El movimiento «Ocupy Wall Street» de hoy es un recordatorio de que a lo largo de la historia de EE.UU. la organización popular y la solidaridad han sido un importante motor del cambio.
Como una canción del sindicato Industrial Workers of the World (IWW –Trabajadores Industriales del Mundo-) dice:
Un ataque contra uno,
es una ofensa a todos,
unidos somos imbatibles,
divididos caeremos.
("Dan Dublin" Liston)
Los principales libros de texto de historia, sin embargo, restan importancia al papel de la gente común en la conformación de los acontecimientos, especialmente de aquellos que forman los sindicatos y usaron la huelga para hacer valer sus derechos. Una de las huelgas más importantes en la historia de EE.UU. ocurrió hace exactamente 100 años, en las fábricas textiles de Lawrence, Massachusetts, y sin embargo, merece apenas una mención en los libros de historia más utilizados en EE.UU.
Se conoció como la huelga de Pan y Rosas, porque se basa la demanda de un salario adecuado (el pan) y era una exigencia de dignidad en el trabajo y en la vida en general (rosas). La gente cantaba:
No más explotación en el trabajo
y no más holgazanes
diez que trabajan, mientras uno descansa
queremos compartir las glorias de la vida
¡pan y rosas, pan y rosas!
(James Oppenheim)
Los sindicatos y la patronal por igual pensaban que los trabajadores eran imposibles de organizar. En su mayoría no cualificados, la mayoría de ellos mujeres jóvenes, separados por más de una docena de idiomas… obreras de las fábricas que fueron vanguardia y víctimas de la nueva industrialización de EE.UU.
Lawrence, con las fábricas textiles más grandes y modernas del mundo y más de 30.000 trabajadores, fue el epicentro y el símbolo del sistema. La industria textil fue la primera en utilizar las nuevas fuentes de energía para impulsar sus máquinas. Fue el líder en la subdivisión de puestos de trabajo en movimientos limitados y repetitivos (trabajo en cadena), por lo que los trabajadores eran intercambiables y reemplazables.
Los trabajadores ya no tenían oficios especializados ni conocían el proceso completo de producción de un producto.
Una propaganda basada en carteles y postales que muestran felices obreros saliendo del trabajo con una sonrisa en la cara y cargando sacos de oro, atrajo a cientos de miles de personas de las zonas pobres de Europa. Con un excedente de trabajadores desesperados por encontrar un empleo, las fábricas llevaron a la baja los salarios y aceleraron la producción.
Los dueños de las fábricas textiles deliberadamente dividían a los trabajadores. En algunas fábricas, pusieron juntos a los que hablaban lenguas diferentes y eran incapaces de comunicarse. En otros asignaron el trabajo por grupos étnicos y se dio a determinados puestos de trabajo sólo a lituanos, otros a franco-canadienses, otros exclusivamente a irlandeses. Los supervisores utilizan insultos étnicos y raciales y el acoso sexual como medio de control intencional.
Los trabajadores vivían en casas apestosas, llenas de gente. Trabajaban de nueve a diez horas al día, seis días a la semana, su comida principal siempre era poco más que pan y melaza. El agua potable dentro de las fábricas era escasa, los supervisores hacían su agosto vendiendo agua a los trabajadores. La esperanza de vida para los obreros de la fábrica era 22 años, menor que la de los trabajadores del textil no residentes en Lawrence.
Vida Dutton Scudder, profesor en el Wellesley College, habló en una de las manifestaciones de los huelguistas, dijo: "Si las mujeres de este país supieran cómo se hizo la tela en Lawrence y a qué precio de vida humana, no comprarían ni un metro más".
Hasta esta huelga, el Congreso era indiferente a las condiciones de trabajo. Cuando cada Estado hizo intentos de regulación, las empresas amenazaron con trasladar su producción. Hubo una carrera de fondo, entre los estados para ver cuales hacían a las empresas la mejor oferta, la menor regulación.
Las empresas alegaron que no podían mejorar las condiciones por su propia cuenta. Cualquiera de estas acciones les pondría en una desventaja competitiva. Sus representantes decían que la responsabilidad no era de ellos. Era del sistema económico imperante que producía todas las maravillas de la vida moderna.
Comienza la huelga
El 12 de enero de 1912 los propietarios de las empresas recortan los salarios de los trabajadores. Para sorpresa de los dueños de las fábricas, 23.000 trabajadores se declararon en huelga. Establecieron cocinas comunitarias y crearon una estructura para tener reuniones masivas diarias que se llevaron a cabo en cada uno de los grupos étnicos. También se pidió ayuda y el sindicato de los Trabajadores Industriales del Mundo respondió a la llamada.
A diferencia de la Federación Americana del Trabajo que organizaba sólo a los hombres, cualificados y blancos y los dividían por oficio (hiladores, tejedores, mecánicos de telar), los IWW incluían a todo el mundo en sus reivindicaciones. Se organizaron todos los trabajadores, mujeres y hombres, cualificados y no cualificados, todas las razas juntas. La AFL declaró esta visión anti-estadounidense y, de hecho, hizo causa común con los propietarios para tratar de debilitar la huelga.
La IWW tenía contactos en todo el país y fueron capaces de movilizar el apoyo necesario para mantener los comedores y mantener cobertura de la prensa afín fuera de Lawrence. Sus líderes, Joe Ettor, Big Bill Haywood y Elizabeth Gurley Flynn, presidían las reuniones multitudinarias. Reconociendo la importancia del apoyo popular, se instó a la no violencia entre los huelguistas. "Vamos a ganar esta huelga, huelga de brazos caidos", fue uno de sus eslóganes tantas veces repetido.
Cuando las condiciones llegaron a ser especialmente difíciles, por la escasez de alimentos y de combustible para calefacción y los ataques de los matones y la milicia del estado en aumento, la IWW envió a algunos de los niños más vulnerables temporalmente a familias simpatizantes en Nueva York y otras ciudades. Las dos primeras Brigadas de niños, generaron tanta publicidad y apoyo que en el siguiente éxodo planeado, la policía de Lawrence asaltó a los niños y sus madres en la estación del tren.
En principio, los hombres lideraron los comités de huelga, así como los piquetes y las manifestaciones. A medida que la huelga fue avanzando, algunos se debilitaron y la participación de la mujer y su confianza fue creciendo. Pese a tener que vencer, muchas veces, la resistencia de sus maridos y padres, la mujer salió de la cocina y se unió a la toma decisiones de estrategia, a presidir comités y tomó la delantera en los piquetes.
Y las canciones se convirtieron en lengua común.
Y cantaban, mujeres y hombres por igual. Las canciones se convirtieron en un lenguaje común, en un medio para elevar el ánimo y forjar la solidaridad. Para aquellos que no sabían leer, cantar era un instrumento de educación política, una forma de aprender sobre el mundo y poner sus propias luchas en un contexto más amplio.
Cogieron melodías familiares y volvieron a escribir la letra: "Solidaridad para siempre", "Os hemos alimentado a todos durante mil años" Abrían y cerraban sus reuniones con las canciones y marchaban por las calles cantando. Bernice Johnson Reagon dice de las canciones del Movimiento de Derechos Civiles eran "el idioma que aunaba la energía de la gente que llenaba las calles," y esto fue cierto también en Lawrence.
La mitad de los trabajadores de la fábrica, unos 14.000, se mantuvo firme durante nueve semanas y media de represión, hambre y frío, y vieron cumplidas sus exigencias. Ganaron un aumento de sueldo, con mayores aumentos para los trabajadores peor pagados, un precio más alto para las horas extras, y un sistema más justo para el cálculo del salario. Tras una última y alegre marcha, se volvió al trabajo el 18 de marzo.
Ganaron porque las fábricas no pueden funcionar con tantos huelguistas que no muestran signos de volver. Los jefes habían mantenido las máquinas ruidosamente en funcionamiento para dar la impresión de que se trabajaba con normalidad, pero todo era un mero espectáculo. La huelga había detenido la producción de facto. Ganaron también porque llevaron el tema al Congreso y la indignación nacional se centró en las condiciones de vida y de trabajo y en la esclavitud infantil. Y ganaron porque los beneficios de la industria de la lana se basaban en un arancel contra la competencia extranjera, y la renovación de la tarifa era vulnerable a la indignación pública. Por encima de todo, se ganó por la solidaridad.
Su victoria dio lugar a un nuevo sindicato en Lawrence, dedicado a la organización de todos los trabajadores textiles, cualquiera que fuera su sexo, cualificación o país de origen. También dio lugar a huelgas y victorias en ciudades textiles de todo el país y un nuevo sentido de la misión en el movimiento obrero. Como T-Bone Slim, un miembro de IWW más tarde dijo: "Dondequiera que usted encuentre la injusticia, lo propio de la buena educación es el ataque."
El legado actual.
Por desgracia, la huelga de Pan y Rosas nos enseña una última lección: los productores corporativos de los programas escolares no están interesados en los esfuerzos colectivos de la gente común para mejorar sus vidas. Una encuesta reciente de los libros de texto de historia de secundaria y bachillerato de Estados Unidos, llevada a cabo por el Proyecto de Educación Zinn demuestra que casi ni se menciona Lawrence. Los pocos que lo hacen es con grandes distorsiones. Uno de los textos, por ejemplo, destaca el papel del gobernador de Massachusetts para poner fin a la huelga, pero no menciona que el gobernador era un gran propietario de fábricas del textil, y no hace ninguna mención a la organización de los huelguistas, sus sacrificios y perseverancia.
En estos días de renovado activismo, es importante volver a la rica historia de los movimientos sociales de EEUU, la lucha obrera y la solidaridad.
*Norm Diamond es miembro de la Asociación de Historia Laboral del Noroeste del Pacífico