Existe una hipócrita postura de los países enriquecidos ante la extensión de la enfermedad en África, sólo nos preocupa que los aviones, las fronteras de Ceuta y Melilla, estén seguras…En los empobrecidos de la tierra la guerra del Hambre provoca más muertes diarias que cualquier enfermedad. Reproducimos el artículo de Monserrat Salomón.
La mayor epidemia de ébola de la historia sigue avanzando sin control. La Organización Mundial de la Salud (OMS) continúa emitiendo alertas y pidiendo atención internacional a este desastre sanitario, que ya alcanzó a cuatro países africanos: Guinea, Sierra Leona, Liberia y Nigeria.
Se sabe que al menos hay mil 440 personas contagiadas y 826 muertos; sin embargo, estos números seguramente se quedan cortos considerando las dificultades que han surgido para el adecuado diagnóstico de la enfermedad.
“El ébola se mueve más deprisa que nuestros esfuerzos por controlarlo”, fue la sombría declaración que hizo la directora general de la OMS. El problema estriba en que los esfuerzos son débiles y tardíos. La misma OMS, apoyada por asociaciones como Médicos sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional, no se da abasto para suministrar lo mínimo necesario para atender la emergencia.
Desde material de protección para los médicos y enfermeras, hasta las mismas pruebas de diagnóstico, la escasez de estos materiales provoca que más y más personas se infecten. Con probabilidades de muerte cuando se recibe tratamiento por encima del 60 por ciento y, sin tratamiento, alcanzando el 90 por ciento, la situación se torna dramática.
El contagio se da por contacto directo con la sangre, y los fluidos de las personas infectadas en fase activa y con los cadáveres. Con medidas básicas de higiene ésta epidemia podría controlarse. El problema está en las condiciones de pobreza de las poblaciones afectadas: hacinamiento, falta de agua y ventilación, falta de diagnóstico oportuno por escasez de recursos, etc. Como puede verse, no es una epidemia que sea un peligro para un país con recursos.
Por un lado, podemos sentirnos tranquilos de que semejante enfermedad está lejos, por otro lado, deberíamos sentirnos responsables. El ébola no es una enfermedad nueva. A mediados de los años 70 se produjo una epidemia fuerte de este virus y nos dimos cuenta de su potencial destructivo.
¿Por qué hemos tardado tanto en atacar esta enfermedad? ¿Por qué no se ha avanzado como podría esperarse en la fabricación de vacunas que pudieran erradicar a este mortal virus de la faz de la Tierra? Seguramente porque es una enfermedad que sólo devasta a los pobres de entre los pobres.
Por ejemplo, ¿cuándo realmente vimos preocupación por esta epidemia en los noticieros estadounidenses? A partir de que su gobierno decidió repatriar a dos de sus ciudadanos que fueron infectados mientras atendían a la población enferma en África. Pánico y terror, el ébola toca suelo americano. Pero no se preocupen, mientras cuenten con líquido de-sinfectante, guantes y tapabocas, deberían ser capaces de controlar el virus. Así de sencillo, así de claro. Este dolor se queda en África.
Autor: Montserrat Salomón