Europa se va quedando sin alma, sin niños y sin esperanza. Y un botón de muestra de ello es que en el panorama político europeo no se vaya más allá de las transformaciones que promete una socialdemocracia que ahora aparece en dos versiones: la oficial agotada y la de su renovación populista que nace para dar una patada en el trasero a su clase política y nada más. Así, es lógico que muchos jóvenes españoles estén emigrando y con ello manifiesten su duro juicio a la generación que le precedió por haberles hipotecado su futuro.
¿Quién va a romper la espiral de la insolidaridad en Europa?. A los restos de conciencia solidaria que quedan en Europa, les queda tomar conciencia de que están en terreno enemigo, que no son mayoría, que sirven a una causa que no encabezarán ellos y que solo la solidaridad radical con los últimos de la tierra podrá invertir el triste caminar actual de la Unión Europea.