Llegan conducidos como ovejas y azuzados con palos como si fueran animales. Cubiertos con mantas y con algo de comida se suben a los autobuses organizados por el régimen bielorruso. No son del país, ni siquiera de algunos cercanos. Provienen de Afganistán, de Siria o Camerún. Poco importa. Algunos de ellos llegan incluso a Bielorrusia en avión, a través de mafias organizadas que les cobran el billete, miles de euros, a cambio de dejarles más cerca del sueño europeo.
Un sueño que se desvanece en cuanto se topa con las alambradas de espinos colocadas en la frontera Polaca. Al un lado una columna de soldados bielorrusos que no les dejan volver a atrás (tampoco es una opción para ellos) al otro, los soldados polacos que les devuelven “en caliente” si intentan traspasar la valla de espinos colocadas y reforzadas para impedirles el paso.
La Unión Europea y la OTAN lo han llamado “un ataque híbrido», un término que hasta ahora no se había utilizado en Bruselas a pesar de que la situación no es nueva. Lo que diferencia a ésta de otras es que quizá la manera de organizarlos, los objetivos y el propósito de desestabilizar el continente europeo es más claro y rotundo que nunca. Ni siquiera lo ocultan.
Bielorusia actúa en revancha por las sanciones impuestas por la UE (económicas y políticas) ante conductas por parte del régimen dictatorial de Alexander Lukashenko que han sido calificadas por la autoridades comunitarias como “violación de derechos humanos». Bielorrusia respaldada por Rusia con quien comparte objetivos, y propósitos políticos decide contraatacar enviando hordas, no de soldados, si no de inmigrantes desvalidos desesperados por iniciar una nueva vida en el continente europeo. Para ello les organiza el viaje, como si de una macabra operación turística se tratara, y a través de agencias especializadas les traslada desde sus países de origen, muy lejos de Europa, hasta la frontera con Polonia. La frontera exterior de la UE
La tensión ha escalado tanto que los movimientos militares, de tropas, aviones o soldados a ambos lados de la frontera se han intensificado, en un alarde de mostrarse los dientes mutuamente, Polonia, y la Unión Europea por un lado, y Bielorrusia y Rusia por otro, conscientes de su poder no sólo militar si no estratégico en la zona. El club comunitario consumió 394.000 millones de metros cúbicos de gas en 2020, de los que un 43% fue importado de Rusia, según Eurostat. El gasoducto Yamal-Europa, que es el que pasa por Bielorrusia, tiene capacidad para transportar 33.000 millones de metros cúbicos anuales a la Unión. Una de las amenazas de Lukashenko es cortar el tránsito de gas hacia Europa a las puertas del invierno y plena crisis energética a nivel internacional.
Entrevista al Secretario de COMECE
En el contexto de la alarmante situación humanitaria y política en la frontera polaco-bielorrusa, la COMECE, la conferencia europea de los Obispos publica una declaración en la que insta a la UE y a sus Estados miembros a expresar su solidaridad práctica con los migrantes y los solicitantes de asilo. Su Secretario General, el sacerdote Manuel Enrique Barrios recibe a Omnes para dialogar sobre este difícil situación.
– ¿Cómo se posicionan los obispos de la UE frente a lo que está pasando en Polonia?
Con preocupación. Entristece que se utilicen personas en situación de vulnerabilidad para fines políticos.
– Conjugar la dignidad de toda vida humana con el respeto a la soberanía de un Estado es complicado. ¿Cree que ante este caso ha de adoptarse ante todo un enfoque humanitario?
Es lo fundamental. Lo que hace a Europa y la Unión Europea lo que es, no es, en primer lugar acuerdos económicos o incluso políticos, sino una cultura de valores compartida, y el primero de estos valores es la dignidad de toda persona humana. Por tanto, lo primero que hay que salvaguardar es el enfoque humanitario que debe prevalecer sobre los demás. Pero, por otro lado, es también importante el respeto de la legalidad y la seguridad de las fronteras.
– Cree que la UE está haciendo lo suficiente para luchar contra el tráfico de seres humanos y contra la inmigración ilegal?
Creo que lo está intentando. La Comisión Europea presentó en septiembre del año pasado todo un paquete de medidas, llamado “Pact on Migration and Asylum” que tiene como finalidad afrontar la crisis migratoria y de las personas demandantes de asilo respetando su dignidad y la legalidad internacional, pero también los principios de ayuda humanitaria, de rescate en situación de peligro y proponiendo hacer todo compartiendo la carga entre todos los Estados miembros de la Unión. Sabemos, sin embargo, que por la forma de funcionar de la Unión Europea, donde a veces se requieren acuerdos unánimes entre todos los Estados, llevar esto a cabo no es fácil.
–Piensa Ud. que los gobiernos europeos adoptan posicionamientos egoístas y con una perspectiva sobre todo política que no tiene en cuenta el contexto humanitario y trágico de estas situaciones?
Los gobiernos europeos con frecuencia tienen que hacer frente a distintos retos a la vez, como pueden ser, por ejemplo, el crecimiento de posiciones populistas en su opinión pública o el miedo de los ciudadanos a perder su identidad, a la inseguridad y a perder su trabajo, sobre todo en una situación de crisis económica. Todo esto, sin embargo, no justifica tomar posturas egoístas y de cerrarse en si mismos y en las propias fronteras. Es también verdad que la verdadera solución a la crisis migratoria es la ayuda a los países de origen para que las personas no estén forzadas a emigrar.