Desde Africa: la cultura noviolenta de los iks

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La razón cultural no es otra que mantener la convivencia pacífica de una forma de lo más práctica.

Revista Mundo Negro (extracto)


Casa con dos puertas mala es de guardar. Los iks – también conocidos como teuso – no estarían de acuerdo con Calderón de la Barca. Desde tiempo inmemorial, los integrantes de esta tribu, que vive a caballo entre el noreste de Uganda y el sur de Sudán, construyen sus cabañas con dos puertas, caso raro, si no único, en África.


La razón cultural no es otra que mantener la convivencia pacífica de una forma de lo más práctica: está uno dentro de su casa y entra un vecino con cara de enfado y ganas de discutir acaloradamente por la razón que sea; apenas empieza la riña (todavía en fase puramente verbal), el sorprendido inquilino abre la otra puerta y se va sin decir nada. El visitante gruñón se queda solo y, como hace falta por lo menos dos personas para que estalle una discordia, pues se acabó la pelea.


Si la escena tiene lugar al aire libre, por ejemplo cuando un grupo de personas está reunida bajo en un árbol o en un mercado, sucede algo parecido. Si a alguien se le ocurre mostrar un comportamiento agresivo o alzar la voz enojado se levantan todos y se van. La norma parece ser: si se enfada, allá usted, pero se va a quedar más solo que la una.


Tengo un amigo de esta tribu que es conductor con una ONG y nunca he conseguido discutir con él por más que me lo he propuesto. Siempre sonríe y me dice: «Mira Carlos, el comportamiento agresivo es como si se te escapa una ventosidad en público, que todos te miran mal y salen corriendo porque has contaminado el aire».


Los iks han hecho de la necesidad virtud. La zona montañosa donde han vivido durante siglos está rodeada por tribus de lo más belicoso: karimoyón, turkana y toposa, todos ellos pastores seminómadas que se roban los ganados unos a otros, en tiempos pretéritos con lanzas y flechas y, más recientemente, desde la llegada del progreso técnico a África, con fusiles automáticos y lanzagranadas. Debido a esto, las incursiones para aumentar el número de cabezas de vacuno del propio rebaño a costa de esquilmar el del vecino se han convertido en batallas campales  que dejan cientos de muertos sobre el  terreno.


Así que los iks decidieron hace mucho tiempo renunciar a la cría del vacuno para dedicarse a la agricultura, la caza y la pesca, y de este modo no provocan a nadie por la sencilla razón de que no poseen nada apetecible para sus agresivos y codiciosos vecinos.


La cosa podría complicarse cuando una mujer ik es desposada por un karimoyón, un turkana o un toposa, y el marido paga como dote cien o doscientas vacas, pero también para eso la sabiduría ancestral ha dispensado un remedio.


Querido yerno -le viene a decir el padre de la afortunada-, guardadnos las cabezas de ganado en vuestro establo, que nosotros no tenemos sitio en casa, y cuando nos venga en gana comer carne ya os avisaremos y mandaremos a unos cuantos muchachos para que sacrifiquen el animal en su poblado y nos traigan los filetes ya partidos.


Otro motivo de disputa sería la poligamia. De hecho, no es que los turkanas, toposas y karimoyones le tengan afición a las razzias de ganado porque sean unos glotones que ansíen hartarse de carne a todas horas (a más de un karimoyón le he oído decir que él sólo come carne cuando a la vaca la mata Dios, es decir cuando se muere ella sola), sino porque cuantas mas vacas posee uno con más mujeres se puede casar.


Las pautas culturales de los iks han dispuesto que nada de poligamia ni promiscuidad, que cada hombre tenga sólo una mujer, y para toda la vida, que digo yo que tampoco es tan mal arreglo, y así se evitan rencillas y envidias, además de ciertas enfermedades que no viene al caso mencionar, y de paso se vive más feliz.