Alternancia política e indefensión ciudadana

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¿Cómo es posible que partidos que se dicen de izquierda subviertan sus propios principios para hacer trabajos sucios más propios de la derecha y puedan seguir, satisfechos, cosechando votantes y militantes?

¿Es que ya ha tomado cuerpo ese panorama de pesadilla que describía Orwell en 1984, en el que el lavado de cerebro es tal que impide a la gente imaginar el futuro y permite a gobiernos que se dicen socialistas trabajar impunemente en favor del capitalismo? La abultada hoja de servicios prestados al capitalismo por los gobiernos del PSOE parece indicar que algo de esto ocurre. La novedad estriba en que esa utopía negativa no se apoya hoy tanto en la ideología política como en la económica, para justificar la «necesidad» de adoptar medidas injustas.


En efecto, cuentan en el haber de la era socialista presidida por Felipe González las más duras «reconversiones industriales» –léase desmantelamientos con despidos– y las más brutales privatizaciones de la banca y las empresas públicas, amén de reformas laborales orientadas a abrir la puerta al trabajo precario, abaratar el despido y a recortar salarios y pensiones, siempre en aras de una supuesta salud económica. Estos empeños, retomados también por los gobiernos de Aznar, contribuyeron a hacer que el coste laboral por hora de trabajo, las pensiones y los gastos sociales se sitúen hoy por debajo de la media europea de los 27. Pese a ello, el presidente socialista Rodríguez Zapatero se esfuerza en practicar nuevos recortes de derechos laborales, salarios y gastos sociales.


Estas agresiones a trabajadores y pensionistas son mucho más desmovilizadoras de la protesta cuando provienen de partidos que se dicen de izquierdas. Aún así González provocó varias huelgas generales y perdió apoyo electoral hasta que el abstencionismo lo acabó expulsando del Gobierno… y Zapatero va camino de conseguirlo. ¿Cuáles son las ideas económicas que lo impulsaron a infligir a trabajadores y pensionistas el varapalo más duro de toda la democracia? Estas ideas reposan en fábulas como la de la cigarra y la hormiga, que postula que hay que sacrificarse hoy para mejor vivir mañana. Pero la traslación social de estos cuentos no funciona. Sus moralejas se pulverizan cuando las cigarras viven del trabajo de las hormigas. Si no se altera el actual parasitismo distributivo, el sacrificio de trabajadores y pensionistas difícilmente redundará en su propio beneficio.