Las patronales en EE UU y la UE han cuantificado ya el problema. En España han desaparecido 800 empresas y 35.000 empleos. Según Euratext, cada día se pierden 1.000 empleos y 50 empresas en la UE. Al otro lado del Atlántico aseguran que, desde enero, han cerrado 17 plantas y se han destruido 17.000 empleos.
China comenzó el año pasado a construir unas 4.000 fábricas más, para poder satisfacer la demanda
Arde el textil. El fin de las cuotas a las importaciones ha inundado el mundo de productos chinos y ha encendido los ánimos proteccionistas a ambos lados del Atlántico. Trece países de la UE y el Congreso estadounidense reclaman nuevas cuotas para proteger su industria, mientras China -acusada de apoyar artificialmente sus productos- ha mostrado su «firme oposición» a cualquier límite a sus exportaciones. Aunque el ruido lo hagan las empresas y los gobiernos occidentales los mayores damnificados por la invasión china son sus competidores directos, como Tailandia, Bangladesh o los países del Magreb. El fenómeno parece, en todo caso, imparable: China controla ya el 62% del mundo textil libre de cuotas.
«No podemos aceptar que estos productos invadan nuestros países sin ninguna regulación». El que habla es el presidente francés, Jacques Chirac. Pero no está solo. Trece países de la UE -entre ellos España-, el Congreso estadounidense y las autoridades de una decena de países en vías de desarrollo están contemplando con una mezcla de miedo, rabia e impotencia la llegada masiva de productos textiles chinos a sus mercados. China exporta su ropa a un precio un 58% inferior al del resto del mundo, así que, una vez eliminadas las cuotas, su poder no tiene competencia. Un ejemplo: la importación de camisetas chinas ha crecido un 336% en España en el primer trimestre sobre el mismo periodo de 2004. En la UE ha sido un 164%. En Estados Unidos, un 1.258%.
Las patronales en EE UU y la UE han cuantificado ya el problema. En España han desaparecido 800 empresas y 35.000 empleos. Según Euratext, cada día se pierden 1.000 empleos y 50 empresas en la UE. Al otro lado del Atlántico aseguran que, desde enero, han cerrado 17 plantas y se han destruido 17.000 empleos.
Este asunto ha colocado a Europa y, sobre todo, a Estados Unidos ante la contradicción de seguir manteniendo una política de defensa del libre mercado y tratar de proteger, a la vez, su industria textil con nuevas cuotas. La UE y EE UU están analizando ya una docena de productos sobre los que imponer límites. Pero no todo el mundo está de acuerdo. En EE UU, las grandes firmas de moda -la mayor parte de ellas con fábricas en China- y las asociaciones de consumidores celebran poder vender y comprar, respectivamente, a un precio muy inferior.
Muchos menos titulares generan los auténticos damnificados por la invasión china. Países como Tailandia, Bangladesh, Marruecos, Túnez y Egipto se enfrentan a un problema nacional de primer orden porque la subsistencia de buena parte de su población depende del mercado textil. En el caso marroquí, por ejemplo, el 40% de su tejido industrial pertenece a este sector, que emplea a unas 700.000 personas.
Pero ¿por qué China es el número uno mundial e indiscutible del mundo textil? El país asiático asegura que se debe a la pujanza de su industria y reprocha a Europa que no haya aprovechado la última década para adaptarse a la nueva situación, ya que el fin de las cuotas se decidió en 1995. El resto de países, en cambio, le acusa de alimentar de forma artificial su industria mediante subsidios -el 31% de las empresas estatales del sector sufre pérdidas-, créditos que no son devueltos y una moneda infravalorada. Los sindicatos europeos, además, le reprochan que se haya saltado a la torera todas las normas internacionales de trabajo: 60 horas semanales, prohibición de sindicatos independientes y negociación colectiva, salarios bajo mínimos…
China estaba el año pasado inmersa en el proceso de construcción de casi 4.000 fábricas textiles. Su cuota de mercado en el mundo libre es ya del 62% y podría aumentar hasta el 75%. Sus exportaciones textiles crecerán hasta los 126.000 millones de dólares en 2008, según estimaciones de la consultora McKinsey. Y vende unos 20.000 millones de prendas al año, destinadas a los países en desarrollo. La cuestión ahora es si éstos decidirán frenar ese consumo mediante nuevas cuotas o si, como dice el presidente de Euratext, Filiep Libeert, «vamos a un insostenible mundo de consumidores sin empleo».
2 de mayo 2005
EL PAIS