Una selección de relatos, anécdotas, historias que quieren contribuir a aumentar el número de educadores militantes por una cultura solidaria. Visita nuestra sección de parábolas de vida y esperanza en esta web. Cientos de parábolas pensados para la escuela autogestionaria Iqbal Masih
LA PROVIDENCIA
En un lugar perdido en las montañas se produjeron unas inundaciones que fueron empantanando de agua todo el pueblo. La Cruz Roja y Protección Civil enviaron lanchas de salvamento. Una de las lanchas se para a la puerta de uno de los caseríos y el aldeano que allí se encuentra les dice:
– «No, no; id a por otros, que a mí me salvará la Providencia».
Pasa el tiempo, el agua le cubre por encima de la cintura, llega otra lancha, y les dice lo mismo. Tuvo suerte, porque cuando el agua le llegaba al cuello, otra lancha le ofreció su socorro, pero el aldeano insistió que la Providencia le salvaría. No llegó ninguna otra lancha, y el aldeano murió ahogado. Entró en el Cielo entre protestas:
– «Yo confiando en la Providencia divina… y la Providencia, nada, dejó que me ahogara».
Y escuchó la siguiente respuesta:
– «¡Cómo que nada! ¡Tres lanchas te hemos enviado!».
LA ÚLTIMA PREGUNTA
Durante mi último curso en la escuela, nuestro profesor nos puso un examen. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta que llegué a la última, que decía así: ¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela? Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero… ¿cómo iba yo a saber su nombre? Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen. Por supuesto, dijo el profesor. En sus vidas ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Todas merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan: !Hola! Yo nunca olvidé esa lección. También aprendí que su nombre era Dorothy.
LEALTAD A UN HERMANO
Uno de dos hermanos que combatían en la misma compañía, en Francia, cayó abatido por una bala alemana. El que escapó pidió autorización a su oficial para recobrar a su hermano.
-«Tal vez esté muerto -dijo el oficial-, y no tiene sentido que arriesgues la vida para rescatar el cadáver».
Pero ante sus súplicas el oficial accedió. Cuando el soldado regresó a las líneas con su hermano sobre los hombros, el herido falleció.
– «¿Ves? -dijo el oficial- Arriesgaste la vida por nada».
– «No -respondió Tom-; hice lo que él esperaba de mí, y obtuve mi recompensa. Cuando me acerqué y lo alcé en brazos, me dijo:
-´Tom, sabía que vendrías, estaba seguro de que vendrías ´.»
PENSAR EN LOS DEMÁS
Recibí una llamada telefónica de un muy buen amigo. Me alegró mucho su llamada. Lo primero que me preguntó fue:
– ¿Cómo estás?
Y sin saber por qué, le contesté:
-«Muy solo».
«-¿Quieres que hablemos?», me dijo.
Le respondí que sí y me dijo:
– «¿Quieres que vaya a tu casa?».
Y respondí que sí. Colgó el teléfono y en menos de quince minutos él ya estaba llamando a mi puerta. Yo hablé durante horas de todo, de mi trabajo, de mi familia, de mi novia, de mis deudas, y él, atento siempre, me escuchó. Se nos hizo de día, yo estaba totalmente cansado mentalmente, me había hecho mucho bien su compañía y sobre todo que me escuchara, que me apoyara y me hiciera ver mis errores. Me sentía muy a gusto y cuando él notó que yo ya me encontraba mejor, me dijo:
– «Bueno, me voy, tengo que ir a trabajar».
Yo me sorprendí y le dije:
– «¿Por qué no me habías dicho que tenias que ir a trabajar?. Mira la hora que es, no has dormido nada, te quité tu tiempo toda la noche».
Él sonrió y me dijo:
-«No hay problema, para eso estamos los amigos».
Yo me sentía cada vez más feliz y orgulloso de tener un amigo así. Le acompañé a la puerta de mi casa… y cuando él iba hacia su coche le pregunté:
– «Y a todo esto, ¿por qué llamaste anoche tan tarde?».
Él se volvió y me dijo en voz baja:
-«Es que te quería dar una noticia…».
Y le pregunté: «¿Cuál es?» Y me dijo:
– «Fui al médico ayer y me dijo que estoy muy enfermo. Tengo cáncer.»
Yo me quedé mudo…; él me sonrió y me dijo:
-«Ya hablaremos de eso. Que tengas un buen día.»
Se dio la vuelta y se fue. Pasó un buen rato hasta que asimilé la situación y me pregunté una y otra vez por qué cuando él me preguntó cómo estaba me olvidé de él y sólo hablé de mí. ¿Cómo tuvo fuerza para sonreírme, darme ánimos, decirme todo lo que me dijo, estando él en esa situación…? Esto es increíble. Desde entonces mi vida ha cambiado. Suelo ser menos dramático con mis problemas. Ahora aprovecho más el tiempo con la gente que quiero. Les deseo que tengan un buen día, y les digo:
-«El que no vive para servir…, no sirve para vivir…». La vida es como una escalera, si miras hacia arriba siempre serás el último de la fila, pero si miras hacia abajo verás que hay mucha gente que quisiera estar en tu lugar. Detente a escuchar y a ayudar a tus amigos te necesitan.