Los pescadores de Mauritania y Senegal exigen a la UE que detenga «el saqueo» de sus costas. El 67% de los barcos europeos fuera de aguas comunitarias son españoles.
“Mi padre me mandaba a pescar y en 5 minutos, antes de que hirviera el agua que había puesto a calentar mi madre, yo volvía con varios peces”. No es un pasaje de una novela de realismo mágico sino el recuerdo de lo cotidiano para Karim, un senegalés que ahora tiene 45 años y que ha visto desde su casa frente al mar cómo desaparecía el pescado que les daba de comer y de trabajar.
Décadas después, “cuando los peces comenzaron a desaparecer de nuestra zona, tuvimos que irnos a otro pueblo para poder seguir viviendo del mar. Tres años después, tuve que irme a trabajar a Gambia. Luego, a Guinea Bissau”, nos cuenta. “He tenido que ir persiguiendo el pescado“, comenta Karim, que heredó el oficio de su padre, “y adaptándome: empezamos a usar GPS, motores, redes de monofilamento, trabajé para grandes barcos europeos… hasta que dije basta”.
Dijo basta y Karim Sall comenzó a presidir la Asociación de Pescadores de su pueblo y luego el Comité de Reservas Marinas de África occidental. Junto a otro senegalés, Raoul Monsembula, y a un representante de los pescadores de Mauritania, Ahmadou Ould Beyih, están de campaña y gira para pedir que los barcos europeos dejen de esquilmar sus aguas, llevarse su pescado y encima no dejar nada a cambio. Es un momento crucial porque ahora se debate la nueva Política Pesquera Común, que entrará en vigor en 2013 y que regulará cuánto, cómo y dónde pescará Europa. El 67% de la flota pesquera europea fuera de aguas comunitarias es española.
Lo que se viene haciendo hasta ahora está claro: “saqueo”. Desde 1989, la pesca industrial ha ido conquistando zonas tradicionalmente en manos de la pesca local, artesana, tradicional, de la que vive, por el ejemplo en el caso de Senegal, el 17% de la población, según Karim Sall. “Es cierto que los barcos europeos incluyen tripulación local”, nos cuenta Paloma Colmenarejo, de Greenpeace, “pero, además de que las técnicas industriales están destruyendo los recursos, esos puestos de trabajo son menos de los que generaba la pesca artesanal”. Y, además, el pescado viene directamente a Europa.
En el supermercado:
FAO34
En el supermercado, el pescado que procedente de las costas de Maurtania, Senegal, Cabo Verde o Guinea Bissau viene con la etiqueta FAO34. Las principales especies capturadas son el pulpo, el langostino, la sardina o el jurel. “Nosotros no solemos comer pulo o langostino”, nos cuenta Ahmadou Beyih, “porque no tienen apenas proteínas y no forma parte de nuestra dieta; pero sí que era de las pocas especies que podíamos exportar. Ahora simplemente no queda, hemos perdido el 30% en 10 años”, porque además no se están respetando los plazos de ‘paro biológico’, una especie de barbecho para el mar.
Los tres pescadores aseguran que hay especies que “casi han desaparecido por completo: merluzas, doradas grises, el mero senegalés“, por ejemplo. “Muchas veces tenemos que comemos cous-cous con raíces de mangle” – un árbol que crece en los manglares y que sirve de refugio para moluscos – “porque no hay pescado”. La mayoría de los buques europeos en África occidental son arrastreros de fondo, los más perjudiciales para el ecosistema, y algún palangrero. Más de dos tercios de los 154 arrastreros son españoles.
La competencia no es justa. “Los pescadores no conocemos el contenido exacto de los acuerdos entre las empresas, la UE y nuestros países”, se insiste Karim. “La UE sí publica la cantidad de dinero que da a cada país, pero no especifica qué especies y cuántas toneladas permite pescar”, señala Paloma Colmenarejo.
Según denuncian, “la pesca industrial europea ha causado muchos daños, no se respetan las pocas reglas que hay para faenar, ni en algunos casos las zonas acotadas para pesca tradicional. Eso está destrozando los ecosistemas e incluso ha causado accidentes mortales por la convivencia de grandes barcos con pequeñas embarcaciones pesqueras dentro de la misma zona”.
“Los españoles vienen, saquean todos los recursos, y cuando los africanos no tienen qué comer y emigran, en España no se les quiere”, dice Karim garabateando sobre un papel un círculo, apretando mucho el bolígrafo. Aún así, Karim no se opone a que Europa pesque en sus aguas y usa también terminología migratoria: “Si en Europa ya no hay recursos pesqueros, veo bien que los pescadores europeos emigren a África en busca de trabajo. Pero queremos que el acuerdo de explotación sea justo para nosotros”.