Ya lo decía Napoleón: 'Cuando China se levante, el mundo temblará'. Los efectos que conlleva que este imperio se haya convertido en una especie de superfábrica mundial se nota un poco por todos lados.
Ambroise Ebonda (Publicado en Le Messager, Camerún con motivo de la Cumbre chino-africana que tuvo lugar del 3 al 5 de noviembre del 2006 en Pekín.**)
Ya lo decía Napoleón: «Cuando China se levante, el mundo temblará». Los efectos que conlleva que este imperio se haya convertido en una especie de superfábrica mundial se nota un poco por todos lados. Su mano de obra barata fuerza las deslocalizaciones y el cierre de muchas empresas en Europa, donde en particular la industria textil está en crisis. La amenaza china es tan real que los occidentales hablan sin reparos del «peligro amarillo», y no dudan en emplear medios extremos para resistirse. En los Estados Unidos, la Cámara de representantes votó una resolución pidiendo al gobierno americano bloquear, bajo pretexto de «seguridad nacional», la compra de la petrolera americana Unocal por una empresa china.
Pero si existe un lugar donde Occidente sufrirá los efectos de la potencia china, éste es el de la energía. China consume actualmente más carbón, hierro o cereales que los Estados Unidos, lo que tiene por consecuencia trastornar considerablemente los precios: por ejemplo, un 71,5% de aumento en 2005 para el hierro. Con el petróleo es peor: China absorbe ahora el 8% de oro negro extraído en todo el mundo. Los investigadores del Earth Policy Institute estiman que, si China adopta el modo de vida de los estadounidenses (que gastan la energía por doquier con sus enormes 4×4) esto supondría una pesadilla tanto a nivel económico como ecológico.
La economía africana no se beneficiará
En África, la industria textil está afectada por la emergencia de China. Sudáfrica, por ejemplo, que rompió sus relaciones diplomáticas con Taiwán en 1997 para acercarse a Pekín, no ve con buenos ojos el dinamismo chino. En septiembre del 2004, una de las principales organizaciones de la poderosa federación sindical sudafricana, la COSATU, amenazó con boicotear a los vendedores de productos chinos, acusándolos de contribuir a la subida del desempleo.
Los sindicatos sudafricanos también han pedido al gobierno la aplicación de restricciones a la importación de productos chinos para proteger la mano de obra nacional. Ésta es una de las limitaciones de la política comercial china en África, oficialmente fundamentada en el «win-win», el sistema «ganando-ganando».
El socio chino no da la impresión de preocuparse realmente de la creación de empleos rentables en el continente africano. A menudo, los trabajos los realizan los propios trabajadores chinos. Por ejemplo, del crédito que China concedió a Angola un 70% va a trabajos que realizan empresas chinas y con mano de obra china. La mayoría de africanos que encuentran trabajo en las estructuras chinas se lamentan generalmente de no estar bien pagados y de tener unas condiciones penosas. El modo de desarrollo chino, bajo la fachada de la cooperación entre países del sur, ¿no es otra manera de continuar explotando el continente africano?
Los chinos no son «hermanitas de la caridad»
Los africanos tienen todo el derecho de asociarse con China. Pero de ahí a creer que los chinos vienen a invertir en el continente para ayudarnos, hay un trecho. No debemos tomar a China por lo que no es, no son «hermanitas de la caridad». África es el paraíso que les permite obtener todo lo que necesitan, tanto para su supervivencia como para sus ansias de grandeza.
En primer lugar, hablemos de sus necesidades de supervivencia: su ritmo acelerado de desarrollo condena a China a la búsqueda desenfrenada de recursos energéticos. Encuentra en África una reserva de petróleo accesible y barata. De paso, recupera los costes por la compra de este petróleo introduciendo toda su mercancía. Pero hay más: el proyecto de creación de todo un barrio chino en Luanda, la capital de Angola, deja entrever que algunos países africanos podrían servir en el día de mañana como colonias de población china.
Pasemos a sus ansias de grandeza: China ambiciona convertirse en el país más poderoso del mundo. Ante esta perspectiva, África puede ser un campo de experimentación del liderazgo que quiere conseguir. Hasta hace poco, China tenía relaciones bilaterales con cada uno de los países africanos a nivel individual. Actualmente ya se siente capaz de hablar con todos conjuntamente. Hay señales inconfundibles. Existen las cumbres Francia-África, y ahora también la cumbre China-África. Y mañana, probablemente, existirá una «Chináfrica» como existe la «Françafrique». El continente africano se ha convertido en estratégico para la supervivencia de China, y ésta estará cada vez más tentada a inmiscuirse en la gestión de los países africanos. La superpotencia china se levanta en África.
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** La próxima cumbre China-África tendrá lugar dentro de tres años en Egipto. El primer ministro chino Wen Jiabao calcula que es esa fecha el comercio bilateral se acercará a los 100.000 millones de dólares, el doble de lo previsto en el 2006.