CENTENARES de MILLONES de NIÑOS EXIGEN SOLIDARIDAD

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Casi 11 millones de niños menores de 5 años murieron este años por causas fácilmente evitables en el mundo desarrollado. Más de 1.100 millones de personas en todo el mundo, no tiene acceso al agua no contaminada.
El cinismo de los poderosos promueve su miseria.
Mientras los niños del mundo desarrollado celebraron la Navidad jugando o esperando sus regalos, cien millones de niños del subdesarrollo están sin escolarizar, 180 millones sufren desnutrición y 20 millones son desplazados por las guerras. El nuevo siglo exige solidaridad.

Menuda la va a armar el próximo día 25 Roberto, un larguirucho y espabilado chaval rubio, de 12 años, que vive en Alicante. Después de llevar meses y meses dando la tabarra a sus padres, dos profesionales liberales, resulta que no han logrado comprarle -«!niño es que todavía no han sacado ese modelo al mercado!», será la justificación-defensa paterna- unas botas de fútbol blancas iguales a las que usa su ídolo Roberto Carlos, defensa del Real Madrid.

La criatura se tendrá que «conformar» con el modelo que utiliza el futbolista Luis Figo, a 6.900 pesetas el par, un calzado que ya se teme tendrán bastante menos «impacto» en su clase de un elitista colegio privado. El y sus amigos, de distintos equipos de fútbol, calzarán en los recreos de 2001 botas igualitas a las de muchos de sus ídolos.

Sólo con ese regalo, Roberto habrá consumido más de un tercio de las 19.581 pesetas de media que será el valor de todos los regalos -juguetes, discos, artículos deportivos, etc.- que los padres españoles han comprado a cada uno de sus hijos.

Pero no estará dispuesto a reconocer que «se ha pasado» del presupuesto:

-Unas chicas de COU han pedido a sus padres un teléfono móvil, igual al que lleva una compañera de su clase, que pesa sólo 85 gramos y tiene y hace de todo y que cuesta más de 80.000 pesetas.

Tampoco sabrá hasta dentro de muchos años -y ojalá si algún día lo aprende bien- que algunas de las botas o de las camisetas que usarán sus compañeros en el recreo han sido fabricadas en Asia por niños de su misma edad, que soportan larguísimas jornadas de trabajo para poder alimentarse ellos mismos y sus familias.

Si Roberto fuera asiático y perteneciera a un país de los que las organizaciones internacionales consideran países en desarrollo, muy posiblemente no hubiera llegado a la educación secundaria (salvo que hubiera nacido en el palacio de los mandarines del poder o de los escasos ricos del lugar). Tendría menos de la mitad de oportunidades de acceder a la educación secundaria. Mucho peor aún si fuera mujer: la tasa bruta de escolarización de las niñas en estos países es de 46, frente a la de 107 de los países desarrollados. Con todo, son unos «privilegiados» en relación a los habitantes de los 51 países, fundamentalmente africanos, considerados como los menos adelantados del mundo: la tasa de escolarización de los niños de estos países es la quinta parte que la de los países industrializados; la de las niñas, casi la séptima, según las estadísticas de Unesco referidas al periodo 1995-1997.

El dato previo a esta situación facilitado por Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), en su informe Estado mundial de la infancia 2001, es aún más aterrador: más de la quinta parte de los niños del mundo en edad de recibir una educación primaria no están matriculados.

Esos millones de chavales de países menos adelantados o los del Asia meridional -como Afganistán, Nepal o Sri Lanka- no tienen patio de recreo y jamás llegarán a soñar con jugar al fútbol en ningún colegio. Sus tasas de escolarización son de las más bajas del mundo. «El principio de todos los derechos para todos los niños aún está demasiado lejos de ser una realidad… », explica Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, en la presentación de un estudio del informe El progreso de las Naciones en el que se alerta contra el sida, que en menos de una generación se ha transformado en la mayor catástrofe a la que se enfrenta al continente africano y que ahora amenaza a Asia y a algunos países de Europa Central e Iberoamérica. «Hay metas que aún no se han conquistado y derechos que aún no están vigentes debido a la pobreza, la discriminación por motivos de género, la deuda de los países. Las guerras, el insuficiente compromiso o el igual desarrollo social», añade el secretario general ante unos organismos internacionales que piensan que en sólo una década la humanidad ha dado pasos enormes para resolver los problemas más graves de los niños. Pero que busca gigantes para que aumenten las zancadas ante la mastodóntica dimensión de problemas como la mortandad infantil, la falta de agua potable, las condiciones insalubres, la enfermedad, la falta de vacunaciones, el analfabetismo, la malnutrición, el abuso de los niños, la prostitución, las guerras, o la violencia contra las madres y el incremento de los embarazos adolescentes.

Martha, de 10 años; Angela, 8 años; Coman, 6 años, y Grace, de 9 meses, viven en una aldea de 2.488 personas, en Tanzania, y su casa es todo un portal de Belén, de esos que se instalan en Iberoamérica y en los países de fe mayoritariamente cristiana en Occidente, con figuritas de barro y casitas de corcho. Pero no tuvieron Nochebuena. Ellos son de carne y hueso. La choza en la que viven apenas puede presumir de ser mucho más resistente que las de mentira de los belenes. Está construida en madera, barro y latas.

Agua que no has de beber

Cada mañana, cuando su madre, Febronia, sale para ausentarse los tres kilómetros que necesita cubrir a pie para lograr agua en el arroyo, ellos se quedan jugando en medio de un lodazal que mezcla barro con excrementos.

Porque esta familia, al igual que otros 1.100 millones de personas en todo el mundo, no tiene acceso al agua no contaminada. Tampoco posee retrete o forma de evacuar los excrementos, como otros 2.300 millones de adultos en todo el mundo. Esta carencia de higiene les coloca en situación de riesgo para contraer diarreas y otras enfermedades, incluido el tracoma, una infección ocular muy contagiosa entre los niños y sus madres que puede causar la ceguera.

Febronia, una mujer fuerte y de pelo corto, de 42 años, tuvo otros dos niños que murieron a los 7 años, uno víctima de la fiebre amarilla y otro por causas desconocidas. Hubo de enterrar también a otro niño nacido prematuramente. Relata el informe de Unicef que su esposo, Damas, de 42 años, trabaja esporádicamente en una plantación de café y la familia sobrevive con un ingreso en efectivo de 125 dólares anuales (80.000 pts. poco más). Sus hijos son cuatro entre los 500 millones de niños desafortunados del mundo que sobreviven de mala manera con menos de un dólar diario, según los cálculos del Banco Mundial.

Cuando la madre vuelve a casa, busca leña para encender el fuego que utilizará en la cocina y corta pasto para las vacas del pequeño rebaño familiar. Nunca olvida bañar a los niños en al arroyo para intentar mantenerles limpios, algo casi imposible a sus edades y más en la estación de las lluvias. Tampoco deja de hervir el agua que ha recogido para beber o cocinar porque sabe que es la única manera que tiene de proteger a sus hijos del cólera.

El mundo moderno y desarrollado, global y digital suele acordarse de Unicef en Navidad, la gran fiesta de los niños en los países industriales e iberoamericanos. Ha asimilado ya que una pequeña parte de los miles de millones de dólares que gasta en estas fechas puede compensar, de alguna manera, a los niños más desfavorecidos del mundo, comprando sus solidarias tarjetas de felicitación.

La organización ha decidido este año hacer coincidir con ese momento un balance anual del estado de la infancia en el mundo que bien debería hacer bajar de inmediato las copas de cava alzadas para celebrar el nuevo milenio.

En el final del año pasado, 11 de los 129 millones de niños nacidos murieron en su primer año de vida por causas fácilmente evitables si se hubiera contado con los medios adecuados, normales en cualquier país desarrollado.

El rey Herodes del final de este siglo XX ha lanzado sus plagas contra los inocentes: los trastornos perinatales segaron la vida de más de dos millones de bebés; un 18 por ciento de los fallecidos sufrió fuertes infecciones en las vías respiratorias; las enfermedades diarreicas causaron el 17 por ciento de las muertes; un 15 por ciento de los niños sucumbieron al hecho de no haber recibido ninguna vacunación; y el paludismo afectó mortalmente a otro millón y medio de criaturas.

Esta Nochebuena fue triste para los niños de tres cuartas partes del mundo, aunque, con todo, verán brillar más luces de esperanza que en la celebrada hace ahora un decenio. En todos los indicadores sobre los peligros que amenazan a la infancia mundial se ha avanzado notablemente. Así lo demuestran las cifras de desnutrición, esperanza de vida, vacunación infantil, respeto a los derechos del niño, etc.

Según el secretario general de Naciones Unidas, «millones de niños tienen vidas más seguras, saludables y plenas que hace un decenio, antes que se aprobara la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 y se celebrara la cumbre mundial en favor de la infancia de 1990».

Sin embargo, 177 millones de niños en todo el mundo sufrirán toda su vida las consecuencias de un menor crecimiento. Estaban condenados antes de nacer: la causa principal de su mal ha sido la desnutrición de sus madres en el momento del embarazo.

Muchas de ellas, en Angola, República Popular Democrática del Congo, Liberia, Somalia… hasta 15 millones en el mundo. Son casi niñas, de entre 15 y 19 años, que «representan» su particular Natividad año a año, cargándose de hijos o perdiéndolos a causa de la enfermedad o la falta de alimento.

Es un caso muy extendido en Jamaica, donde más del 20 por ciento de todas las mujeres que dan a luz son quinceañeras o no llegan a la veintena .