CANCÚN: EL HAMBRE ES UN PROBLEMA POLÍTICO

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La cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Cancún ha cerrado en fracaso, poniendo de manifiesto que la mayor amenaza a la paz y la seguridad en el mundo es el enfrentamiento entre «ricos» y «pobres», el llamado desde hace años por Juan Pablo II abismo Norte Sur. ..Lo que sí se ha puesto de manifiesto ante la opinión pública mundial, gracias al debate abierto en este foro, es que si hay hambre no es por culpa de las sequías o la superpoblación, sino por las decisiones en política económica de los gobiernos, las grandes transnacionales y los organismos multilaterales como la OMC…Parece que no podremos negar que el hambre es un problema político, el primer problema político de la humanidad, antes incluso que la «seguridad» o el «terrorismo», pues, como ya dijo Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la Paz», y para alcanzarlo, recordó Juan Pablo II, el camino es la solidaridad que remedie las causas estructurales del hambre y la miseria. El campo de la solidaridad con los hambrientos es hoy el campo de la politica..

La cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Cancún ha cerrado en fracaso, poniendo de manifiesto que la mayor amenaza a la paz y la seguridad en el mundo es el enfrentamiento entre «ricos» y «pobres», el llamado desde hace años por Juan Pablo II abismo Norte Sur. El tema estrella de este encuentro eran el comercio de productos agrarios, lo que ponía en juego las políticas en este campo de los países enriquecidos, tan acostumbrados a la ley del embudo: liberalismo para los demás y protección en la propia casa. En efecto, se protege con aranceles fiscales y sobre todo tecnológicos el mercado propio, mientras se subvenciona la producción y hasta la exportaciones destinadas a países terceros. De este modo los subsidios de los países enriquecidos producen miseria para millones de agricultores del Tercer Mundo.

La realidad es sangrante: estas ayudas son superiores a los ingresos totales del África Subsahariana. El subsidio europeo medio por vaca equivale a 3 euros diarios, frente a un euro con el que vive cada africano, o mejor dicho, sobrevive. Y el panorama no es muy distinto al otro lado del Atlántico, los subsidios de 4.000 millones de dólares que concede EE.UU. a 25.000 productores de algodón provocan, en palabras de Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001 y ex vicepresidente del Banco Mundial, «la miseria de 10 millones de agricultores africanos y superan con creces la raquítica ayuda internacional que otorga este país a algunos de los países afectados».

De este modo el comercio mundial se encuentra entre las principales causas del hambre. El 80 % de los hambrientos del mundo viven en países con excedentes de alimentos. Al mismo tiempo, el 21 % de los alimentos cultivados en el Tercer Mundo se destinan para consumo animal. En muchos de estos países, más de un tercio del grano se cultiva para el ganado. Los animales, sin embargo, serán comidos por los consumidores más ricos ; el resultado es que los consumidores del Norte siguen una dieta tan rica en proteínas animales que la primera preocupación de nuestra Ministra de Sanidad es la obesidad de la población española. Al mismo tiempo, los empobrecidos de la Tierra apenas tienen tierra para cultivar alimentos para sus propias familias, ya que la tierra más productiva pertenece a menudo a los intereses del agrobusiness global, agravando aún más la suerte de los pobres del campo.

No queda claro si de haber llegado a un acuerdo en Cancún este panorama habría cambiado, pues la liberalización que propugna la OMC deja el mundo en manos de las grandes compañías y sigue marginando a millones de pequeños productores, condenados al abandono de sus tierras y a la emigración hacia los grandes suburbios o hacia los países del Norte. Lo que sí se ha puesto de manifiesto ante la opinión pública mundial, gracias al debate abierto en este foro, es que si hay hambre no es por culpa de las sequías o la superpoblación, sino por las decisiones en política económica de los gobiernos, las grandes transnacionales y los organismos multilaterales como la OMC.

Parece que no podremos negar que el hambre es un problema político, el primer problema político de la humanidad, antes incluso que la «seguridad» o el «terrorismo», pues, como ya dijo Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la Paz», y para alcanzarlo, recordó Juan Pablo II, el camino es la solidaridad que remedie las causas estructurales del hambre y la miseria. El campo de la solidaridad con los hambrientos es hoy el campo de la política.

José Ramón Peláez Sanz.
Sacerdote