Ali Enterprises acusada de homicidio

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Las fuerzas paquistaníes de seguridad acusaron de homicidio a los tres propietarios de la fábrica textil de Karachi que se incendió, causando la muerte de centenas de obreros.

Según los bomberos de Karachi, los trabajadores quedaron encerrados en la factoría, cuyo estado era calamitoso, sin ventilación suficiente ni puertas de auxilio, lo que agravó el balance.

Los propietarios de la planta, en paradero desconocido e identificados por la Policía como Abdul Aziz, Mohamed Arshad y Shahid Bhaila –hijos del primero– también fueron acusados de negligencia por la total falta de medidas antiincendio en el inmueble siniestrado.

Un magistrado del Tribunal Superior de Sindh -provincia cuya capital es Karachi- ha iniciado una instrucción del caso, y el gobierno regional asimismo nombró una comisión investigadora encabezada por un juez.

De acuerdo con medios locales, el peor siniestro industrial de la historia del país ocurrió por negligencia empresarial y corrupción en los estamentos oficiales.

Corrupción

El Express Tribune relata este jueves que el recién dimitido ministro regional de Trabajo, Amir Nawab, reconoció haber suspendido hace más de tres años las inspecciones de seguridad en fábricas de la provincia por orden del ministro jefe de Sindh, Qaim Alí Sha.

El diario Dawn, uno de los más prestigiosos del país en lengua inglesa, asegura en su editorial que las fábricas en Pakistán son «campos de concentración en los que se niega a los trabajadores sus derechos básicos».

«Hemos acusado de homicidio a los propietarios de la fábrica debido a que descuidaron la seguridad de los empleados, lo que causó la muerte de centenas de personas», dijo Mohamad Nawaz Gondal, un mando de la policía de Karachi.

A mediodía del jueves (hora local), los equipos de rescate aún continuaban sus tareas y no tenían un número definitivo de fallecidos por el siniestro en el inmueble de la empresa Alí Enterprises, ubicado en un suburbio de la mayor ciudad del país.

Un responsable de los bomberos de Karachi, Zakir Husain, declaró que han contabilizado 280 cadáveres, mientras que los medios locales, que citan diversas fuentes, manejan cifras también cercanas a los tres centenares de muertos.

En su desesperación, algunos familiares empezaron a entrar en los restos del inmueble para recuperar los cuerpos ante la pasividad de los equipos de rescate, que se resisten a llegar a las zonas más dañadas del edificio por el peligro de que se derrumbe.

La virulencia del fuego quedó bajo control luego de que se extendió durante más de un día y dañó gravemente la estructura del inmueble, que presenta enormes grietas y que amenaza con venirse abajo.

Negligencia empresarial

A las quejas de las familias, que desde el inicio se lamentaron de que la falta de medios de los bomberos hizo imposible controlar el fuego a tiempo, se unen ahora denuncias por la falta de control administrativo ante flagrantes negligencias empresariales.

Los propietarios de la fábrica aparecen como los primeros responsables de la tragedia; un trabajador que salvó la vida afirmó ante las cámaras de televisión que vio cómo los dueños daban instrucciones de salvar la maquinaria en medio del incendio.

Precisamente las máquinas de coser sirvieron a algunos operarios para romper las ventanas que eran la única vía de salida del inmueble en llamas, donde se vivieron momentos dramáticos con personas arrojándose desde gran altura para salvar la vida.

En el momento del incendio había en el inmueble cerca de un millar de trabajadores -muchos de ellos llegados para retirar su paga porque ayer era el día de cobro-, que operaban sin medidas antiincendio, con accesos bloqueados y ventanas enrejadas. Entre los muertos hay numerosas mujeres y niños que trabajaban en la fábrica.

Según los equipos de rescate, la causa más probable del siniestro es que hubo un cortocircuito en un gran generador eléctrico ubicado cerca del acceso principal del edificio, que se convirtió en una trampa mortal para los trabajadores.

El martes anterior, más de veinte personas murieron en la segunda ciudad del país, la oriental Lahore, en un suceso casi calcado al de Karachi tras la explosión de un generador en una fábrica de zapatos en la que trabajaban cerca de cuarenta empleados.