Un nuevo estudio expone cómo las nuevas formas de acaparamiento de tierras, encubiertas bajo el paraguas de la sostenibilidad y la conservación del medio ambiente, amenaza la producción de alimentos y está llevando al desplazamiento forzoso de comunidades africanas.
Colaboración de Encarni Castillo Simón
Publicado en la revista Umoya
La agenda mundial ha puesto el foco en el medio ambiente, todos estamos preocupados por los efectos del cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, etc. Y para solucionar estos problemas se está recurriendo a la puesta en marcha de iniciativas como los créditos de carbono, los programas de conservación de especies, los biocombustibles, etc. son las llamadas soluciones basadas en la naturaleza. Sin ser demasiado conscientes, que la puesta en marcha de estas políticas «verdes» acarrea, en no pocas ocasiones, efectos colaterales negativos, como el aumento del precio de la tierra, el acaparamiento de los recursos naturales pertenecientes a las comunidades locales y la pérdida de sus medios de vida.
Estas soluciones basadas en la naturaleza han desembocado en una oleada de nuevos casos de acaparamiento «verde» que suponen hoy en día el 20% de las transacciones de tierras a gran escala, según denuncia un informe publicado por IPES-Food bajo el titulo Acorralados. Los gobiernos y las grandes corporaciones se están apropiando de enormes superficies de tierra a través de planes de conservación, proyectos de compensación de carbono o planes de reforestación que dejan fuera a los pequeños agricultores, a aquellos que realmente sufren las consecuencias del cambio climático.
Shell, el gigante de los combustibles fósiles, ya ha destinado más de 450 millones de dólares a proyectos de compensación, y una única empresa de «creación de activos medioambientales», Blue Carbon, con sede en los Emiratos Árabes Unidos, ya se ha hecho con aproximadamente 25 millones de hectáreas de tierras en Kenia, Zimbabue, Tanzania, Zambia y Liberia, mediante la firma de acuerdos con los respectivos gobiernos.
La radiografía del momento es sorprendentemente, el 70% de las tierras de cultivo del planeta están controladas por tan sólo el 1% de las explotaciones agrícolas más grandes del mundo. Los pequeños agricultores están, realmente acorralados.
Simultáneamente, las tierras también están siendo objeto de apropiaciones para destinarlas a la producción de biocombustibles y energía verde, incluidos proyectos de generación de «hidrógeno verde» que consumen grandes cantidades de agua o para la conversión de tierras de cultivo y/o pastizales en parques solares. En la UE se sigue incentivando el uso de biocombustibles y así, si visitamos una gasolinera, debemos saber que el 10% del combustible con el que llenamos el depósito proviene de este origen.
Pero podría decirse que las mayores amenazas proceden de los florecientes mercados de compensación de emisiones de carbono, que mueven cantidades ingentes de dinero, aunque se ha demostrado que no reducen de manera real las emisiones. Mientras tanto, siguen los desalojos y recientemente, en Kenia, se ha informado que 700 miembros del pueblo Ogiek, que vivían en el bosque Mau, han sido reubicados a la fuerza por el gobierno, en nombre de la conservación de la naturaleza.
Estas diversas formas de «acaparamiento verde», amparadas bajo la defensa del medio ambiente, está obligando a agricultores y comunidades a abandonar sus tierras, lo que provoca un aumento de las desigualdades, revueltas de agricultores, éxodo rural, pobreza e inseguridad alimentaria. Parece que se nos olvida que la tierra es la base de nuestros sistemas alimentarios.
Estas situaciones no parecen frenar el auge de los mercados de carbono. Mientras los gobiernos se apresuran en elaborar planes de emisiones netas cero, los especuladores financieros trabajan a destajo en un mercado al alza, que se espera cuadruplique su valor de aquí a 2030. Las compensaciones por los proyectos de conservación de la biodiversidad también van en aumento, lo que supone un gran reto medioambiental.
Y, lo que es más importante, se está animando a los países más empobrecidos a utilizar sus tierras y recursos no sólo para alimentar a los países ricos, sino también para impulsar su transición energética y reducir sus emisiones de carbono.
Como propone el informe, es imperativo frenar los acaparamientos «verdes» y eliminar la inversión especulativa de los mercados de la tierra. Establecer una gobernanza integrada de la tierra, el medio ambiente y los sistemas alimentarios que sustente la soberanía de las comunidades y de los países. Fomentar la participación de las comunidades en las políticas de biodiversidad y clima, y embarcarse en una transición energética verdaderamente sostenible y equitativa que no se produzca a expensas de los agricultores y la soberanía alimentaria de los países del Sur Global.
Podemos concluir que el acaparamiento de tierras adquiere nuevas formas, que los derechos de las comunidades a su tierra se ve socavado de diferentes maneras, que la tierra se contamina y degrada a una escala sin precedentes, pero que es necesario buscar soluciones comunitarias que garanticen una transición justa, basada en los derechos humanos y en el respeto al medio ambiente. Conservar la naturaleza sí, pero no a cualquier precio.
Fuente:
https://ipes-food.org/wp-content/uploads/2024/05/LandSqueeze.pdf