Así se le llama, a lo largo y ancho de ese continente. Él mismo lo reconocía hace poco, añadiendo: ‘me importa un comino, sé quiénes lo dicen, sé dónde están’. Se llama Paul Kagame, Presidente de Ruanda. Visita el Parlamento Europeo. Más aún, participa en unas Jornadas sobre Desarrollo de la UE, donde debe hablar sobre Justicia de género.
Kagame en Bruselas
Justicia de género, aquel que comanda el ejército que es señalado por un reciente informe de las Naciones Unidas como responsable de la ejecución sistemática y calculada de violaciones masivas de mujeres y niñas como arma de terror.
Cuesta creerlo. Quizá ayude a entenderlo pensar como hubiera tratado el mundo a Hitler si hubiera ganado la guerra. Pues bien, así ha sido en el África de los Grandes Lagos. Kagame es el vencedor de este conflicto, el más sangriento (unos 10 millones de muertos) desde la Segunda Guerra Mundial. Él lo inició con sus tropas, él lo ganó.
¿Se hablaría de las cámaras de gas y de los 6 millones de judíos exterminados en la Shoah, si Hitler hubiera sido el vencedor? El informe de la ONU (Mapping Report) enumera de forma escalofriante más de 500 masacres (han leído bien) realizadas por su ejército contra la población civil indefensa, de forma organizada, metódica, señalando que pueden ser –por un tribunal- interpretadas como un plan para el exterminio total de un pueblo, es decir, como GENOCIDIO.
La Audiencia Nacional Española, en 2008, le puso ya ese nombre, sin dudarlo, señalando a Kagame y a los 40 máximos cargos de su actual gobierno y ejército como responsables. ¿Importan las cifras? 4 millones de muertos. ¿Importan los métodos? Cerró los accesos a decenas de campos de refugiados en Congo, algunos de 30 y 40.000 habitantes, para matar a todos por hambre. A los que escapaban del cerco los esperaban sus soldados en los caminos y en los puentes, para ametrallarlos, o arrojarlos a los ríos. En muchos casos ordenó bombardearlos con armas pesadas y ametrallar luego a la población congregada. En la ciudad de Biumba (Ruanda) encerró a 2.500 personas en un estadio de fútbol y lanzó granadas sobre ellos, terminando con machetes la labor. Kibeho, Kisangani, Tingi-Tingi… jamás se borrarán de la memoria del pueblo africano. Como no lo hará Auschwitch de la nuestra. Con una gran diferencia… este nuevo hitler ha ganado su guerra, él gobierna, y él controla la información (o lo intenta).
No se molesten en creerme. Pueden leer los autos de procesamiento de los tribunales español y francés (este último lo acusa del magnicidio de dos jefes de estado para usurpar el poder). Son todos, como los informes de la ONU, oficiales, abiertos (no hace falta wikileaks).
Ante él, unos cientos de congoleños, de ruandeses, y quizá, espero, algunos europeos habrán protestado en las calles de Bruselas. Desafiando el frío de esta Europa que no parece verlos.
Quizá nos ocurra como a muchos honrados alemanes que miraban sin ver los camiones llevándose cada día a sus vecinos judíos. Quizá pensamos que un genocidio en África queda lejos. Y así, preocupados (¡y con razón!) por nuestros trabajos perdidos en la crisis, no veamos que esa costumbre de algunos «poderosos» de falsear la realidad y negociar con criminales es, en el fondo, la misma raíz para ambos problemas.
Sí, porque este moderno hitler es también un ‘gran’ hombre de negocios. De sus manos sale al mundo el 80% del coltán del planeta, esencial para la industria tecnológica, la de nuestros móviles, ordenadores y satélites. Y esto pese a que no existen minas de coltán en ‘su’ Ruanda. Están en el inmenso Congo, invadido repetidamente por su ejército y ‘pulverizado’ por sus milicias. Manos que nos venden, y manos que nos compran… armas. ‘Su’ país, además, recibe ingentes sumas en ‘Ayuda al Desarrollo’. ¿De quién? Exacto. Este hitler ha ganado la guerra de África, y así trata el mundo a los vencedores.
De la mano de Kagame, bajo cuya orden directa se ejecutó fríamente también a nueve españoles, por ser testigos de las masacres. Esperemos que la Interpol ponga las esposas a los presuntos criminales, acusados de organizar la violación de unas 40.000 mujeres y niñas en el Este del Congo. Que nuestros Parlamentarios, o algunos de ellos, comprendan que es por estas cosas que crece la brecha que los separa de una sociedad civil cada vez más informada, a la cual dicen representar.
En este instante, acabando esta carta, recibo la noticia de que al menos el Primer Ministro Belga, Ives Leterme, en boca de su portavoz, «no ha recibido finalmente a Paul Kagame por problemas de agenda»
Bravo, señor Leterme, pero llegue hasta el final, explique las razones de rechazar la foto con Kagame. Su pueblo, y toda Europa, agradeceremos su sinceridad. Presione para que la oposición en Ruanda, la que aún no ha sido asesinada, sea liberada de prisión. Porque su silencio, señores europarlamentarios, es nuestro silencio, y nos hace a todos responsables.