´Les llevan en autobuses hasta la zona de Bechar, se adentran en el desierto y allí, en medio de la nada, les abandonan sin agua ni comida´…
El periodico, la vanguardia
7 de octubre de 2005
Inmigrantes trasladados por el Gobierno marroquí al desierto lanzan un SOS desesperado: según algunas fuentes, puede haber 24 muertos y un millar de subsaharianos sin agua ni comida.
«Estábamos en Rabat. Algunos vivimos allí desde hace tres años. La policía pasó delante de nosotros para detener a los inmigrantes clandestinos, pero nosotros tenemos nuestros papeles en regla como refugiados, son documentos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Se los enseñamos y nos dijeron que les acompañáramos. Luego cogieron nuestros papeles y nos metieron en este autobús. Hemos intentado contactar con Acnur, pero no hemos obtenido respuesta». Es el relato desesperado de Philippe Kamulete, de la República Democrática de Congo, quien el pasado domingo fue detenido junto a otros 16 solicitantes de asilo congoleños y de Costa de Marfil. Éste y otros inmigrantes han denunciado lo que sería una nueva estrategia de Rabat para expulsar inmigrantes: llevarlos a algún lugar del desierto argelino. Según las ONG que están en contacto con ellos, puede haber 24 muertos y otros mil abandonados a su suerte.
El proceso habitual que siguen las autoridades marroquíes para expulsar a ciudadanos que se encuentran en situación irregular en el país ha consistido hasta ahora en conducirles en un autobús a Uxda, en la frontera con Argelia para, al caer la noche, abandonarlos en territorio argelino. En algunas ocasiones, son entregados a la Gendarmería argelina y en otras, son abandonados en esa frontera cerrada oficialmente desde 1994, pero permeable al tráfico de todo tipo de mercancías y personas. En Magnia, la ciudad fronteriza argelina, hay guías que por 100 euros conducen a pequeños grupos de inmigrantes a territorio marroquí.
Pero las incesantes llamadas de Philippe Kamulete y de otros subsaharianos en su misma condición indicaron que las fuerzas del orden marroquíes habían variado su estrategia y, en lugar de mantener lo que la policía de frontera marroquí llama el juego de ping-pong con los subsaharianos (expulsarlos por la noche y que vuelvan a estar en Marruecos por la mañana), han variado la estrategia de expulsión ilegal, y ahora al parecer los trasladan a un lugar desconocido, en medio del desierto, donde la frontera entre Argelia y Marruecos es aún difusa (no llegó a concretarse tras la guerra de las Arenas, cuya paz firmaron en 1962 el rey Hassan II y el presidente argelino Ben Bella). Desde allí les resulta más difícil regresar al perímetro fronterizo de Melilla para participar en un nuevo asalto al vallado.
«La policía marroquí nos ha comunicado que el Acnur no tiene ningún poder aquí. Que no reconocen nuestros documentos, y que el Acnur no nos va a ayudar. También nos dicen que la Unión Europea les ha dado dinero y que tienen que hacer su trabajo», relató Philippe insistiendo en que tanto la UE como la ONU deben intervenir urgentemente para terminar con la constante vulneración por parte de Marruecos de los derechos de los inmigrantes subsaharianos.
Abandonados en el Sáhara
SOS Racismo asegura que Marruecos está expulsando a decenas de inmigrantes subsaharianos a una zona inhóspita del desierto del Sáhara fronteriza con Argelia.
«Les llevan en autobuses hasta la zona de Bechar, se adentran en el desierto y allí, en medio de la nada, les abandonan sin agua ni comida», denunció un miembro de esta ONG, que pidió la intervención de las autoridades europeas para detener «esa masacre». «Están dejando en medio del desierto incluso a mujeres embarazadas y a menores», aseguró. «Mucha de esta gente, que intenta caminar de vuelta a Marruecos, termina muriendo en el desierto», añadió. Según esta ONG, cuatro de cada 10 personas abandonadas en el Sáhara acaban muriendo.
SOS Racismo sostiene que la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) ya ha protestado ante Marruecos, pues entre los expulsados hay personas procedentes de países como Costa de Marfil y Congo, donde se viven situaciones de guerra, que han pedido el asilo político en Marruecos.
Algunos inmigrantes que han contactado con organizaciones humanitarias internacionales han dicho que podría haber 1.000 personas, algunas de ellas heridas, y hasta 24 muertos. En las trágicas conversaciones telefónicas, algunos subsaharianos aseguraban que la policía de frontera argelina les dispara.
«No tenemos documentos, no sabemos adónde dirigirnos», repetía Philippe en una entrecortada comunicación. En los mensajes de móvil a las organizaciones internacionales la alarma es rotunda: «Asistidnos rápido. ¡Es horrible!». Ese podría ser el futuro que Marruecos reserva a los inmigrantes que en los próximos días serán repatriados por el Gobierno español.
Un misionero español sigue por el desierto de Marruecos a un convoy de inmigrantes expulsados
10/10/2005
(VERITAS) Dos religiosos españoles, un jesuita y una carmelita vedruna, han ofrecido a la agencia IVICON, su testimonio sobre «las penosas condiciones» por la que están atravesando los inmigrantes expulsados en la frontera entre España y Marruecos.
Un jesuita, que sigue uno de los convoyes que trasladas a los inmigrantes deportados, afirmó que en él «viajan 10 niños y entre 10-12 mujeres, además de los hombres adultos» en condiciones penosas: «llevan varios días viajando, algunos esposados, hacinados en los autobuses, con pocos alimentos».
Según su testimonio, grupos de inmigrantes subsaharianos han sido «empujados hacia una zona de frontera disputada entre Argelia y Marruecos, los han dejado sin comida ni bebida» y añade que desde Argelia «se ha abierto fuego».
«Pedimos justicia, no paños calientes, y humanidad» al gobierno Español, señala este religioso, pues «tenemos una responsabilidad moral» con los que han cruzado la frontera española.
Por su parte, Paula Domingo, religiosa carmelita vedruna afirma que «el problema de la inmigración subsahariana no se soluciona haciendo las vallas más altas». Según ella, la política de devolver a los inmigrantes a Marruecos, supone «condenar a esta pobre gente», pues en Marruecos no se respetan los derechos humanos, y menos con los inmigrantes.