Jesús comienza su trabajo de liberación, suscitando por su actitud de amor total la revolución en el individuo. Cada uno en particular debe realizar esta obra de liberación. Jesús la trae al mundo por su nuevo mandamiento de amor, y por sus actos simbólicos y ejemplares de liberación; sin embargo cada uno debe de realizarla en él y en su entorno. Por su vida y su muerte Jesús muestra el método de la lucha radical no-violenta contra el sistema.
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CAMINO de LIBERACIÓN de JESÚS
Jesús comienza su trabajo de liberación, suscitando por su actitud de amor total la revolución en el individuo. Cada uno en particular debe realizar esta obra de liberación. Jesús la trae al mundo por su nuevo mandamiento de amor, y por sus actos simbólicos y ejemplares de liberación; sin embargo cada uno debe de realizarla en él y en su entorno. Por su vida y su muerte Jesús muestra el método de la lucha radical no-violenta contra el sistema. Esta vida y esta muerte son directivas para el desarrollo de la lucha de liberación, cuyas formas deben de ser cada vez adaptadas a la situación histórica del momento.
El método de Jesús consiste en confrontar a los hombres por preguntas e imágenes, de tal suerte que sientan su estima y estén dispuestos a abrirse o a reconocer la contradicción que existe entre la verdad y su vida personal, y comiencen a transformarse radicalmente fundándose en esta verdad. Así es como introduce el proceso de autoliberación, por la fuerza del amor divino y de la verdad. En este proceso no solamente la voluntad libre de cada uno es provocada a cambiar radicalmente de mentalidad, sino que el testimonio de la verdad choca igualmente contra la injusticia del sistema establecido. Jesucristo lo saca a la luz, lo hace público y lo condena abiertamente. Pensemos por no citar más que algunos ejemplos, cómo denuncia la hipocresía, la voluntad de poder, y la explotación practicada por los guías políticos y religiosos del pueblo, pensemos en el rechazo a la discriminación de la mujer, en el rechazo a la pena de muerte (escena con la mujer adúltera), rechazo de la violencia como medio de liberación (tentaciones de Jesús , espada de Pedro), a la condenación de usurpación sacrílega de los sacerdotes (toma de posesión simbólica del templo), etc.
Luego esboza por palabras y actos los rasgos fundamentales del hombre nuevo, liberado, y de la sociedad nueva. Lo hace siempre en presencia de algunos hombres en quien tiene una confianza absoluta y en situaciones concretas, que son una parte de la historia de Israel. Hace comprender a la base, al pueblo que cada uno aún el más pobre y modesto es capaz de hacerse responsable en el proceso de liberación. Los hombres que serán portadores de su obra liberadora son los pobres, los hombres no cultivados (pescadores). Lo que es esencial es la fe absoluta en la fuerza de la verdad y del amor que Dios da (ve, tu fe te ha salvado… porque has creído, mucho te será perdonado… tienes que renacer en el espíritu y en la verdad) . El pueblo se libera de la esclavitud engendrada por el miedo, la pasividad, y el egoísmo .
La comunidad de hombres liberados, la célula que debe engendrar el nuevo reino, está caracterizada por el diálogo (dar y recibir) y florecimiento común en la estimación y el amor. Esto condiciona un concepto radicalmente nuevo de la estructura comunitaria y de la dirección. Es un rechazo absoluto de pretensiones totalitarias, del culto a la personalidad, de la dictadura. La fraternidad es la característica de la nueva comunidad. Derrumba los muros que bajo las formas de tabúes y de fracciones políticas, desgarran al pueblo, hacen la unidad imposible, y disminuyen su poder. Lo que es decisivo es únicamente el hombre nuevo, el hecho de pronunciarse por la revolución del amor. La comunidad de los discípulos de Jesús rompe todas las fronteras. Va desde «los silencios en el país» pasando por aquellos que se sienten cercanos a los zelotes (Simón, Judas, Pedro tal vez ) hasta «los publicanos» (traidores al pueblo) y a los grupos cercanos a los fariseos.
La antinomia amigo-enemigo está definitivamente sobrepasada en esta comunidad. En la perspectiva de la justicia, del amor, de la reconciliación, se ha fijado una escala de valores. Fórmulas y leyes que han perdido su sentido son retiradas (abluciones, ciertas reglas concernientes al sabbat) para dejar lugar a los conceptos esenciales capaces de hacer progresar la justicia. En la comunidad voluntaria de bienes (caja común, compartir, propiedad en común, caracterizan a la Iglesia primitiva). La dirección hacia una economía y una política gestionadas en común, se pone claramente en evidencia. El capitalismo privado o el del Estado están en contradicción radical con el concepto de SCHALOM. Desarrollar las iniciativas para la utilización la gestión en común es justamente hoy un trabajo primordial. La exigencia de justicia en el Antiguo Testamento está realizada no sólo en la nueva comunidad, sino que está sobrepasada por un amor dinámico al prójimo y al enemigo. Hacer triunfar la justicia es una exigencia mínima (salario justo, derecho de poseer una tierra, derecho de los padres, derecho de participación, etc. …). En el nuevo reino, existe además la obligación de la bondad, del amor, que de una manera creativa sobrepasa la exigencia del derecho. Esto por ejemplo queda puesto en evidencia con mucha nitidez en la misión de vencer la injusticia por la no-violencia. La autodefensa del antiguo testamento: «ojo por ojo, diente por diente», que servía para afirmar y hacer triunfar los derechos, queda sobrepasada por la misión de la contra-ofensiva: «Si alguno quiere llevarte a juicio para tomar tu túnica dale también tu manto» (Mt 5, 40). Lo que significa: Atacas a su conciencia por un acto de bondad, despiértale ahí con el fuego de tu amor, libérale. «Si alguien te pide que le acompañes una milla, acompáñale dos» (Mt 5, 41). Exigencias del poderío de la ocupación romana que les obligaba a llevar los fardos: Ataca a su conciencia, hazle hacer una revolución en sí mismo, para que se convierta en un hombre nuevo. «Si alguno te abofetea en la mejilla derecha preséntale también la otra» (Mt 5, 39). Lo que quiere decir: No seas pasivo, no te esquives por miedo, resiste valerosamente, no por la contra-violencia, sino por la fuerza de la verdad y del amor que te liberan, y provocan en el adversario una actitud nueva. En el primer plano de la dinámica del reino, no hay solamente reivindicación de los derechos del hombre , sino que al sobrepasarla hay el compromiso por la fuerza del amor de Dios, para transformar en su raíz las injusticias (de hombres y estructuras).
A esta actitud de amor corresponde una nueva concepción del perdón. La experiencia de la comunidad hace tomar conciencia a cada uno de sus propios límites, de sus dependencias de sus debilidades, de sus fallos. Por ello el SERVIDOR de Dios, misericordioso y perdonando a todos, da con su vida ejemplo del perdón PERMANENTE, que es una exigencia del nuevo reino. Para ayudar a la auto-liberación, Jesús enseña que no sólo debemos pedir perdón por nuestros errores que reconocemos ante el prójimo, pues a menudo percibe mejor nuestras faltas puesto que las sufre: «Si al llevar la ofrenda al altar te acuerdas que tu hermano tiene algo contra tí… vete primero a reconciliarte con tu hermano, después vendrás a hacer tu ofrenda» (Mt 5, 23-24). Escuchar la crítica del adversario, dialogar con él para liberarse a sí mismo y liberarle a él son los pasos esenciales en el camino de la reconciliación. El hecho que la reacción violenta de los grupos privilegiados del sistema, que se sienten amenazados, se dirige contra el liberador y su comunidad que con su vida dan testimonio de la verdad es un signo de su autenticidad. El que denuncia la injusticia y la combate de forma no-violenta (la verdad es una espada) chocará casi siempre en cuanto su compromiso adquiera cierta dimensión contra la reacción violenta de los que buscan defender sus privilegios. ¿Cuál fue la actitud de Jesús respecto a los violentos ataques del sistema? Dos cosas son aquí esenciales:
Primeramente: JESÚS permanece no-violento hasta el final de su lucha. No se deja atrapar por el sistema, no opta por la contra-violencia pues sabe que ésta no puede salvar, ni al pueblo ni a los responsables en el interior o en el exterior de Israel. Su camino de liberación es la resistencia no-violenta hasta la última consecuencia: rehusar absolutamente participar en la injusticia, y estar dispuesto a pagar en la cruz el precio de la liberación. Aparentemente es un fracaso total. Sin embargo ese fracaso es sólo aparente, pues engendra la resurrección, y ésta contiene en germen el nuevo reino de Dios reconciliado ya en el mundo. Es un acto de liberación que continua actuando en la historia en todas las naciones, aún si su realización es sólo para el fin de los tiempos. Así cada acción realizada por la fuerza de Dios, continua actuando de forma visible e invisible como fuerza transformante en la historia.
Segundo: la convicción de los sacerdotes que se podía anular la fuerza revolucionaria de la verdad y del amor, con la ejecución de Jesús, queda desenmascarada por Él mismo como una ilusión. La revolución que Jesús trae al mundo es una fuerza espiritual, que no puede ser liquidada ni por los cuchillos, ni por las armas de fuego o las bombas atómicas, ni por las torturas ni por los lavados de cerebro, ni en Jesús, ni en los que siguen el camino de la verdad. Esta verdad es el soplo de Dios en el hombre que renace en cada niño; principio de esperanza y de resurrección, más fuerte que todos los sistemas de violencia del mundo.
Sin embargo las discusiones y confrontaciones de Jesús con los poderosos del pueblo y su compromiso para hacer pasar la ley del amor, se sitúan en un conjunto más amplio pues su mensaje de liberación está unido profundamente a todas las aspiraciones de la humanidad hacia la liberación. En vida de Jesús, como ya lo hemos dicho, Israel estaba bajo la ocupación romana, así pues políticamente sometida. Ciertos grupos, por ejemplo la casa real de Herodes, medios económicos oportunistas, los publicanos y otros, colaboraban con la fuerza de ocupación.
La actitud de muchos guías políticos, religiosos de Israel, corrompidos, pensando únicamente en explotar (en general estaban contra los romanos) no realizando las exigencias esenciales del SCHALOM, hizo sufrir al pueblo una segunda opresión.
En el pueblo mismo existían dos esperas mesiánicas fundamentalmente diferentes. La primera de estas orientaciones estaba representada por los que llamaban «Los silenciosos en el País». Estos ponían su esperanza en la venida del Mesías anunciada por los profetas del Servidor de Dios, sufriente y salvador, quien por la justicia, la verdad y el perdón, edificaría el Reino de Dios. Rogaban y ofrecían sacrificios por su venida. La segunda orientación estaba representada por los zelotes. Por la destitución de los curas corrompidos, y por la liberación violenta de la dominación de los romanos en quien veían el anti-reino satánico; los zelotes querían instaurar la ley de Dios . Esperaban en la persona del Mesías un libertador político, que por una lucha de liberación violenta conduciría a Israel a la victoria y a la construcción de un reino poderoso en el que reinara la justicia. Preparaban esta liberación en grupos de guerrillas, se negaban a pagar el tributo al César, y organizaban insurrecciones locales. Sus tentativas de liberación apagaron su apogeo en la Guerra Judía. Esta guerra condujo a la destrucción de Jerusalén en el año 70 y a la desaparición completa de los guerrilleros que se habían parapetado en la fortaleza de Massada.
La posición de Jesús entre una potencia de ocupación imperialista y una clase superior, en muchos puntos de vista infiel a la ley de Dios, en el país mismo de una parte, y de otra los movimientos de liberación violenta, no es tan distinta de la situación en que se encuentran en nuestros días los cristianos en muchas regiones del tercer mundo, y también en los países industriales. ¿Cuál fue la opción de Jesús para llevar a cabo la liberación? Su opción debe ser un modelo para el cristiano que lucha por la liberación, y además servir de guía a la humanidad entera. El hecho que la Iglesia y los teólogos no ofrecen a menudo a los cristianos laicos, curas y obispos en situaciones revolucionarias en América Latina, en África del Sur, o en otros lugares, otra cosa que el consejo de adoptar una actitud pasiva ante la injusticia, o emplear una «violencia justa» para triunfar, muestra de forma trágica que la lucha de liberación de Jesús, radical y no-violenta, es casi desconocida, no enseñada, no vivida. Sin embargo la toma de conciencia de este hecho, y la situación urgente en muchas regiones del mundo han conducido la teología y la práctica pastoral a atacar esta cuestión. Desde el punto de vista histórico y apoyándose en fuentes recientemente descubiertas se ha examinado minuciosamente las relaciones de Jesús con los revolucionarios de su tiempo .
Estos trabajos nos hacen al Jesús histórico más cercano. A esta imagen hay que añadir naturalmente la de Cristo, el Hijo de Dios Salvador. Estas búsquedas recientes han conducido a resultados diametralmente opuestos. Así por ejemplo S. G. F. Brandon, cuyos trabajos están considerados como los textos de referencia para todo cristiano que trate de dar un sentido teológico a las revoluciones de nuestro tiempo, no ve ninguna contradicción entre Jesús y la violencia revolucionaria de los zelotes -Brandon constata- Jesús no era zelote, sin embargo defendía los principios y los fines, no excluía una participación muy íntima en la misión de Jesús.
Al final parece que el movimiento de Jesús y el de los zelotes se unieron en Jerusalén en un compromiso revolucionario -en el Gólgota-, Jesús fue crucificado entre dos bandidos que probablemente eran zelotes, compañeros suyos que como él fueron castigados por su revuelta contra Roma .
Sin embargo M. Hengel, O. Cullmann, E. Edwards y H. R. Weber demuestran que la imagen del Jesús de las guerrillas esbozada por Brandon (antiguo capellán militar) no podía resistir a una crítica objetiva de los textos y de las fuentes. Se coloca demasiado a priori y partiendo de ahí se interpretan en el texto actitudes y concepciones, para las que no hay pruebas. Así por ejemplo la afirmación que en la Guerra Judía los cristianos de origen judío no se habían retirado a Pella, sino que se sublevaron al lado de los zelotes contra los romanos, que Jesús no atacó jamás a los zelotes ni a sus objetivos, que Mateo, Lucas y Juan habían inventado al Jesús pacifista etc…
Sin duda alguna se desliza también en Cullmann (desde el punto de vista escatológico) y en Edwards (desde el punto de vista de la no-violencia) algunos acentos personales en la interpretación, sin embargo estos acentos parecen aproximarse más al Jesús histórico. Cullmann muestra que la actitud de Jesús se caracteriza por su radicalismo escatológico. Este conduce de una parte también al rechazo de los movimientos de resistencia, porque estos por sus fines, desvían la mirada del reino de Dios que va a venir, y por el empleo de la violencia hieren la exigencia de la justicia y del amor absoluto .
En esta perspectiva que se aproxima al camino de liberación del SCHALOM que hemos presentado en este capítulo, está claro que Jesús ha denunciado y condenado de forma radical la injusticia de su tiempo, debía estar en lo concerniente al análisis y a la crítica en una amplia medida de acuerdo con los zelotes que militaban igualmente por la pureza de la Ley de Dios. Así mismo en América Latina, por ejemplo, el análisis de la situación y la crítica de la violación de los derechos fundamentales del hombre, tal como se practican en las guerrillas, concuerdan con los representantes de la resistencia no-violenta y los dos se encuentran en la misma determinación para llevar la lucha hasta el sacrificio de su propia vida.
Como rasgo que aproxime Jesús a los zelotes, Cullmann cita entre otros: Jesús predica: el Reino de Dios está cerca (los zelotes no predicaban otra cosa).
-Hay consciencia de cumplir una misión decisiva para el advenimiento de este reino.
-Su actitud crítica respecto a Herodes a quien llama zorro (Lc 13, 32).
-Su influencia sobre la muchedumbre que según Juan (6, 15) quiere hacerle
rey.
-La atracción que ejerce sobre los zelotes… podríamos en vida de Jesús interpretar como actos de zelote (aunque sea un error) «los vendedores expulsados del templo, la entrada en Jerusalén en las circunstancias descritas por los evangelistas, el hecho de que uno o varios discípulos llevasen armas en Getsemaní.
-Finalmente el hecho ya citado que Jesús fue condenado por los romanos como agitador zelote, según lo prueba la inscripción sobre la cruz .
Pero donde se trate de los fines y de los métodos de la liberación, los conceptos deben separarse con la mayor firmeza, pues el fin de Jesús no es la toma del poder político por la destitución del clan de sacerdotes, y la revuelta contra los romanos, sino la edificación del Reino de Dios, del Reino de la justicia y de la verdad entre los hombres, y por estos últimos, una transformación radical del mundo que se acabará sólo en los últimos tiempos. Por esto en este último sentido, el juicio de los romanos tomando a Jesús, como un revolucionario, no es un error (como piensa Cullmann) . O más bien es un error de apreciación sobre la cualidad de la revolución, desencadenada por Jesús, que se distingue radicalmente de la revolución violenta de los zelotes. En virtud de su tradición religiosa los guías de Israel conocieron el sentido de la revolución del SCHALOM de Jesús y sabían que tocaba las raíces de su propio poder. Por ello acusaron a Jesús y lo entregaron a los romanos. Mas los Jefes romanos paganos no podían hacer distinción entre la revolución de Jesús y la de los zelotes y condenaron al Mesías como otro más de los numerosos rebeldes de Judea.
Por Cristo, el Reino de Dios está ya implantado en el mundo, y esto exige un compromiso radical y revolucionario para la transformación de los hombres y del mundo, aquí y ahora, según el ejemplo de Jesús. Mas siempre en la perspectiva que la liberación definitiva no será realizada hasta el fin de los tiempos. La ausencia de esta teología y de esta práctica de la liberación por la fuerza de amor del Evangelio conduce (en situaciones concretas), de forma trágica, o bien a la resignación, a la pasividad, o al pietismo, o sino a teorías o revoluciones violentas como la de los zelotes. La Iglesia (¿va a reconocer al fin, enseñar y realizar la revolución de Jesús que actúa en la historia y será terminada al final de los tiempos?). ¿O va a continuar como en el pasado con actitudes farisaicas y ambiguas dejando solos a los cristianos y a todos los hombres profundamente oprimidos? ¿Cuando comenzará; cuando, pues, los teólogos empezaran a aprender teológicamente la liberación no-violenta ya realizada en muchas partes del pueblo de Dios?
La espera del Mesías político y de la liberación política de Israel estaba profundamente enraizada aún entre los discípulos de Jesús, pensemos en los discípulos de Emaús que aún después de la muerte de Jesús se lamentaban: «Esperábamos que era él quien debería liberar a Israel» (Lc 24, 21). También Jesús debió varias veces y aún con dureza tomar postura contra esta falsa espera. La denomina como una tentación de Satanás. Al principio de su misión, en el momento de la tercera tentación en el desierto, tomó radicalmente posición contra ella. Satanás pone a los pies de Jesús todos los reinos, todo el poder de este mundo. Ardiendo por la justicia y la libertad Jesús que se identifica con la historia y la opresión de su pueblo, debió sentirse atraído por la tentación de conducir la lucha de liberación violenta de su pueblo. Pero en el texto de S. Lucas (por las mismas palabras de Satanás) el carácter antidivino y servil de esta política de violencia se pone de manifiesto. A ti quiero darte este poder y esta gloria (pues ella me ha sido dada) y la doy a quien yo quiero (Lc 4, 6-7). Tomar la espada del poder del César, poco importa con qué intención, es siempre servir a Satanás. Por ello la respuesta de Jesús es y necesariamente debe ser, que hay que adorar a Dios sólo y sólo a Él servirle. Unicamente Dios tiene poder legítimo sobre la vida y la muerte .
Más tarde por las palabras de Pedro, la misma tentación de Satanás se presenta ante Él. «Entonces les preguntó: ¿y vosotros quien decís que soy yo? Pedro respondió: tú eres el Mesías». Más les ordenó severamente no decírselo a nadie. y empezó a decirles que era necesario que el Hijo del hombre sufriese mucho, fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuese condenado a muerte y que resucitaría a los tres días, lo dijo muy abiertamente. Entonces Pedro le coge a parte y se pone a reprenderle. Mas Él se volvió, miró a sus discípulos y ásperamente dijo a Pedro: «lejos de mí, Satanás; tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres» (Mc 8, 29-33).
Jesús rechazó de nuevo la tentación con mucha firmeza. Aún en Getsemaní, cuando se trataba de la sobrevivencia física de Jesús y de sus compañeros, Jesús rechaza la defensa violenta: «He aquí que uno de los que estaba con Jesús echó mano de su espada, la desenvainó e hirió al servidor del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Entonces Jesús le dijo: vuelve tu espada a la vaina, pues los que cogen la espada a espada morirán» (Mt 26, 51-53).
Podíamos citar otras muchas palabras y actos de liberación de Jesús que manifiestan el carácter no-violento de la misión de Jesús. Algunas palabras quedan todavía oscuras e inexplicables -como la de «comprar una espada» (Lc 22, 36-38). Sin embargo las grandes líneas de su vida, de sus palabras y actos le revelan como el revolucionario liberador por el amor universal. Para poner más claramente en evidencia la imagen del liberador que en la verdad y en el amor realiza el SCHALOM e indica un camino de liberación para nuestro tiempo; también he aquí un acto de liberación de Jesús. Los vendedores expulsados del templo, un ejemplo concreto de la vía de la revolución no-violenta de Jesús. (Este ejemplo se cita siempre para justificar la violencia liberadora «la violencia revolucionaria justa»).
Los VENDEDORES EXPULSADOS del TEMPLO: Un ACTO REVOLUCIONARIO NO-VIOLENTO de JESÚS.
Brandon y Eisier que ven en Jesús un revolucionario cuya doctrina no está en absoluto en contradicción con el empleo de la violencia de los zelotes, presentan los acontecimientos de la siguiente forma .
Una provocación aún más fuerte (que la entrada de Jesús a Jerusalén) fue el asalto al templo con la ayuda de sus discípulos y de la muchedumbre, asalto que fue sin duda acompañado de pillaje y efusión de sangre (Brandon).
Quien conozca el mundo y los hombres, Jerusalén, Galilea, Roma, de otra forma que a través de los sermones del domingo, sabe que si no es el ataque de los cambistas, por lo menos el de los vendedores no pudo hacerse sin víctimas. En el mundo entero no hay ningún boyero que permita que alguien expulse a su ganado o a su vendedor sin sacar su cuchillo y atravesar al adversario. Al mismo tiempo probablemente después de un acuerdo con Jesús (hubo según Marcos en 5, 7), un motín zelote en Jerusalén). En esta ocasión fue cuando Barrabás y los dos bandoleros crucificados con Jesús fueron detenidos. Es cierto que Jesús no pudo mantener su posición en el templo y se retiró con sus discípulos (Brandon).
Es un cuadro impresionante y en apariencia lógico el que aquí se esboza. A la objeción que se había extraído de forma muy unilateral de las fuentes y completado en parte con la imaginación, Brandon responde con el argumento que los Evangelios que nacieron 70 años después de nuestra era falsearon las tradiciones más antiguas en un sentido apologético y pacifista, para velar el origen revolucionario del cristianismo primitivo.
Un ejemplo de los datos locales muestra que los acontecimientos no pudieron desarrollarse así. Pues el atrio del templo de Herodes que ocupaba la función de «agora» y eventualmente de forum media 450 metros de largura y 300 metros de anchura. En el ángulo Nordeste se encontraba la fortaleza Antonia ocupada por una cohorte romana de por lo menos 500 a 600 hombres, y estaba religada al templo por una amplia escalera que permitía a la guarnición intervenir en cualquier momento como lo muestran los acontecimientos cuando el arresto de Pablo (Act 21, 27). Según Flavio Josefo había además en las grandes fiestas soldados apostados en los tejados del pórtico exterior que debían vigilar el tráfico en el gran Atrio.
Todo tumulto importante habría indefectiblemente impulsado a la guarnición a intervenir teniendo en cuenta además que sobre ese punto Pilatos no era muy puntilloso. El relato de Marcos no representa sin duda una atenuación apologética, sino mas bien una exageración, condicionada por el deseo del evangelista de transmitir un relato vivo, épico y kerigmático. Mateo y Juan exageran todavía mas. En Juan sólo se trata de vendedores de grandes bestias, subdichas violentas como subraya Eisier (Jn 4, 55). En Marcos no aparecen, y con razón, pues según los textos rabínicos, la venta de animales para los sacrificios, salvo la de palomas, se hacia fuera del Atrio. En la escena de los vendedores expulsados del templo se trata sin duda de una demostración profética, podríamos también decir, de una provocación, en la que se trata menos de expulsar a todos los mercaderes y a todos los cambistas, lo que no hubiera sido posible, sin un gran tropel y un motín general y hubiese arrastrado la intervención de la guardia del templo y la de los romanos, sino más bien de una condenación demostrativa de su comercio, que atacaba al mismo templo, a la aristocracia reinante del templo, puesto que sacaba de ello su provecho. Además es muy posible que no era la acción lo que estaba en el centro, ésta en sí tuvo poco sentido, fue la palabra. Tal episodio no basta para que hubiese una intervención del ejército de ocupación, pero sin duda para hacerse adversarios mortales entre la jerarquía .
Si de esta forma Jesús hubiera querido desbancar la casta de los sacerdotes, como insinúan Brandon y Eisier, habría que negarle todo realismo revolucionario. No hubiera sido capaz de ser un jefe de guerrilla. Su revolución es totalmente diferente, por ello los métodos son distintos (el fin y los métodos) que los de los zelotes. Hengel hace la observación que es el poder de la palabra lo que está en el centro de este acto. Miremos la escena en Marcos 11, 15-19:
«Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que vendían y a los que compraban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas; y no consentía que nadie transportase objetos atravesando por el templo. Luego se puso a enseñar diciendo: -¿No esta escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pues vosotros la tenéis convertida en una cueva de bandidos. Los sumos sacerdotes y los letrados se enteraron; como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su enseñanza, buscaban la manera de acabar con él. Cuando atardeció salieron fuera de la ciudad».
Desde su infancia Jesús conocía a los mercaderes del templo. Durante su vida pública, enseñó y rezó a menudo en el templo. Conocía no sólo a los mercaderes ávidos que se establecieron allí desde generaciones, y el sistema bancario del templo; conocía también a los sacerdotes que los sostenían y toleraban, pues sacaban provecho de ello; conocía su explotación y su hipocresía. Desde hacia años denunciaba a los hombres este comercio contrario a la Ley de Dios. Formó la opinión, denunció la injusticia, dio testimonio de la verdad. Y el pueblo comprendió cada vez más la fuerza de la verdad que emanaba de Jesús; aún los sacerdotes entendieron el mensaje y su conciencia estaba inquieta.
Cuando después de 3 años sin respiro hubo abierto las conciencias con amor y paciencia, llegó el día en que la situación estaba ya madura para implantar el germen revolucionario que debía transformar también el sistema de injusticia. Jesús lo hizo, mostrando simbólicamente de qué forma sus discípulos debían oponer una resistencia a los sistemas de violencia en el mundo. Lo primero de todo abrir las conciencias, denunciar la injusticia, dar testimonio de la verdad (largo período de preparación). Luego por un primer acto no-violento (después de esta preparación todo el pueblo y todos los que están concernidos pueden claramente comprender y compartir) implantar la transformación revolucionaria. En este acto sólo la autoridad de la verdad, sólo ella tiene fuerza, ninguna otra. Expulsa a los vendedores y mercaderes fuera del atrio del templo. La verdad arde en él, es cortante como una espada y da testimonio de ella con fuerza. Los mercaderes sabían desde antaño que actuaban mal, y se inclinaron ante la autoridad moral de este hombre Dios. Y todos sabían que este acto simbólico no iba dirigido sólo contra los mercaderes sino que apuntaba también a los sacerdotes y con ellos al poder de ocupación romano (el Sumo Sacerdote debía ser confirmado en su función por los romanos).
Este acto simbólico de expulsión de un sistema injusto es el primer germen de una revolución creciente y no-violenta contra la opresión y los déspotas injustos, revolución originada por sus apóstoles y en todo el pueblo cristiano de la Iglesia primitiva en Israel y en el Imperio Romano, para transformar a éste radicalmente desde el interior.
Jesús coloca el acto que interpela al pueblo a la obra de la liberación no-violenta. Este gesto puede compararse a actos simbólicos y revolucionarios de nuestro tiempo, puestos por guías no-violentos para llamar a grupos de pueblos oprimidos a la lucha no-violenta. Por ello el rechazo de los negros con M. L. King a continuar utilizando en Montgomery los autobuses que les estaban reservados, o la resolución de los chicanos con César Chávez de no hacer la vendimia en tanto que la justicia no fuese restablecida.
O bien en 1930 al principio del movimiento de liberación de la India, el gesto magníficamente ilegal de Mahatma Gandhi. Fue a la playa, se agachó; y cogió de la arena de la costa un puñado de sal (los ingleses habían impuesto a la India un monopolio sobre la sal); de esta forma Gandhi implantó en su pueblo el germen de la liberación del colonialismo, llamándole a la resistencia no-violenta, y a la movilización de sus fuerzas de amor y de verdad. Todos estos actos son gérmenes de revolución no-violenta, invitación, llamada al pueblo a comprometerse para el triunfo radical sobre la injusticia, la fuerza de Dios vivo en Él; provocación a la liberación por la fuerza de Dios. El pueblo judío también comprendió el gesto de Jesús y acogió el germen. Poco después de la escena del templo, le prepara una acogida triunfal en Jerusalén. Para explicar más claramente todavía su forma de revolución y disipar las falsas esperas políticas del Mesías, Jesús hace su entrada no a caballo, símbolo del guerrero, sino sobre un asno, símbolo de paz.
Los sacerdotes comprendieron muy bien que este acto simbólico tenía por finalidad el triunfo sobre su sistema de injusticia. Presentaron, pues, un ataque mucho más radical y más profundo que el que soñaban hacer los zelotes «buscaron la forma de perderlo…». Mas Jesús sabía, como Gandhi, King, Chávez, los indios de Riobamba, los trabajadores de Perú, la Iglesia de Brasil, y muchos otros, que esta revolución exige un compromiso hasta la ofrenda de su propia vida, para pagar el rescate por sí mismo y por el adversario (Jesús, la pureza misma, lo pagó por toda la humanidad). Mas sabían también con Jesús, el Mesías, que el Reino de Dios y su fuerza están vivos en ellos y que cada uno de los que Él toca con ese fuego divino del amor y de la verdad, está inducido a una transformación total, de la metanoia. El Reino de Dios está en nosotros, es una realidad en este mundo; es como una antorcha que purifica el mundo. Crea y forma hombres y estructuras de aquellos que creen radicalmente en su poder, aceptan sus métodos y se consagran a su revolución.