Campesinos en California continúan la lucha de César Chávez

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Campesinos y miembros del sindicato hablan de la situación actual con la reforma migratoria en ciernes en los EEUU. De 800.000 trabajadores solo 27.000 tienen contrato.

Mientras las ágiles manos de Lucía Agüero no paran de deshierbar las plantas de uva de mesa, ella dice sin pensarlo dos veces que lo que hace falta en el campo es mejorar los salarios.

«No alcanza. Apenas ganamos el mínimo», coincide Casimiro Huerta quien trabaja codo a codo con Lucía, su esposa.

A sus voces se unen las de muchos más que trabajan en los campos alrededor de Delano, donde nació el movimiento de César Chávez por dar derechos a los trabajadores del campo en los años 60. y que dieron origen a la creación del Sindicato de Trabajadores Unidos del Campo (UFW).

«Hemos mejorado mucho desde entonces. Cuando hace calor, nos mandan temprano a la casa. Tenemos baños, descansos, pero hace falta mejorar el pago», reconoce César Ledezma, otro campesino que no detiene su jornada para hablar.

Mireya Ramírez, una campesina que apenas deja ver sus ojos, a través del pañuelo que la protege del sol que cae a plomo, dice que sigue habiendo malos tratos y eso necesita mejorar. «Vivimos bajo amenazas de que si no rendimos, nos van a despedir. Y muchos lo cumplen», sostiene.

Los campesinos siguen trabajando en condiciones muy desfavorables. «80 por ciento [de ellos] no tienen documentos. Viven una realidad muy injusta».

Y dijo más: «Se trata de unir las voces, organizarse y pedir lo justo. Estamos pidiendo una cosa, que todo ser humano merece en este mundo, que su trabajo se reconozca, se valore, no puede ser que aquellos que alimentan a este país, no gocen de derechos. Y si nos unimos, vamos a lograr el cambio que hace falta».

Para Primitivo Santiago Gutiérrez, un trabajador del campo que vino desde Madera a Delano a ver la última película sobre C. Chávez, su única esperanza es el sindicato.

«Cuando nos pagan ocho dólares por hora nos exigen demasiado como si fuéramos carros a quienes se les puede marcar una velocidad de 60 millas o más A muchos, ni material para la poda de la uva les dan. O les dan material malo, que lo obligan a uno a comprarlo. Así que mi única esperanza de que las cosas mejoren, es el sindicato», dice.

El Departamento del Trabajo informa que existen entre 800 mil a 1 millón de trabajadores en el campo en el estado, de los cuales solo alrededor de 27 mil trabajan bajo contrato.

Para Arturo Rodríguez, el líder del sindicato United Farm Workers, UFW, «se siguen usando las mismas tácticas que hace 50 años pero ahora con el tema migratorio porque muchos campesinos emplean otros seguros sociales, por eso lo primero en lo que tenemos que enfocarnos, es una reforma migratoria», enfatiza.

El próximo 23 de abril se celebran 21 años de la muerte de César Chávez, y eso renueva la necesidad de seguir luchando.

Josefina Flores tiene 84 años. Anduvo con César Chavez participando activamente en la organización de los campesinos, en la ‘talacha’ sindical y hasta en los boicoteos. Su participación casi le cuesta la vida. Le dieron siete balazos en 1968 cuando andaba en una huelga. Tres balas las trae aún en su cuerpo y ya le están corroyendo los huesos. «En esa época nos pagaban muy poquito, 75, 85 centavos la hora y cuando les daba la gana. No había agua en los campos, no había descansos, ni retretes», recuerda.

Dice que cuando las mujeres querían ir al baño, entre todas hacia una rueda, y la que tenía necesidad, se metía ahí para protegerla de las miradas de los hombres. «Muchas se aguantaban hasta llegar a su casa, y se enfermaron de tanto aguantar», dice. Tampoco había guarderías, y los hijos de los trabajadoras crecían entre los cultivos y empezaban a trabajar desde niños. «Yo empecé a los ocho años»…

«Hace falta seguir organizando a los campesinos. Me duele en el corazón ver que los campesinos se siguen muriendo por el calor en el campo», dice. Y no puede evitar que se le haga un nudo en la garganta, que la voz se le quiebre y las lágrimas le broten. «Hace falta que surja otro César Chávez. Pero de dónde lo vamos a agarrar. Ojalá pudiéramos regresarlo de donde está, pero no creo», dice soltando un llanto que ya no pudo contener.

Autor: Araceli Martínez Ortega ( * Extracto)