África sigue desangrándose

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En África negra 700 millones de personas viven con una media de 65 centavos de dólar al día, más del 40% no tiene acceso al agua potable y en la que un solo conflicto, la guerra del Congo entre 1998 y 2003, ignorada en Occidente, costó la vida a tres millones de personas.

“El acceso a los mercados desarrollados debe ser la principal exigencia de África. La ayuda no sirve como motor de arranque. Ha fracasado en los últimos 40 años. La ayuda para el comercio debe ser el nuevo slogan”, afirmó el presidente de Uganda, Ioweri Museveni, durante la reunión sobre desarrollo celebrada por el Banco Mundial en Marra quech (Marruecos). Museveni puso el dedo en la llaga de Africa y defendió que el acceso de los países pobres al mercado mundial es más importante que la ayuda internacional. Los datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) no le desmienten. En 2002, la participación de África en el comercio mundial era del 2,7%, pero ese porcentaje se queda en menos del 1% si se descuenta a Suráfrica y a los países del Magreb. Una cifra escandalosa si se compara con el 25,8% que suponen las exportaciones de Asia; el 15,1% las de EE.UU. y Canadá, o el 42,4% las de Europa Occidental.

Museveni, que gobierna Uganda desde hace 18 años y que ha logrado que su país sea uno de los pocos del África subsahariana que ha crecido económicamente en los últimos años, aseguró que “los africanos exportan empleos y dinero con cada kilo de materia prima que exportan” y que, por tanto, son ellos los verdaderos “donantes, donantes en la ignorancia”. La falta de tecnología e infraestructuras para elaborar y poner en el mercado esas materias primas hace que, según sus cálculos, África done al mundo 10 dólares por cada kilo de algodón y 20 por cada kilo de café sin procesar.

El presidente ugandés explicó el atraso del continente negro por la existencia de lo que llamó “siete cuellos de botella estratégicos”:

  1. “La ausencia total de democracia”.
  2. “La falta de infraestructuras”.
  3. “La supresión del sector privado, especialmente por los regímenes posteriores a la independencia”.
  4. “Una economía basada en la exportación de un reducido número de materias primas sin valor añadido”.
  5. “Una estrategia de desarrollo concentrada en las industrias orientadas a la sustitución de importaciones en lugar de a la exportación”.
  6. “La balcanización política de África en 53 Estados, lo que supone que el continente no tenga un gran mercado interno ni pueda negociar conjuntamente con el mundo exterior ni tener la capacidad militar necesaria para disuadir a sus enemigos”.
  7. “Las carencias de un verdadero sistema educativo y sanitario”.

Se esté de acuerdo o no con sus palabras y su estilo populista, Museveni, que también se ha beneficiado de la ayuda internacional, ha obtenido algunos éxitos durante su mandato, como son haber pasado estos años de 300 kilómetros de carreteras a 2.000, de 2,5 millones de niños escolarizados a 7 millones o haber reducido el porcentaje de infectados con el virus del sida del 30% al 6% de la población.

Estos datos contrastan con los que rigen para el resto del África negra, donde casi 700 millones de personas viven con una media de 65 centavos de dólar al día, más del 40% no tiene acceso al agua potable y en la que un solo conflicto, la guerra del Congo entre 1998 y 2003, ignorada en Occidente, costó la vida a tres millones de personas.

AZNAR Y GUINEA ECUATORIAL

Este pequeño país con medio millón de habitantes se ha convertido en una pieza codiciada en el nuevo tablero internacional. La razón: la pequeña isla en la que se encuentra Malabo, la capital, y gran parte de sus aguas continentales se sitúan encima de inmensos yacimientos de petróleo. España, la ex metrópoli, no ha podido resistir tan interesante tentación y los tiempos de distensión y las críticas a la violación de los derechos humanos han dado paso a una relación de amistad y cooperación que se intensifica por momentos..

Que el régimen de Teodoro Obiang violaba sistemáticamente los derechos humanos era una evidencia que nadie se atrevía a negar. Hasta que apareció el negocio petrolero. Aminoraron las críticas a partir de ese instante y la diplomacia desplegó su arma preferida: ocultar cualquier información política procedente de Guinea Ecuatorial, mientras los grandes buitres del negocio petrolero, empezando por los gringos, entraban a saco en el país. España, quiero decir Repsol, llegó algo tarde al expolio, cuando la producción alcanzaba ya los 400.000 barriles diarios. Repsol consiguió un contrato con Malabo en junio de 2003. El dictador visitó al presidente Aznar en diciembre. Unas semanas antes, la ministra Ana Palacio firmó un acuerdo sobre “protección de inversiones mutuas”, pero además un compromiso para formar a miembros del ejército de Obiang en España al tiempo que Aznar envió expertos de la Guardia Civil para enseñar a los gendarmes ecuatoguineanos a controlar las fronteras. La ministra viajó posteriormente a Malabo con la idea de amarrar y bendecir el acuerdo de Repsol. El dictador cobra comisiones millonarias que coloca en bancos gringos y suizos…

UN POCO DE HISTORIA:
¿CUÁNDO REPARAREMOS LA INJUSTICIA CON ÁFRICA?

¿Cómo pueden medirse, y pagarse, las millones y millones de vidas destruidas durante siglos? ¿Puede haber una compensación adecuada para siglos de esclavitud, colonización y destrucción? ¿Podemos considerar a un grupo de personas responsable por las acciones de sus antepasados? ¿Dónde encajaría la explotación actual?

Una forma de resolver el tema es dejar de pensar en qué sería una compensación adecuada por la esclavitud. El crimen es demasiado grande, fue cometido por demasiada gente, a lo largo de demasiado tiempo; con tantos perpetradores y víctimas muertas, que una restitución, en el sentido de castigar a los perpetradores haciéndoles pagar una compensación a las víctimas, es imposible.

Además, imagínense si se lograra acordar y pagar una cifra, haciendo para ello una transferencia directa desde gobiernos occidentales hacia países africanos. ¿Verían el dinero, algún día, las personas que más lo necesitan? ¿Se utilizaría el dinero para enfrentar los problemas serios que afectan a África? ¿O la operación entera sería usada para hacer «relaciones públicas», con las que Occidente limpiaría su conciencia sin tener que resolver los problemas que creó? Sin cambios fundamentales en las relaciones de poder entre África y Occidente, los logros reales de las indemnizaciones se devorarían rápidamente. Por otro lado, las indemnizaciones podrían darse bajo la forma de una «reforma reformista»- que apoya la lógica del sistema actual con una transferencia rápida de recursos que volverían más rápido aún desde África a Occidente mediante los mecanismos políticos, comerciales, tecnológicos, financieros…de robo del sistema imperialista actual.

El daño del imperialismo ocasionado por Europa y Norteamérica a África se dio en cuatro fases. La primera fue el periodo de esclavitud, 1450-1850. La segunda fue el periodo de colonización, 1850-1960. La tercera fue en la independencia temprana, 1960-1980. La cuarta fue en el período de ajuste estructural, de 1980 a la actualidad.

ESCLAVITUD

En su libro «The African Slave», Basil Davidson sintetiza el daño inflingido por la relación de esclavitud que dominó la interacción entre Europa y África entre 1450-1850, intensificada en 1650-1850.

Un número estimativo de las personas llevadas es de 12 millones, además de 2 millones que murieron en el camino y 7 millones muertes antes del embarque, totalizando alrededor de 21 millones entre 1650 y 1850

COLONIALISMO

Una excelente introducción a los impactos del colonialismo y las subsiguientes relaciones entre Occidente y África es el trabajo de Brooke Schoepf, Claude Schoepf y Joyce Millen en «Dying for Growth».

Los países europeos continuaron los cinco siglos de esclavización convirtiendo a África en posesiones coloniales. Lo hicieron de maneras increíblemente violentas. La conquista belga del Congo mató a millones de personas. Europa desarrolló métodos de «tierra quemada» para la guerra, destruyendo sistemas agrícolas y despoblando áreas enteras.

El colonialismo fue una época de monopolio capitalista. Europa estableció plantaciones para cultivar productos altamente comerciables, minas y sistemas de transporte para facilitar la extracción de los recursos. Las vías y los caminos fueron diseñados para la exportación de mercancías, no para comunicaciones ni desarrollos económicos internos de África.

Si había crecimiento económico, los beneficios se transferían a Europa. La sociedad civil, gravemente afectada por la habilidad de los jefes para deshacerse de sus detractores durante los siglos de esclavitud, fue destruida más aún por las políticas coloniales. Los trabajos especializados y la educación eran monopolizados generalmente por los colonos blancos – y cuando no lo eran, eran entregados de manera tal que se creaba una elite controlada por los poderes coloniales, que actuara por intereses coloniales y no por intereses africanos.

INDEPENDENCIA

Europa no sólo no tenía ninguna intención de resignar su control sobre África. Las elites coloniales, que habían servido a los intereses europeos, normalmente se mantenían en el poder. Lo mismo hacían las economías dependientes de las manufacturas. De hecho, gran parte de la economía continuaba en manos extranjeras. Cuando algunos líderes africanos intentaron emprender un camino de desarrollo independiente, fueron derrocados por golpes apoyados desde Occidente.

Un ejemplo sucedió en 1961, con el asesinato de Patrice Lumumba en el Congo. Lumumba fue elegido primer ministro en 1960. Buscó lograr un desarrollo independiente para África. Pero Bélgica apoyó un levantamiento en Katanga, una provincia del Congo rica en recursos naturales, e intervino violentamente para apoyar el pedido de independencia de la provincia.

Aquellos gobiernos que no fueron derrocados y que deseaban diversificar la economía de sus países y construir servicios públicos, lo hacían por medio de préstamos dados por instituciones financieras internacionales. Con sectores de la economía controlados por multinacionales que se repartían los beneficios, los países africanos veían habitualmente que era imposible construir capitales y capacidad productiva. La diversificación era lenta, si es que se daba, y cuando los precios de las mercancías colapsaron, África ingresó en una crisis de deuda.La crisis de la deuda inaugura el cuarto periodo de daño a África: el periodo de ajuste estructural.

AJUSTE ESTRUCTURAL

Desde los 80´s, África ha sufrido programas de ajustes estructurales (SAPs). El ajuste estructural implica, normalmente: privatización de industrias y servicios públicos, desregulación de leyes de trabajo y medio ambiente, achicamiento de la fuerza de trabajo y los servicios del sector público- incluyendo salud, educación y alimentos subsidiados- una contracción de los servicios públicos esenciales en los países pobres.
En Zaire (previamente Congo), por ejemplo, en 1984, un SAP llevó a que 80.000 trabajadores de salud y educación fueran despedidos de puestos gubernamentales.
Los SAPs no han llevado a una reducción de la deuda africana, cuyo valor original se ha pagado varias veces. Las obligaciones de la deuda se llevan una porción aberrante de los ingresos, necesarios para que los países puedan mantener con vida a su gente, y también obliga a los países a que mantengan sus economías orientadas hacia la producción de exportaciones para poder obtener intercambio extranjero. Por cada dólar de asistencia recibido por África en 1993, tres dólares quedaron en obligaciones de deuda; cuatro quintas partes de las ganancias por exportaciones de Uganda van a las obligaciones por exportaciones. Entre 1990 y 1993, los países africanos gastaron 1340 millones en obligaciones por deuda – cuatro veces lo que gastaron en salud. El hecho de que África produzca cultivos de rápido consumo para exportaciones e importe alimentos no es bueno para su propia seguridad alimenticia, pero es bueno para el comercio agrícola occidental, que consigue un mercado en África a expensas de reformas agrícolas y el alivio del hambre.

La era de ajustes estructurales fue dañina también para la política exterior. EEUU intervino en la guerra civil de Somalia en 1993, supuestamente para «restaurar esperanza». Dicha intervención costó la vida de 18 estadounidenses y entre 7.000 y 10.000 somalíes. Las 18 vidas que perdió EEUU llevaron a que impidiera una intervención de la ONU en Ruanda, a pesar de que el comandante encargado de las operaciones en el lugar aseguró que podrían haberse prevenido 800.000 muertes en 1994 y 1995 con 5.000 soldados de la ONU, los cuales requerían de un transporte aéreo que tan sólo EEUU podía brindar. No se puede echar toda la culpa a Occidente, aunque el papel histórico indica que incluso las estructuras políticas africanas fueron creadas por la prolongada y destructiva relación con Occidente. Cuando se considera el daño actual, producido por las intervenciones militares y los SAPs, queda claro que está ocurriendo una cantidad horrorosa de sufrimiento innecesario.

Hasta en el genocidio de Ruanda, producido por el accionar político de extremistas del Hutu Power, Occidente cumplió un papel que va más allá del simple hecho de no haber actuado para prevenirlo. En este genocidio el Hutu Power organizaba a Hutus para matar a Tutsis y Hutus moderados. Al lado de Ruanda, en Burundi, una minoría gobernante Tutsi pasó la mayor parte del tiempo transcurrido entre los 60´s y fines de los 80´s masacrando a Hutus políticamente activos que trataron de sacarlos del poder: miles en 1965, tal vez hasta 100.000 en 1972, unos 5.000 en 1988. Al menos una parte de la responsabilidad, según Basil Davidson, (en «The Black Mans Burden») pertenece al legado colonial. Tanto en Ruanda como en Burundi la relación entre Tutsis y Hutus había sido de castas, siendo la minoría Tutsi dominante- pero era un sistema de casta con obligaciones mutuas y derechos por costumbres. El colonialismo belga hizo que los Tutsis pasaran de ser una casta superior comprometida y con responsabilidades a ser una minoría dictatorial sin compromisos ni responsabilidades. El resultado fue una ruptura entre los dos grupos, profundizada por la intervención occidental, que se dio a partir de la globalización en su forma de «causa juzgada»: en 1990 Ruanda sufrió una devaluación de su moneda que dejó a muchos jóvenes sin trabajo. En 1989 el precio mínimo establecido para el café, que le aseguraba un ingreso mínimo a los campesinos, fue eliminado por exigencia del Banco Mundial. Pobreza, desempleo e inseguridad económica no llevan indefectiblemente hacia violencia genocida pero la alimentan, al haber más personas dispuestas a creer en una campaña organizada por la «búsqueda de chivos expiatorios». En África, con un nivel tan alto de propiedad extranjera en la economía, donde el estado es una fuente esencial de trabajo, la competencia por el patronazgo estatal puede ser (y fue) manipulada por movimientos comunales como el Hutu Power.

¿Cuando repararemos la injusticia con Africa? ¿Cuado dejaremos de robar la riqueza de estos pueblos?…