los casos de trabajadores expuestos y no-expuestos, borró arbitrariamente varios casos claves de cáncer, no verificó la clasificación de los casos de cloracne según los criterios comunes de la dermatitis industrial, no aseguró que los informes entregados y usados por los consultores no hubieran sido manipulados e hizo falsos comunicados sobre la contaminación por dioxinas en los productos de Monsanto».

El juicio, en que el jurado concedió una reparación por daños de $16 millones contra Monsanto, reveló que muchos de los productos de Monsanto, desde los herbicidas domésticos hasta el germicida Santophen que se usaba en el desinfectante Lysol, estaban conscientemente contaminados con dioxinas. «Las pruebas contra los ejecutivos de Monsanto durante el juicio, muestran el retrato de una cultura de la empresa en que las ventas y los beneficios tenían mayor prioridad que la seguridad de los productos y los trabajadores», informaba el Toronto Globe and Mail al acabar el juicio. «Simplemente no les importaban la salud y seguridad de sus trabajadores», explica Peter Sills. «En vez de intentar hacer las cosas más seguras, confiaron en la intimidación y amenazaron con despidos para mantener a sus empleados trabajando».

Un estudio subsiguiente por parte del Dr.Cate Jenkins, de la Rama de Desarrollo Normativo de la EPA, documentó una historia aún más sistemática de ciencia fraudulenta. «De hecho, Monsanto ha remitido información falsa a la EPA que resultó directamente en normativas más leves bajo las leyes RCRA (Ley de Conservación y Recuperación de Recursos) y FIFRA (Ley Federal de Insecticidas, Fungicidas y Rodenticidas)» exclamaba el Dr. Jenkins en un memorándum de 1990 urgiendo a la agencia a llevar una investigación criminal contra la compañía. Jenkins citaba documentos internos de Monsanto que revelaban que la empresa «manipuló» muestras de herbicidas enviadas al Departamento de Agricultura de los EE.UU, se escondió detrás de argumentos sobre la «química de procesos» para desviar los intentos para regular el 2,4-D y otros clorofenoles, escondió pruebas concernientes a la contaminación del Lysol, y excluyó a varios cientos de sus empleados más enfermos de sus estudios comparativos de salud. «Monsanto encubrió la contaminación por dioxinas de un vasto abanico de sus productos. Monsanto no informó de diversas contaminaciones, enviando información falsa intentando mostrar que no había habido ninguna contaminación, y envió al gobierno muestras para analizar , que habían sido especialmente preparadas para que no existiera contaminación por dioxinas.»

Herbicidas de nueva generación

Hoy, los herbicidas de glifosfatos como el Roundup suponen al menos una sexta parte de las ventas anuales de Monsanto y la mitad del beneficio operativo, quizás mucho más desde que la empresa separó sus divisiones de química industrial y fibras sintéticas creando una empresa separada, llamada Solutia, en septiembre de 1997. Monsanto está promocionando agresivamente a Roundup como un herbicida de uso general seguro, para usar en cualquier sitio, desde césped a orquídeas a grandes bosques de coníferas, en los cuales se usa la fumigación aérea del herbicida para recortar el crecimiento de árboles de hoja caduca y fomentar el crecimiento de las más rentables coníferas. La NCAP (Coalición del Noroeste para Alternativas a los Pesticidas), con base en Oregon, revisó 408 estudios científicos sobre los efectos de los glifosfatos y de las aminas polioxietilenas que también se usan en el Roundup, y llegó a la conclusión que el herbicida es mucho menos benigno de lo que sugiere la publicidad de Monsanto: «Los síntomas del envenenamiento agudo en los humanos después de la ingestión de Roundup incluyen dolores gastrointestinales, vómitos, hinchazón de los pulmones, neumonía, pérdida de conciencia y destrucción de células rojas. Trabajadores que mezclaban, cargaban y aplicaban glifosfatos informaron de irritación de ojos y piel. El Sistema de Monitorización de Incidentes con Pesticidas de la EPA tiene 109 informes de efectos sanitarios asociados con la exposición a los glifosfatos enre 1966 y octubre de 1980. Entre ellos se incluyen irritación de ojos y piel, náuseas, mareos, dolores de cabeza, diarreas, visión borrosa, fiebre y debilidad».

Es importante remarcar que las fechas 1966-1980 representan un periodo muy anterior al del uso extendido del Roundup.

Una serie de suicidios e intentos de suicidio en Japón durante los 80 usando Roundup, permitió a los científicos calcular la dosis letal en seis onzas. El herbicida es 100 veces más tóxico para los peces que para las personas, es tóxico para los gusanos, las bacterias de la tierra y hongos beneficiosos, y los científicos han medido varios efectos fisiológicos directos del Roundup en peces y otras formas salvajes de vida, además de los efectos secundarios atribuibles a la destrucción de los bosques. La separación del glifosfato en N-nitrosoglifosfato y otros compuestos relacionados han incrementado las dudas sobre el posible potencial cancerígeno de los productos Roundup.

Un estudio en 1993 de la Escuela de Salud Pública en la Universidad de California en Berkeley, encontró que los glifosfatos eran la causa más común de enfermedades relacionadas con los pesticidas entre los trabajadores de mantenimiento de obras públicas en California, y la tercera causa entre los trabajadores agrícolas. Un análisis de la literatura científica realizado en 1996 por los miembros de la Mesa Redonda sobre los Bosques de los Ciudadanos de Vermont (grupo que había hecho presión con éxito en la legislatura de Vermont para una prohibición estatal sobre el uso de herbicidas en la industria forestal), reveló nuevas pruebas de daños pulmonares, palpitaciones del corazón, náusea, problemas reproductivos, aberraciones en los cromosomas, y numerosos efectos más de la exposición al herbicida Roundup. En 1997, Monsanto respondió a cinco años de quejas por parte del Fiscal General del Estado de Nueva York de que los anuncios de Roundup eran engañosos; la empresa alteró los anuncios eliminando la afirmación de que el herbicida es «biodegradable» y «respetuoso con el medio ambiente» y pagó $50.000 por las costas legales del Estado en el caso.

En 1998, Monsanto aceptó pagar una multa de $225.000 por etiquetar mal contenedores de Roundup en 75 ocasiones diferentes. Era la multa más alta jamás pagada en violación de los Estándares de Protección de los Trabajadores en la FIFRA. Según el Wall Street Journal, Monsanto distribuyó contenedores del herbicida con etiquetas que restringían la entrada a las áreas tratadas durante 4 horas en vez de las 12 horas requeridas. Esta es sólo la última en una serie de multas y sentencias contra Monsanto en los EE.UU, incluyendo el pago de $108 millones por responsabilidad en el caso de la muerte por leucemia de un empleado en Texas en 1986, un arreglo de $648.000 por supuestamente dejar de dar los datos de salud requeridos a la EPA en 1990, una multa de $1 millón por el Fiscal General de Massachussets en 1991 en el caso de un escape de un contenedor de ácidos de 200.000 galones, un arreglo de $39 millones en Houston, Texas, referente al depósito de elementos químicos peligrosos en fosas no protegidas, y muchos más. En 1995, Monsanto era la quinta en el ranking de empresas de los EE.UU en el Inventario de Residuos Tóxicos de la EPA, habiendo descargado 37 millones de libras de productos tóxicos en el aire, tierra, agua y subsuelo.

El Mundo Feliz de la Biotecnología

La agresiva promoción por parte de Monsanto de sus productos de biotecnología, desde la recombinante BGH (Hormona de Crecimiento Bovino) a las plantas de soja Roundup Ready y otras, a sus variedades de algodón resistentes a los insectos, es vista por muchos observadores como la continuación de muchas décadas de prácticas éticamente cuestionables. «Las corporaciones tienen personalidades y Monsanto es una de las más malignas», explica el escritor Peter Sills. «Desde los herbicidas de Monsanto al desinfectante Santophen al BGH, parece que hacen todo lo posible para hacer daño a sus trabajadores y a los niños».

En un principio, Monsanto era una de cuatro compañías químicas que intentaban sacar al mercado una Hormona de Crecimiento Bovino sintética, producida en bacterias E.coli modificadas genéticamente para producir proteínas bovinas. Otra era American Cyanamid, ahora propiedad de American Home Products, que está a punto de fusionarse con Monsanto. Los intentos de Monsanto durante 14 años para conseguir el permiso de la FDA (Agencia de Alimentos y Medicinas) para sacar la rBGH al mercado ha estado plagado de controversias, incluyendo alegaciones de un supuesto esfuerzo concertado para suprimir información sobre los efectos negativos de la hormona. Un veterinario de la FDA, Richard Burroughs, fue despedido después de acusar tanto a la compañía como a la agencia de suprimir y manipular datos para esconder los efectos de las inyecciones de rBGH sobre la salud de las vacas lecheras.

En 1990, cuando la aprobación de la rBGH por la FDA parecía inminente, un patólogo veterinario de las instalaciones de investigación agrícola de la Universidad de Vermont mostró, a dos legisladores del Estado, datos previamente suprimidos que documentaban importantes incrementos en las tasas de infección de las ubres en las vacas que habían sido inyectadas con la entonces experimental hormona de Monsanto, así como una inusual cantidad de casos de defectos graves de nacimiento en las crías de vacas tratadas con rBGH. Una revisión independiente de los datos de la Universidad por parte de un grupo en representación de las granjas regionales documentó problemas de salud adicionales en las vacas, asociados con la rBGH, incluyendo altas tasas de lesiones en cascos y piernas, dificultades metabólicas y reproductoras, e infecciones uterinas. La Oficina Presupuestaria del Congreso (GAO, General Accounting Office) intentó una investigación sobre el caso pero no pudo obtener los archivos necesarios de Monsanto y de la Universidad para continuar su investigación, en particular respecto a las sospechas de efectos teratogénicos y embriotóxicos. Los auditores de la GAO llegaron a la conclusión que las vacas inyectadas con rBGH tenían una tasa de mastitis (infección de las ubres) un tercio mayor que las no tratadas, y recomendó más investigación sobre el riesgo de niveles más altos de antibióticos en la leche producida usando rBGH.

La rBGH de Monsanto fue aprobada para la venta comercial por la FDA en 1994. El año siguiente, Mark Kastel de la Unión de Granjeros de Wisconsin dio a conocer un estudio con las experiencias de los granjeros de Wisconsin con la hormona. Sus resultados excedían los 21 potenciales problemas de salud que Monsanto había sido requerida a listar en las etiquetas de Posilac (nombre comercial del rBGH). Kastel encontró informes variados sobre muertes espontáneas entre vacas tratadas con rBGH, alta incidencia de infecciones de ubres, graves dificultades metabólicas y problemas de reproducción, y en algunos casos imposibilidad de ‘destetar’ a las vacas de la hormona. Muchos granjeros experimentados que probaron el rBGH de repente tuvieron que reemplazar grandes partes de su rebaño. En vez de examinar las causas de las quejas de los granjeros sobre el rBGH, Monsanto pasó a la ofensiva, amenazando con denunciar a las pequeñas empresas lecheras que anunciaran sus productos como libres de la hormona, y participando en el litigio, junto a varias asociaciones de productores de leche, contra la primera y única ley de etiquetado obligatorio de la rBGH en los EE.UU. A pesar de ello, las pruebas de los efectos dañinos de la rBGH en la salud tanto de las vacas como de las personas continuaron acumulándose.

Mientras los herbicidas y los productos modificados genéticamente de Monsanto han sido un foco de controversia público durante años, sus productos farmacéuticos también tienen un pésimo historial. El producto estrella de la empresa de fármacos subsidiaria de Monsanto, G.D. Searle es el edulcorante artificial aspártamo, vendido con las marcas Nutrasweet y Equal. En 1981, cuatro años antes de que Monsanto comprara Searle, un Equipo de Investigación de la FDA, compuesto por tres científicos independientes, confirmó los informes que habían estado circulando durante ocho años acerca de que «el aspártamo puede inducir tumores cerebrales». La FDA revocó la licencia de Searle para vender aspártamo, aunque luego la decisión fue de nuevo revocada bajo el mandato de un nuevo comisionado nombrado por Ronald Reagan.

Un estudio de 1996 en el Diario de Neuropatología y Neurología Experimental ha renovado las dudas, al asociar el aspártamo con un fuerte incremento de cánceres cerebrales justo después que se pusiera a la venta la sustancia. El Dr.Erik Millstone de la Unidad de Investigación sobre las Políticas Científicas de la Universidad de Sussex cita una serie de informes de los años 80 que relacionan el aspártamo con un amplio muestrario de reacciones adversas en consumidores sensibles, incluyendo dolores de cabeza, visión nublada, pérdida de sensibilidad, pérdida de oído, dolores musculares y ataques de tipo epiléptico, entre muchas más. En 1989, Searle de nuevo se enfrentó a la FDA, que acusó a la compañía de publicidad engañosa en el caso de su fármaco anti-úlcera, Cytotec. La FDA decía que los anuncios estaban diseñados para vender el fármaco a una audiencia mucho más amplia y más joven de lo que aconsejaba la agencia. Searle/Monsanto fue obligada a sacar un anuncio en varias revistas médicas bajo el título «Publicado para corregir un anuncio previo que la FDA considera engañoso»

La limpieza de cara de Monsanto

Dada esta larga y tormentosa historia, es fácil entender porqué muchos ciudadanos bien informados en Europa y EE.UU dudan antes de confiar a Monsanto el futuro de nuestra comida y nuestra salud. Pero Monsanto está haciendo todo lo que puede para aparecer impertérrita ante esa oposición. A través de esfuerzos como su campaña de publicidad de 1 millón de libras en Gran Bretaña, su esponsorización de una nueva exposición sobre Biodiversidad con la más avanzada tecnología, en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, y muchos otros, están intentando parecer más concienciados, más ‘verdes’, y más progresistas incluso que sus oponentes.

En los EE.UU están impulsando su imagen, y posiblemente influyendo en las políticas, con el apoyo de gente en los más altos niveles de la administración Clinton. En mayo de 1997, Mickey Kantor, arquitecto de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 y Representante Comercial de los EE.UU durante el primer mandato de Clinton, fue elegido como miembro del Consejo de Dirección de Monsanto. Marcia Hale, antigua asistente personal del Presidente, ha trabajado como relaciones públicas de Monsanto en Gran Bretaña. El Vice-Presidente, Al Gore, bien conocido en los EE.UU por sus escritos y discursos sobre el medio ambiente, ha sido un ferviente defensor de la biotecnología al menos desde sus días en el Senado. El Consejero Principal de Política Doméstica de Gore, David.W.Beier, fue previamente el Director de Asuntos Gubernamentales en la empresa Genentech, Inc.

Bajo el mando del CEO Robert Shapiro, Monsanto ha puesto toda la carne en el asador para transformar su imagen de proveedor de productos químicos peligrosos a la de una institución ilustrada, con la vista puesta en el futuro, luchando por alimentar al mundo. Shapiro, que empezó a trabajar en G.D.Searle en 1979 y llegó a presidente de la División Nutrasweet en 1982, es miembro del Comité Asesor para las Políticas y Negociaciones Comerciales del Presidente, y antes cumplió un mandato como miembro del Equipo de Revisión de la Política Doméstica de la Casa Blanca. Se describe a sí mismo como un visionario y un Hombre del Renacimiento, con la misión de usar los recursos de la compañía para cambiar el mundo: «La única razón para trabajar en una gran compañía es que tienes la posibilidad de hacer cosas en una escala tan grande que realmente es importante» dijo en una entrevista para Business Ethics, revista estrella del movimiento para los «negocios socialmente responsables» en los EE.UU.

Shapiro se hace pocas ilusiones sobre la reputación de Monsanto en los EE.UU, recordando con comprensión el dilema de muchos empleados de Monsanto cuando muchos hijos de sus vecinos arrugan la nariz cuando descubren dónde trabaja ese empleado. Está ansioso por demostrar que él comparte el deseo generalizado de un cambio de sistema, y está resuelto a redirigir ese deseo hacia los fines de su compañía, como demostró en una reciente entrevista con el Harvard Business Review: «No es una cuestión de buenos chicos y malos chicos. No tiene ningún sentido decir, «Con que estos malos chicos cerraran su negocio, el mundo ya iría bien». El sistema en su conjunto tiene que cambiar; hay una inmensa oportunidad para la reinvención».

Por supuesto, el sistema reinventado de Shapiro es uno en el que las inmensas corporaciones no sólo continúan existiendo, sino que ejercitan un control aún mayor sobre nuestras vidas. Pero Monsanto se ha reformado, se nos dice. Se han deshecho con éxito de sus divisiones de química industrial y ahora están concentrados en sustituir productos químicos por «información» bajo el disfraz de semillas genéticamente modificadas y otros productos de la biotecnología. Esta es una postura irónica por parte de una compañía cuyo producto más rentable es un herbicida, y cuyo aditivo alimenticio más conocido parece que está haciendo enfermar a mucha gente. Es un papel poco probable para una compañía que intenta intimidar a sus críticos con denuncias y suprimir las críticas en los medios.

El último Informe Anual de Monsanto, no obstante, demuestra claramente que ha aprendido todas las palabras clave. Roundup no es un herbicida, es una herramienta para minimizar la labranza y disminuir la erosión del suelo. Las cosechas genéticamente modificadas no son un tema de beneficios para Monsanto, son para resolver el inexorable problema del crecimiento de la población. La biotecnología no es reducir todo lo vivo al rango de materias primas – cosas para ser compradas, vendidas, puestas en el mercado y patentadas – sino que en realidad fomenta lo contrario: la sustitución de productos manufacturados en masa con una vasta gama de productos especializados hechos a medida. Esto es Doble Lenguaje del más alto nivel.

Finalmente, debemos creernos que la agresiva promoción de la biotecnología por parte de Monsanto no es sólo un asunto de simple arrogancia empresarial, sino más bien el resultado de un simple hecho de la naturaleza. Se les presenta a los lectores del Informe Anual de Monsanto una analogía entre el rápido crecimiento actual en el número de pares base de ADNs identificados con el crecimiento exponencial de la miniaturización en la industria electrónica que empezó en los 60. Monsanto ha bautizado el supuesto crecimiento exponencial de lo que denomina «conocimiento biológico» nada más y nada menos que como «Ley de Monsanto». Como cualquier otra ley de la naturaleza, uno no tiene más opción que ver realizarse sus predicciones y, en este caso, la predicción es nada menos que el continuo crecimiento exponencial de la expansión global de Monsanto.

Pero el crecimiento de cualquier tecnología no es simplemente una «ley de la naturaleza». Las tecnologías no son fuerzas sociales por sí mismas, ni simples «herramientas» neutras que pueden usarse para satisfacer cualquier fin social que deseemos. Más bien son productos de instituciones sociales e intereses económicos concretos. Una vez un curso particular de desarrollo tecnológico se pone en marcha, puede tener consecuencias mucho más amplias de lo que previeron sus creadores: cuanto más poderosa la tecnología, más profundas las consecuencias.

Por ejemplo, la así llamada «Revolución Verde» de la agricultura en los 60 y 70 incrementó temporalmente los rendimientos de las cosechas, y también hizo a los agricultores de todo el mundo cada vez más dependientes de costosos productos químicos. Esto provocó inmensos desplazamientos de gente de sus tierras, y en muchos países ha minado el suelo, el agua y la base social de la tierra que había sostenido a la gente durante milenios. Estos movimientos de gente a gran escala han fomentado el crecimiento de la población, la urbanización y la marginación social, que a su vez han llevado a un nuevo ciclo de pobreza y hambre.

La «segunda Revolución verde» que prometen Monsanto y otras compañías de biotecnología amenazan con traer aún mayores conflictos en la propiedad tradicional de las tierras y en las relaciones sociales. Al rechazar a Monsanto y su biotecnología, no estamos rechazando necesariamente la tecnología per se, sino intentado reemplazar una tecnología de manipulación, control y beneficios que va contra la vida, con una tecnología genuinamente ecológica, diseñada para respetar las reglas de la naturaleza, mejorar la salud personal y de la comunidad, sostener a las comunidades basadas en la tierra, y operar en una escala verdaderamente humana. Si creemos en la democracia, es imperativo que tengamos el derecho de escoger qué tecnologías son mejores para nuestras comunidades, en vez de que decidan por nosotros instituciones que no responden ante nadie como Monsanto. En vez de tecnologías diseñadas para el continuo enriquecimiento de unos pocos, podemos basar nuestra tecnología en la esperanza de una mayor armonía entre nuestras comunidades humanas y el mundo natural. Nuestra salud, nuestra comida, y el futuro de la vida en la Tierra realmente dependen de este balance.