Cipriano Mera Sanz (1896-1975)

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Cipriano Mera: este homenaje a tu vida 30 años más tarde de tu muerte, deseamos que sea, ante todo, exigencia para nuestras vidas. El mundo que nos tocó vivir es en muchas cosas diferente al tuyo, pero similar en la magnitud del holocausto que padecen los desposeídos, explotados y asesinados por hambre, por paro, por esclavitud infantil, por las fronteras o por los nacionalismos…

La vida de Cipriano Mera fue una muestra de amor al Ideal solidario y de proporcional odio a todo totalitarismo y sectarismo religioso e ideológico. Totalitarismo que tanto abunda hoy en España, el de quienes  llamándose a sí mismos “de izquierdas”, se sirven del pueblo en lugar de servir al pueblo.

Quienes le conocieron cuentan de él que era hombre de gran tenacidad, íntegro, sencillo, parco en palabras. Mantuvo su honestidad ocupando cargos de gran responsabilidad en el bando republicano durante la guerra civil española, buscando siempre el bien común por encima del suyo particular. Todo lo contrario a los que detentan hoy el poder.

Militante obrero hasta el final de sus días, en plena Guerra Civil afirmaba: «cuando termine la guerra, el teniente coronel Cipriano Mera volverá a empuñar la paleta«. Y así fue, terminó su vida como la empezó, de albañil, después de haber dirigido tres divisiones del Cuerpo del Ejército Republicano sin haber pasado por ninguna academia militar.

Sin duda, la de Cipriano Mera es una vida entregada a fondo perdido por el Ideal, marcada por la vivencia de la Solidaridad, compartiendo hasta lo necesario para vivir. Así conoció la amistad en la lucha. Pero su historia también está marcada por las traiciones de sus propios compañeros y de aquellas ideologías que se han servido a si mismas, volviéndose contra los empobrecidos y contra la Humanidad.

Cipriano Mera y los anarquistas

Cipriano Mera nació el 4 de noviembre de 1896 en el madrileño barrio de Tetuán de las Victorias. Como en cualquier familia obrera, su infancia fue dura y a los 16 años Mera tuvo que empezar a trabajar de albañil. No pudo asistir a la escuela, la miseria le obligó desde pequeño a buscarse la vida y a contribuir económicamente en la familia. Con veinte años aprendió a leer y escribir en clases nocturnas y a través de los ateneos libertarios, que ya por esas fechas sobrepasaban en Madrid la treintena.

Aunque sus comienzos sindicales fueron en la UGT, de la que fue delegado, su pensamiento le hizo ingresar en la central sindical CNT, considerando que este sindicato era el que mejor defendía los intereses obreros.

Sus primeras actuaciones como anarcosindicalista datan de los años de la Dictadura de Primo de Rivera, años muy difíciles, en los que la cárcel y el andamio tuvieron una importancia decisiva.

Durante la República ocupará el puesto de presidente del Sindicato de la Construcción de la CNT de Madrid, que alternará con el de simple delegado de obra. Cipriano Mera vive de cerca todos los procesos revolucionarios impulsados en el período republicano,  incluyendo las reivindicaciones obreras de su sector, la construcción.

Fue además protagonista directo en la huelga de la construcción de junio de 1936 que paralizó a más de cien mil hombres, lo cual le llevó de nuevo a la cárcel, siendo liberado un día después de estallar la dramática Guerra Civil Española.

 

Durante la guerra son muchos los episodios heroicos que protagonizó al frente de la XIV División, como la batalla de Brunete, la conquista de Cuenca o la defensa de la Sierra Norte de Madrid. Sin embargo, lejos de la pretensión del líder, siempre actuó como un militante más y nunca quiso privilegios.

En los últimos días de la guerra Mera, Casares y Wenceslao Carrillo se enfrentaron fuertemente al hijo de este último y a los comunistas por el desalojo de Madrid.

Con el triunfo de Franco vivó Mera otro nuevo cautiverio. Las fuerzas francesas lo hacen prisionero en un campo de concentración en el norte de África y luego es entregado a Franco, quien lo condena a pena de muerte. Afortunadamente, años después,  es amnistiado y exiliado a Francia.

Durante el exilio no deja de luchar en la organización de la lucha clandestina. Pone todos sus esfuerzos en la reunificación de la CNT, pero las posturas más ortodoxas se lo impiden y llega a ser expulsado de la organización por sus propios compañeros.

Pasa los últimos días de su vida en Francia junto a la única persona que nunca lo había traicionado, su mujer, Teresa. Siguió ganándose la vida como albañil, entregando parte de su escaso sueldo para el “Frente Libertario”; periódico en el exilio de los cenetistas expulsados. Finalmente muere sin haber vuelto a pisar España el 24 de Octubre de 1975, pocos días antes de la muerte de Franco.

Cipriano Mera y los comunistas

Fueron los comunistas los primeros en ver la necesidad de la organización de las milicias en el frente. A pesar de ello, el partido comunista fue un autentico cáncer dentro del bando republicano, que vivió otra verdadera guerra dentro de la Guerra Civil. Los comunistas, apoyados por Stalin, intentaron controlar el frente republicano aprovechando sus conocimientos militares y la gran disciplina de partido en el PCE. Más preocupado del control de la clase obrera en caso de una supuesta victoria, el PCE boicoteó las colectivizaciones en la retaguardia organizadas por la CNT, acaparó los altos cargos del ejército y del gobierno, persiguió a los anarcosindicalistas y manejó el poco material bélico para su beneficio.

Mera, que había luchado toda su vida contra el totalitarismo, no se arrugó ante los abusos de los estalinistas, aunque los tuviera como superiores. Fue de los pocos que tuvo la audacia de entrar en una checa comunista para liberar a un miliciano detenido arbitrariamente, y logró salir vivo de allí. En otra ocasión, en el transcurso de  la batalla de Brunete, durante una de las muchas discusiones que mantuvo con el General Líster, este último saltó fuera de la trinchera y se expuso al fuego enemigo. Con ello quería probar su valor ante los milicianos y humillar a Mera. Lejos de acobardarse Cipriano salió de la trinchera a seguir la discusión. Entonces Líster, queriendo que Mera perdiera el autodominio continuó con la absurda provocación y pidiendo una silla, se sentó. Con las balas ya silbándoles, Mera sacó la petaca y el librillo de papel de fumar, arrancó una hoja y comenzó a liarse un cigarrillo parsimoniosamente. Sin temblarle la mano, lo encendió, aspiró una bocanada y expulsó el humo al rostro de Líster, quien finalmente decidió volver a la trinchera.

A pesar de la división que crearon los comunistas dentro del frente republicano, estos han pasado a la historia como si fuesen los únicos que lucharon contra las tropas de Franco. La  propaganda bolchevique ha plagado nuestra historia de mitos, mentiras y ocultaciones, pero no puede negar que antes de la guerra civil el comunismo no tenía la mínima trascendencia en España y toda la lucha obrera la protagonizaron  socialistas del PSOE y UGT y anarcosindicalistas de CNT. Y la manipulación sigue,  así hoy, a Santiago Carrillo se le declara doctor  “Honoris Causa”, a pesar de haber sido responsable del asesinato de 5000 personas en Paracuellos durante la retirada de Madrid.

En nombre de la memoria histórica, los “progres de sillón”  hacen canalladas como entronar a un genocida como Carrillo, y acusar a Cipriano Mera de cobarde y traidor por haber pretendido desalojar Madrid ante la inevitable entrada de Franco, tratando de impedir una matanza inminente.

Lo que la falsa izquierda española llama “memoria histórica” es simple y llanamente “manipulación histórica”, utilizada para ocultar o difamar a todos aquellos verdaderos militantes que les desenmascaran como traidores y vividores.

Cipriano Mera y los conversos cristianos

Otro gran mito de esta “manipulación histórica” es la afirmación de que durante los  años de franquismo en España no se pudo hacer nada. Los historiadores de hoy callan intencionadamente que, durante los 40 años de vacaciones que se tomó el PSOE y el PCE, sólo las organizaciones apostólicas obreras hicieron verdadero socialismo en España a través de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Editorial ZYX. Fueron cristianos conversos encabezados por Guillermo Rovirosa los que mantuvieron viva la promoción de militantes obreros, los primeros en crear los bufetes laboralistas, de donde surgieron sindicatos como USO y las primeras Comisiones Obreras que luego, cómo no, instrumentalizaría el PC. Una vez más, los traidores ensalzarán a Carrillo y silenciarán a Rovirosa.

En cierta ocasión, Julián Gómez del Castillo, entonces presidente de la Editorial ZYX y todavía hoy militante del Movimiento Cultural Cristiano y el Partido SAIn, visitó a Cipriano Mera en Francia. Después de una larga conversación, ambos se abrazaron largamente y lloraron juntos. Emocionado, Cipriano dijo: “Con cristianos así la Guerra Civil no hubiera existido. Llévate mi “Diario de Campaña”. Se lo he negado al enviado de Emilio Romero que me ofreció una gran suma. Publicarlo vosotros, no cobro nada”.

Al final Gómez del Castillo le pidió un último recuerdo, le pidió que le contara el hecho de solidaridad más importante que sus compañeros habían tenido con él. Cipriano respondió: “Espero morir pronto y que la tierra me dé el calor que me negaron mis mejores compañeros”. Julián le dijo que a ese esperado calor él lo llamaba Dios, y le aseguró que lo tendría.  “El Dios en que tú crees, yo también creo”, sentenció Cipriano Mera.

Un militante de ayer, esperanza para hoy

La historia de España está llena guerras, traiciones y opresión. Pero siempre ha existido una corriente solidaria encarnada en militantes que vivieron el Ideal de una verdadera revolución según el tiempo que les tocó vivir. Cuando el socialismo del PSOE ha optado por la buena vida y la insolidaridad, la vida de este militante es acusación a la falsa izquierda y esperanza para los empobrecidos y quienes quieren servirles.

¿Cuántos militantes de la talla de Cipriano Mera, Guillermo Rovirosa, San Juan de la Cruz o Salvador Seguí se necesitan hoy para cambiar la sociedad y sus estructuras?

Es el nuestro un mundo que condena al hambre a más del 80 % de la población, habiendo alimentos para todos; donde el paro aplasta a más de 1500 millones de personas, casi todas de países empobrecidos; un mundo en que los sindicalistas del Norte descansan mientras crece la opresión al inmigrante, mientras aumenta el holocausto de 400 millones de niños esclavos. Son más necesarios que nunca grupos de militantes que se planteen la revolución no-violenta como cambio urgente de las estructuras injustas a todos los niveles, desde lo más personal hasta lo institucional e internacional.

Que nuestro homenaje a Cipriano Mera sea el compromiso de embarcar la vida en la lucha solidaria. Recuperar la memoria de militantes que han vivido esta corriente es hacer verdadera memoria histórica y el resto son canalladas.