Abundancia y escasez

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En términos planetarios la realidad dominante no es la abundancia, sino la escasez, y quien a pesar de ello juzgue el mundo por la riqueza de las regiones y clases sociales materialmente privilegiadas, no hace más que demostrar la visión provinciana que tiene del estado actual de la humanidad…

Por Heleno Saña

La multiplicación bíblica de los panes y los peces sigue siendo un milagro aislado y sin continuidad en el espacio y el tiempo, por mucho que una parte (minoritaria) de la población mundial se defina a sí misma como ‘sociedad del bienestar’ o ‘sociedad de la abundancia’. En términos planetarios la realidad dominante no es la abundancia, sino la escasez, y quien a pesar de ello juzgue el mundo por la riqueza de las regiones y clases sociales materialmente privilegiadas, no hace más que demostrar la visión provinciana que tiene del estado actual de la humanidad. La verdad es el Todo, como sabemos desde Hegel, no las partes, y el Todo es hoy un universo dividido entre la opulencia y la miseria, entre los hartos y los hambrientos, entre el despilfarro y la falta de pan, una división simbolizada por los respectivos Foros Mundiales celebrados en Davos y en Porto Alegre los últimos días, el primero representando a los ricos y poderosos de la tierra, el otro a sus parias. Politólogos y sociólogos como Anthony Giddens o Ulrich Beck, elevados por los medios de comunicación adictos al sistema a la categoría de grandes lumbreras intelectuales, vienen afirmando desde hace tiempo que hemos dejado atrás la sociedad de clases; otros investigadores más fieles a la verdad opinan, por el contrario –creo que con razón- que desde el dominio global del capitalismo desregulado introducido por el neoliberalismo, estamos asistiendo a una reproletarización de la sociedad y a un incremento de la desigualdad entre los estratos pudientes y las clases asalariadas, desigualdad que a nivel planetario encuentra su corolario en el abismo existente entre el Imperio Norte y las masas famélicas del Sur. Hablar de ‘One-World’ o de la ‘aldea global’, como hacen los paniaguados del sistema, en un mundo en el que unos nadan en la abundancia y otros se mueren de hambre, me parece un acto no sé si de inconsciencia o de cinismo, o de las dos cosas a la vez. Pero la escisión empieza ya en el propio reino de Mammon, y ahí están, como prueba, los 38 millones de ciudadanos estadounidenses debatiéndose en la indigencia, como ocurre también , con ligeras variantes, en los países de la Europa occidental, empezando por Alemania, que a pesar de ser la primera potencia económica del continente y estar a la cabeza de las exportaciones mundiales, tiene a un 15 por ciento de sus 80 millones de habitantes viviendo por debajo del índice de pobreza.

Ni en el Foro Económico Mundial de Davos ni en el Foro Social Mundial de Porto Alegre se dio algo nuevo o que no se supiese. Por eso voy a perder una sola palabra sobre los discursos, declaraciones y tomas de posición de sus respectivos participantes. Lo que sí me interesa consignar es que también después de estos dos ‘events’ mediáticos, los representantes del dinero y del poder seguirán llenándose las faltriqueras, mientras que los condenados de la tierra seguirán pidiendo y esperando en vano que se les haga justicia. Quiero también recordar que quienes tomaron la palabra en Porto Alegre –empezando por Lula- no fueron las verdaderas víctimas del sistema, sino políticos profesionales, profesores más o menos ilustres, líderes sindicales, clérigos, teólogos, premios Nobel, miembros de las ONG y funcionarios de la más diversa especie que en su mayoría conocen la miseria y el hambre sólo de oídas y que, a la inversa del proletariado en harapos al que pretenden representar, pueden permitirse el lujo de sufragar el viaje y la estancia en Brasil, sea con dinero propio o con el de las organizaciones a que pertenecen. No olvidemos tampoco que, a pesar de las loables y nobles intenciones que guían a sus promotores y protagonistas, encuentros como el del Foro Social Mundial forman también parte de lo que Guy Débord llamó en su día ‘la sociedad del espectáculo’. Los niños, madres, padres de familia, jóvenes y ancianos que en el Tercer Mundo padecen de verdad hambre y sed de justicia seguirán estando tan solos y abandonados como lo estaban antes de la cumbre de Porto Alegre.

Pensar de otra manera sería engañarse a sí mismo y despertar esperanzas de liberación que los señores y señoras de Davos se encargarán de frustrar, con o sin la tasa Tobin. Personalmente creo que el camino de salvación para la humanidad no está en acontecimientos de tipo espectacular y externo como los de Porto Alegre y Davos, sino que debe iniciarse en el interior del alma de cada uno de nosotros, que ha sido siempre el espacio sonde se han producido las grandes revoluciones espirituales y morales.