Chernobil: Ciudad Letal

2677

27 años después del accidente nuclear, persiste un paisaje apocalíptico en el que nadie podrá vivir en 24000 años

El accidente de Chernóbil no fue técnicamente una explosión nuclear, sino una explosión del vapor acumulado dentro del núcleo por una sucesión de negligencias y fallos de diseño. Cuando el reactor reventó, quedó expuesto al aire y de su interior escapó, se calcula, el 3,5% del material radiactivo. Es decir, que todavía queda dentro casi el 95% del combustible nuclear, lo que da una idea de la magnitud del desastre producido y del desastre evitado. Los isótopos de yodo 131, los que se alojan en la glándula tiroides, el que provocó tantos cánceres, comenzaron a evaporarse a los ocho días del accidente. Dentro de unos cinco años se disiparán los de estroncio 90 y cesio 137, tremendamente contaminantes y que están por todo Prípiat. Pero el plutonio 239, la principal amenaza que escapó del reactor número cuatro, ese no se irá hasta dentro de 24.000 años. ¡Imagínense dónde estaba la humanidad hace todo ese tiempo!

¿QUÉ HAY EN EL REACTOR?

«En Chernóbil todo es radiactivo. Todos los equipos, todos los edificios, todas las máquinas, todo lo que tienes a tu alrededor, todo, está contaminado Y no solo hablo de radiación superficial, estoy hablando de la radiación permanente provocada por el accidente». Valery Seyda es el director general adjunto de la central atómica de Chernóbil y el hombre encargado de desmantelarla. Nos recibe en la gigantesca sala de turbinas del reactor número dos. La central está parada desde el año 2000. Pero eso, en terminología nuclear, significa que hay que mantener la refrigeración de los reactores, extraer su combustible, almacenarlo de manera segura, proceder a descontaminar y, después, a desmontar.

El apagón completo será en 2022, la radiación que impregna todos los rincones no bajará hasta 2045 y su desmantelamiento completo se ha fijado, más o menos, en 2065. Dentro de 50 años. «Sí, yo entonces tendré 100 años», ríe el subdirector de Chernóbil. Valery defiende la industria nuclear porque, insiste, es mucho más segura que otras. Le hago notar que estamos a 100 metros del reactor que explotó y que a punto estuvo de devastar media Europa, y dice que tengo razón y que sabe que su opinión es difícil de entender, pero que solo hay accidentes nucleares cada 30 años y que además, después, siempre se aplican nuevos protocolos de seguridad.

La gran pregunta es saber qué hay dentro del núcleo que explotó. Qué queda allí. Qué es tan peligroso que ha habido que enterrarlo y sellarlo porque es ingobernable. Valery cuenta que, después de la explosión, el combustible del reactor se fundió con el metal, el cromo, el cableado, el cemento, el boro, todo lo que allí había y todo lo que se echó encima para taparlo, creando un magma que sigue activo: «Es un nuevo material, es algo nuevo, desde el momento en que se fundió se convirtió en algo diferente. Mutó…».

A esa masa incandescente, ese corium como le llaman algunos científicos, ese elemento nuevo que sigue ahí dentro del reactor, latente, le llaman la materia de los seis extremos: extremadamente potente, extremadamente caliente, extremadamente densa, extremadamente corrosiva, extremadamente tóxica y extremadamente radiactiva. Valery reconoce que, aunque llevan 26 años estudiándolo, midiendo su temperatura, la humedad, la densidad, su concentración de gases, el nivel de rayos gamma y beta, no tienen ni idea de cómo evolucionará. Es como un monstruo incubándose dentro de un enorme sarcófago de cemento construido a marchas forzadas por todos aquellos liquidadores.

El sellado del ataúd de hormigón se está resquebrajando, así que se está construyendo uno nuevo, mucho más grande, y que pretende enterrar el magma nuclear durante otros 100 años. «Realmente estamos postergando la decisión de qué se hace con el reactor número cuatro, aplazando la solución hasta que se desarrolle un nueva técnica, una nueva fórmula para tratar ese magma nuclear, algún tipo de contenedor, no sé, algo». Y lo dice el director general adjunto de la central nuclear de Chernóbil, el hombre encargado de desmantelar la instalación, el responsable de que eso que sigue ahí dentro siga ahí dentro. Asusta…

Autor: Jon Sistianga