La exhortación sobre la Eucaristía, llamada contra el hambre en el mundo

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 marzo 2007 (ZENIT.org).- En la exhortación «Sacramentum Caritatis», Benedicto XVI «llama a los cristianos, pero también a los hombres de buena voluntad, a poner fin al escándalo del hambre en el mundo», afirma monseñor

Entrevista a monseñor Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos.

Coincidiendo con la rueda de prensa de la exhortación apostólica postsinodal sobre la Eucaristía, el arzobispo Nikola Eterovic ha querido confiar a los lectores de Zenit algunas reflexiones sobre los temas afrontados en la tercera parte del documento papal, titulada «Eucaristía, misterio a vivir».

–¿Hay algún aspecto de las enseñanzas contenidas en la «Sacramentum Caritatis» que le gustaría subrayar?

–Monseñor Eterovic: Sí, el Santo Padre nos muestra que la Eucaristía es la fuente de la vida y de la misión de la Iglesia, así como de una vida de santidad. En dos pasajes de la exhortación, de hecho, el Santo Padre menciona algunas figuras de santos como modelos de existencia eucarística. Son los cinco beatos que fueron canonizados al final del Sínodo de los Obispos, el 23 de octubre de 2005 –fueron sus primeras canonizaciones– porque «se distinguieron especialmente por la piedad eucarística»: el obispo polaco Józef Bilczewski, los presbíteros Gaetano Catanoso (italiano), Zygmunt Gorazdowski (polaco) y Alberto Hurtado Cruchaga (chileno), y el religioso capuchino Felice de Nicosia (italiano) (SC, n. 4).

Al término de la exhortación, el Papa cita del mismo modo a muchos santos a partir de los primeros siglos (SC, n.94), que pueden ser definidos como «santos de la Eucaristía».

–Tras mostrar, en las dos primeras partes de la exhortación, que cada bautizado está llamado a «interiorizar» la propia vida eucarística, a través de la profundización de la fe, la oración personal, y la adecuada celebración del misterio del amor trinitario en la liturgia, en la tercera parte, Benedicto XVI usa palabras muy fuertes y concretas. El documento indica cómo expresar en la propia vida cotidiana la existencia eucarística del cristiano, dentro de una amplia visión «cósmica», llama a un «público testimonio de la propia fe» sobre valores que «no son negociables» (n. 83), alude a los lugares en los que hay escasa libertad de culto (n. 87), y en modo especial invita a denunciar «las situaciones indignas del hombre, en las que se muere por falta de alimento a causa de la injusticia y de la explotación» (n. 90)…

–Monseñor Eterovic: Así es, también todo esto proviene de la Eucaristía: los dones como nosotros los ofrecemos son los dones de la naturaleza que es el don del buen Dios, la Creación es una cosa buena pero nosotros observamos continuamente cómo estos dones son dañados a través de los abusos y la explotación. Y además, este será el fruto de la «existencia eucarística» que hará todo lo posible para que esta situación cambie, para que podamos ofrecer a las generaciones siguientes la posibilidad de llevar el pan y el vino en oferta al altar del Señor, de manera que a través de la gracia del Espíritu Santo y las palabras del sacerdote, puedan transmutarse en la Sangre y el Cuerpo de Cristo.

–En este sentido, la ecología cristiana no es por tanto una ecología «ideológica», sino una verdadera ecología «eucarística»…

–Monseñor Eterovic: Sí, como todos los aspectos de la vida cristiana, la eucaristía debe representar la espiritualidad que ilumina la vida de cada hombre y de cada mujer, en todos los ámbitos de su actividad. Y además, también en la relación con la Creación y en la ecología.

–Benedicto XVI afronta también el tema de la globalización… de la solidaridad.

–Monseñor Eterovic: Sí, así como los rostros negativos de la globalización, en modo especial cuando deplora el hecho de que los ricos son siempre menos numerosos, mientras que los pobres son cada vez más numerosos, y que a menudo les falta el «pan cotidiano» que nosotros invocamos cada día en la oración del Padre Nuestro. Es un escándalo (SC, n. 91). El Santo Padre cita como ejemplo el hecho de que menos de la mitad de las sumas destinadas a armamentos sería suficiente para dar de comer a los pobres del mundo (SC, n. 90). Esto supone por tanto una gran responsabilidad para los cristianos. El Santo Padre llama a los cristianos, pero también a los hombres de buena voluntad, a poner fin al escándalo del hambre en el mundo.