Ciertas cosas se pueden ver bien sólo por quien tiene los ojos llenos de lágrimas.

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Decía monseñor Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu-Congo, que ciertas cosas se pueden ver bien sólo por quien tiene los ojos llenos de lágrimas. Este obispo fue asesinado en 1996 por estar hasta las últimas consecuencias al lado de los últimos, las víctimas de la guerra de los Grandes Lagos, denunciando los intereses económicos que provocaban y siguen provocando esta guerra, para poder saquear los inmensos recursos de este rico territorio.

Esas lágrimas empañaron las sesiones del Sínodo africano en varias ocasiones. El 7 de octubre monseñor Mario Rusengo, también arzobispo de Bukavu, dejaba Roma rumbo a la República Democrática del Congo para seguir acompañando a sus fieles en el drama de la guerra que asola la región. Ese día, con lágrimas en los ojos denunciaba uno de los muchos y terribles ataques que su comunidad cristiana acababa de sufrir. Denunciaba cómo una de sus iglesias había sido quemada, cómo sus sacerdotes habían sido secuestrados y cómo sus gentes habían tenido que huir otra vez en mitad de las balas, aterrorizados, humillados y hambrientos.

No nos cansaremos de repetir que África no es pobre, sino empobrecida, que África no se muere, sino que la estamos matando. África es rica, muy rica en minerales, en maderas, en energías, en pesca, en productos agrícolas, y podríamos seguir. Pero África lleva siglos siendo robada y expoliada, aunque nunca como hoy lo ha sido a través de unos mecanismos tan perversos, unas estructuras de pecado bendecidas por los poderosos de la tierra y bajo el silencio canalla del mundo opulento que mira impasible para otro lado mientras disfruta de lo robado.

África está siendo asesinada por hambre porque exporta alimentos al norte, aquí. En Burkina Fasso, la temporada 2008-2009 ha proporcionado una cosecha record de cereales. Sin embargo, los precios han subido: 50kg de arroz costaban 17• en julio de 2008, y 33• (casi el doble) a finales de año. Los precios no los ponen los campesinos burkinabes, sino las bolsas mundiales en manos de los grandes consorcios de la alimentación. Los campesinos, sus familias, pasan hambre. Ocho millones de habitantes (la mitad de la población) han emigrado. A África la seguimos matando de hambre.

El oro africano

África tiene más de la mitad de las reservas mundiales de oro: 34 de los 53 países africanos poseen este mineral. Con el auge espectacular del precio del oro, las multinacionales están acelerando la explotación de sus minas en África. Grandes compañías se reparten el botín: AngloGold (Sudáfrica), Barrick Gold (Canadá), Newmont Mining (USA), Bouygues (Francia). Todas están globalizadas, es decir, escapan a las rígidas regulaciones legales y medioambientales del norte.

El FMI y el BM obligaron a muchos países africanos, en nombre de los planes de ajuste estructural, a modificar sus legislaciones para dar entrada a las grandes corporaciones en detrimento de las pequeñas compañías nacionales. De hecho, el propio BM (supuesto promotor del desarrollo de los países africanos) es el principal inversor en la extracción del oro y suministra financiación a un puñado de multinacionales.

El oro de los africanos no se queda en África, ya lo sabemos, atraviesa sus fronteras sin problema. Los principales compradores del oro africano son los bancos: Royal Bank of Canadá, J. P. Morgan, Union de Banques Suisses o el banco francés Société Générale. Tanto para los accionistas como para las grandes entidades bancarias, la industria del oro es una de las inversiones más rentables.

Un valor seguro en tiempos de crisis.

Estas compañías mineras son las reinas: roban abiertamente el mineral, sino que van dejando un reguero de tierra desolada, devastada y explotada. Estas compañías imponen las reglas y las condiciones: la esclavitud y la explotación salvaje son el día a día para sus mineros.

Malí es el tercer productor de oro africano (después de Suráfrica y Ghana). Allí, las condiciones exageradamente ventajosas dadas a las multinacionales del oro, la imposibilidad de cobrarles impuestos y la debilidad del Estado para controlar la producción, la exportación o los efectos de la contaminación medioambiental de esta industria, como ha reconocido la propia Dirección Nacional de Geología y Minas, ha hecho que esta riqueza del país no sólo no haya enriquecido a Malí, sino que lo ha empobrecido aún más: el país genera en oro 610M al año, pero al tiempo es de los más pobres del mundo (ocupa el lugar 174 en el mundo). Mientras que las compañías explotadoras del oro, en manos del grupo francés de Bouygues) se enriquecen con el precio del metal, dejan tan sólo al gobierno del país el 35% del negocio que genera la propia Malí.

Las condiciones de explotación de las compañías francesas del oro son salvajes, como en el resto de países africanos. Sus mineros (niños y adultos) viven en un régimen de explotación salvaje: no pago de las primas, despidos abusivos, hostigamiento hacia los dirigentes sindicales, falsificación de los contratos de trabajo, horas extras y vacaciones no pagadas, accidentes de trabajo ignorados por la empresa, cadencias infernales, obreras que trabajan hasta 12 horas diarias, seis días a la semana constituyen la realidad cotidiana de los mineros.

Así, la huelga estalló en 2005 en la mina de Morila: Nuestras mujeres dan a luz a veces en su propia casa. Los trabajadores dejan su alma en el sitio del accidente por falta de evacuación en ambulancia. El director administrativo y financiero rechaza que la empresa tome a cargo a las personas enfermas y éstas fallecen más tarde exclamaban sublevados los huelguistas en lucha en Morila. 530 obreros de la mina de Morila fueron despedidos brutalmente. ¿Cuál era su delito? haber participado en una huelga para exigir el respeto de sus derechos. Incluso algunos aún permanecen en la cárcel (y en una cárcel africana…).

Con un lenguaje fuerte, firme y valiente el Mensaje final del Sínodo plasma la vida de un continente recorrido por el dolor. Pone nombre a las víctimas, y también a los responsables, sin caer ni en añejos victimismos, ni en las mentiras que difunden los medios de comunicación mundiales, ni en suavizar palabras. Mira África viendo cada cosa bajo la luz de la fe. Insiste una y otra vez en la responsabilidad de todos, ya sea por acción o por omisión. Todos somos responsables aquí y allí, denunciando a los políticos locales al mismo nivel que a los intereses extranjeros: África es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos en nuestro pueblo se debaten en medio de la pobreza y la miseria, de guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común, y esto, con frecuencia, debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros.

La corrupción de aquí y de allí

Veamos en qué consiste esa trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros en algunos casos concretos:

Uno de los candidatos para las próximas elecciones de Burkina Fasso es Zéphirin Diabré. Este hombre ha sido director general adjunto del Programa de la ONU para el desarrollo y consejero económico del actual presidente Compaoré (el que asesinó a Sankara). Hoy preside la sección en África y Oriente Medio de la multinacional francesa Areva, líder mundial en sector nuclear civil, y que lleva 40 años sembrando de hambre, explotación y muerte el norte de Níger.

En marzo del año pasado, María Teresa Fernández de la Vega visitó oficialmente Gambia para entregar directamente a la Marina gambiana más material de vigilancia de fronteras, que se une al que ya venimos entregando y manteniendo desde 2007. A De la Vega no le importa que sea una dictadura la que lleve las riendas de Gambia mientras cumpla con su obligación de frenar el tráfico de pateras que desde sus playas lanzan a las islas Canarias a miles de inmigrantes o que lanzan a los africanos al infierno del desierto.

España es valedora de Teodoro Obiang, uno de los mayores tiranos africanos que mantiene a los ciudadanos como esclavos a su disposición.

Allí gobierna desde 1994 Yahya Jammeh, un dictador que se hizo con el poder a través de un golpe de Estado. Un dictador que cuenta con un ejército, una policía y la llamada Agencia Nacional de Inteligencia (grupo paramilitar) que le libran de elementos incómodos: detenciones ilegales, torturas, juicios injustos, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales están al orden del día. Con estas impresentables fuerzas armadas, y desde hace ya diez años, colabora la Cruz Roja en un programa para integrar el derecho internacional humanitario en la formación militar de los gambianos. Este acuerdo se ratificó en septiembre. Ese mismo mes, el presidente anunció por televisión que, literalmente, iba a matar a todo el que quisiera desestabilizar el país. Pues bien, con este tipejo, España mantiene unas magníficas relaciones en virtud del Plan África y por mandato de la UE. En noviembre el Consejo de Ministros aprobaba ser uno de los pocos países que colaboraban  con el dictador. De la misma manera, España va a seguir siendo el valedor de Guinea Ecuatorial ante la UE. España es valedora de Teodoro Obiang, uno de los mayores tiranos africanos que mantiene a los ciudadanos como esclavos a su disposición, y al país como una finca privada que saquear sin tener que dar cuentas a nadie. El actual gobierno guineano ha exterminado a nada menos que el 10% de la población del país, y una cantidad indeterminada ha desaparecido o se encuentra encarcelada ilegalmente y sin juicio previo. Un país donde no existe ninguna libertad. Pero no olvidemos que nuestro preferido, Guinea Ecuatorial, produce 400.000 barriles diarios de petróleo (Repsol ha conseguido los derechos de explotación de un bloque, el C-1). Éste es el modelo de democracia que España avala en los foros internacionales.

Con este panorama las palabras del Mensaje no podían ser otras: Cualquiera sea la ingerencia de los intereses extranjeros, se da siempre la vergonzosa y trágica colusión de los líderes locales: políticos que traicionan y malbaratan sus naciones, hombres de negocios corruptos que están coludidos con multinacionales rapaces, comerciantes y traficantes de armas africanos que han hecho fortuna con el comercio de armas pequeñas que causan gran destrucción de vidas humanas, así como de agentes locales de las organizaciones internacionales a quienes se les paga para difundir ideologías letales en las que ellos mismos no creen. La consecuencia negativa de todo esto está a la vista del mundo entero: pobreza, miseria y enfermedades; refugiados dentro y fuera del país y en ultramar, la búsqueda de praderas más verdes lleva a la fuga de cerebros, emigración clandestina y tráfico de seres humanos, guerras y derramamiento de sangre, frecuentemente hechos por encargo, la atrocidad de los niños soldados y la indecible violencia hacia las mujeres. ¿Cómo se puede estar orgulloso de gobernar sobre un caos semejante? ¿Qué decir de nuestro tradicional sentido africano de vergüenza? Este Sínodo lo proclama de forma clara y fuerte: ha llegado el tiempo de cambiar estos comportamientos por amor a las generaciones presentes y futuras.

La deuda demoniaca

No se puede entender lo que le ocurre al continente sin tener muy en cuenta a toda la comunidad internacional, a quien realiza un fuerte llamamiento. Una llamada concreta, que huye de la asistencia o de la ayuda, una llamada que va a la raíz pidiendo y exigiendo dignidad y justicia.

Mucho hemos escuchado acerca de la deuda externa, es verdad, dinero que robamos abiertamente a los africanos obligando a sus gobiernos a reducir o eliminar las partidas de sanidad o de educación. Pero no nos cansaremos de seguir insistiendo en el crimen que es y el reguero de víctimas que va dejando a lo largo de todo el territorio africano durante tantos años. En Etiopía, al igual que en prácticamente todos los países africanos, miles de familias deben caminar diariamente tres o cuatro horas para llenar sus viejos bidones de un líquido pardo, denso e insalubre, con el que lavan, se lavan y cocinan; unos cinco litros de agua al día, como los que se gastan cada vez que tiramos de la cadena. Antes comían dos veces al día, ahora sólo lo hacen una, por la tarde. Pero Etiopía exporta electricidad a Sudán, mientras la raciona para los suyos. Necesita divisas para pagar la fuerte deuda. En Holeta se levantan gigantescos invernaderos donde se cultivan flores para la exportación, un negocio que produce 100M$ al año. Para estas empresas indias, británicas, holandesas o alemanas, no hay escasez de agua ni de electricidad. Su negocio es prioridad nacional.

El 11 de octubre, el cardenal Bernard Agré, arzobispo emérito de Abiyán (Costa de Marfil), hablaba con valor de estos asesinos financieros: Los dirigentes… han caído en las trampas de esos hombres y mujeres que los iniciados llaman ‘los asesinos financieros’, los chacales apoyados financieramente por organismos avezados en los mercados desleales, que tienen como fin enriquecer los organismos financieros internacionales, hábilmente sostenidos por sus estados o por otras organizaciones sumergidas en el complot del silencio y de la mentira… Las ganancias asombrosas van a parar a los asesinos financieros, a las multinacionales y a algunos poderosos nacionales, que sirven de tapadera a los negociadores extranjeros… de esta forma, la mayor parte de las naciones continúan sumergidas en la pobreza… Los países beneficiarios hipotecan sus recursos naturales. Los habitantes, durante generaciones, quedan encadenados, prisioneros durante varios años… Para reembolsar estas deudas inagotables, siempre amenazadoras, como la espada de Damocles sobre la cabeza de los Estados, ‘el servicio de la deuda’ pesa duramente en el balance estatal, en el orden del 40-50% del Producto Interior Bruto … Maniatado de esta forma, el país respira con dificultad, se debe apretar el cinto ante las inversiones, los gastos necesarios para la educación, la salud y el desarrollo, en general … La deuda nacional se presenta como una enfermedad programada por especialistas, dignos de los tribunales que juzgan los crímenes contra la humanidad… Los especialistas saben que, desde hace años, la mayor parte de las deudas han sido efectivamente reembolsadas. Suprimirlas pura y simplemente no es un acto de caridad, sino de justicia.

Los países africanos han pagado ya ocho veces su deuda y, a pesar de ello, el sistema demoníaco hace que hoy estén todavía más endeudados que hace 20 años. Pero el imperio se reinventa sobre sí mismo para sacar hasta la última gota de sangre de los africanos. Ahí están para demostrarlo los llamados fondos buitre.

Los llamados fondos buitre son fondos especulativos que funcionan desde hace años. Una entidad financiera compra a un acreedor público o privado la deuda que no le paga un país africano; se la compran por una cantidad muy inferior al total. Al cabo del tiempo, esta entidad reclama al país africano el total de la deuda más los intereses. Si este país no se la puede reembolsar se la descuenta de cualquier venta o negocio, incluida la Ayuda Oficial al Desarrollo de ¡cualquier otro país del mundo!. Este sistema perverso es legal. Algunos ejemplos: El fondo norteamericano  Kensington International (con base en las Islas Caimán) compra deuda de Congo. Como Congo no paga, la compañía exige que los 10,3M que Bélgica había concedido como préstamo a Congo le sean otorgados a él. El tribunal de última instancia de Bruselas le dio la razón en mayo de 2007. Los fondos Kensington International y Walzer International han comprado deuda de Congo, el primero por valor de 120M$ y el segundo por 56M$. Ambos están pujando en USA por quedarse con el crudo congolés que llega a Norteamérica de manos de la compañía africana SNCP (Sociedad Nacional de Petróleo de Congo). El primero ya ha logrado el embargo de un cargamento de crudo valorado en 39M$.

 África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella.

Por todo ello Continua el Mensaje sinodal: A los grandes poderes de este mundo les dirigimos una súplica: tratad África con respeto y dignidad. África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella. La reciente turbulencia en el mundo financiero demuestra la necesidad de un radical cambio de reglas. Pero sería una tragedia si las modificaciones se hicieran sólo en interés de los ricos y una vez más en perjuicio de los pobres. Muchos de los conflictos, guerras y pobreza de África derivan principalmente de estas estructuras injustas. Un orden mundial nuevo y justo no es solamente posible, sino necesario para el bien de toda la humanidad. Se pide un cambio respecto a la deuda que pesa sobre los países pobres, que está matando literalmente a los niños. Las compañías multinacionales tienen que detener la devastación criminal del ambiente para su codiciosa explotación de los recursos naturales. Es una política miope la de fomentar guerras para obtener unos beneficios rápidos del caos, a costa de vidas humanas y de sangre. ¿Es posible que nadie sea capaz de interrumpir, y quiera hacerlo, estos crímenes contra la humanidad?

Son hermanos nuestros

Como resultado del fuerte dispositivo milita-rrepresivo del Frontex y del SIVE, la llegada de cayucos a nuestras costas ha disminuido, Evangelización y análisis de la realidad pero no han disminuido las muertes. Lo único que ha cambiado ha sido la forma de morir, antes morían ahogados por el camino, ahora se mueren de hambre y de sed en el desierto. Los africanos se han visto obligados a cambiar sus rutas, ya no vienen por mar, ahora lo hacen recorriendo miles de kilómetros, atravesando países, guerras y el infierno del desierto. Es muy difícil saber quienes y cuantos son los muertos: las cifras son muy dispares, desde los que dicen que mueren por el camino 15 de cada 100 africanos que emprenden el camino hasta quien afirma que la cifra es mucho mayor, que 95 de cada 100 no llegan. Me dicen que es tan difícil vivir en su tierra que prefieren morir intentando llegar a Europa, cuenta un padre blanco que acoge a los hambrientos en Gao, Malí.

Y cuando logran llegar, aquí los usamos como mercancía, como mano de obra de usar y tirar. Todo legal, muy legal, para eso están nuestras leyes de extranjería y nuestros pomposos tratados de cooperación con los países del norte, para que vigilen la puerta y para que nos suministren la mercancía que vayamos necesitando. Esclavas sexuales llenan nuestros prostíbulos rodeadas de luces de colores, en las carreteras de España. Infiernos por los que pasamos de largo.

Monseñor Giovanni Innocenzo Martinelli, vicario apostólico de Trípoli (Libia) denunciaba en el Sínodo: la manera en que se comporta Europa con las personas afectadas por este fenómeno no es civil ni cristiano: ¡son hermanos nuestros!

Y el Mensaje Final continúa en esta línea: Muchos hijos e hijas de África han abandonado sus casas para buscar morada en otros continentes. Muchos de ellos están bien y contribuyen válidamente al desarrollo de sus nuevos países de residencia. Otros luchan por sobrevivir. Encomendamos a todos ellos a la adecuada atención pastoral de la Iglesia, Familia de Dios, allí donde se encuentren. «Era forastero, y me acogisteis» (Mt 25,35), no es solamente una parábola sobre el fin del mundo, sino también un deber que se ha de cumplir.