Camerún: El pastor que busca la paz y la reconciliación en medio del conflicto

896

«No es fácil ser arzobispo de Bamenda en este tiempo de conflicto. La gente mira a la Iglesia con muchas expectativas, pero la crisis que vivimos desde que empezaron los enfrentamientos entre el ejército y los independentistas armados (último trimestre de 2017, ed) es muy fuerte, sobre todo en mi archidiócesis que está en el centro exacto del conflicto. Las dos facciones miran al arzobispo con respeto y para que les oriente, pero no es fácil: estamos con la gente que sufre y nos posicionamos contra las masacres, la violencia, los secuestros vengan del lado que vengan; por eso se nos acusa a menudo de ponernos del lado de una u otra fuerza. Así, la búsqueda de una solución se complica».

En este momento tan difícil para las poblaciones de las regiones anglófonas de Camerún, Monseñor Andrew Nkea Fuanya, Arzobispo de Bamenda, la capital, declara en una entrevista a la Agencia Fides toda la responsabilidad de ser un pastor de la paz y la reconciliación en una tierra sumida en una crisis de contornos dramáticos.
“Llevamos cinco años de conflicto abierto aquí», señala, «y hemos llegado a un número enorme de desplazados (800.000 según las estimaciones más veritieras, ed.) pero también nos asusta el número de muertos, heridos, secuestrados.

En el último periodo se han producido algunos signos positivos: muchos más niños pueden ir a la escuela y al menos el 60% de los institutos ahora funcionan (los separatistas han impuesto el cierre total de las escuelas públicas en protesta contra Yaundé, en algunas zonas las escuelas llevan cerradas desde el comienzo de la crisis, ed), el trabajo, en sus diversas formas, se ha reanudado en la mayor parte de la zona y algunos de los desplazados están regresando lentamente. Pero, lamentablemente, junto a estos datos alentadores, debemos registrar algunos muy negativos. En primer lugar, la violencia está aumentando, los separatistas tienen más armas y están realizando más ataques contra los militares.

Disponen de nuevas estrategias, como fabricar sus propias bombas para acercar sus acciones bélicas a los cuarteles. El ejército responde con dureza y aquí la gente vive en un estado de inseguridad permanente. Los secuestros y las torturas van en aumento y la vida se ha vuelto imposible. La gente está harta, quiere vivir en paz y tener una vida normal, pero sigue habiendo demasiado miedo. La población está atrapada entre dos fuerzas opuestas que dicen estar ahí para protegerla, pero está sufriendo a manos de ambas. Hay un gran sufrimiento y nuestra atención sólo puede centrarse en la población». (…) (-continua)

Lee en la fuente de FIDES
(Agencia Fides 25/6/2022)