…Abre la muralla,…cierra la muralla

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“Avalancha”, “invasión de extranjeros”, “80.000 subsaharianos esperando a saltar la valla de Ceuta o de Melilla y a cruzar el estrecho en la frontera sur de Europa”, “¿Acaso es mucho pedir que no vengan de forma irregular?”.

Estas y otras muchas expresiones semejantes están en boca de nuestros gobernantes, y de mucha gente de la calle, cuando se habla de PERSONAS empobrecidas desesperando a las puertas de nuestras murallas europeas. El tema no es baladí. El crecimiento de la extrema derecha xenófoba en Europa no es para tomárselo a broma. Ni en Ucrania ni en Francia ni en España.

Cuando se abre la muralla, con alfombra de pétalos, a los más de 60 millones de turistas inmigrantes, a los pensionistas o jeques ricos inmigrantes, o al capital inversor inmigrante no se usan las mismas expresiones. Pero cuando se trata de empobrecidos forzados a migrar tampoco la cosa es tan simple: la muralla de Europa está abierta o cerrada, con acero y cuchillas, a sangre y fuego, según convenga.

Con un sindicalismo oficial que ya había abandonado la lucha militante por la concertación, hacía falta hacer claudicar al estado de protección del trabajo que vivía Europa, y que suponía un lastre para competir en el mundo globalizado. Y las fronteras se abrieron a los desarrapados. De esta manera el poder económico amenazaba el empleo “protegido” con un “ejército de reserva” de esclavos, muchos de ellos “sin papeles” a sabiendas del poder. Ellos estaban dispuestos a ocupar los peores puestos de trabajo, que nadie quería, con salarios de hambre que a casi ningún trabajador protegido o sindicado le parecieron tan indignos como para ser solidarios con ellos. Luego ha llegado el ajuste. Lo han llamado crisis. Europa ha dicho que necesita aún a otros 50 millones de inmigrantes hasta el año 2050, porque su población activa mengua y envejece a un ritmo de vértigo. Pero ahora necesitamos a inmigrantes más cualificados, inmigrantes con “tarjeta azul”. Porque con los millones de parados y precarios que ha proporcionado de saldo el ajuste, el “ejército de reserva” de esclavos ya lo tenemos dentro. La muralla se abre y se cierra al son de los intereses economicistas.

Ahora toca cerrar la muralla a personas tan dignas como cualquier persona, a las que se intenta despojar de su dignidad por su condición de “ilegales”, y contenerlos en el desierto, en los campos de batalla o en los campos de refugiados, al otro lado de la muralla. Ellos son los desarraigados de un expolio permanente al que las grandes empresas europeas (entre otras) han sometido a África. Nos consolamos pensando que si vienen lo van a pasar muy mal. Pero las fronteras sólo son racionales para los enriquecidos. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo, y entre ellos, el problema de las migraciones de los empobrecidos.

Editorial de la revista Autogestión