¡ES MOMENTO DE DEFENDER LA VIDA!Tres palabras claves marcan el sentido de este curso: Cultura, Vida y Fraternidad.Vivimos en una sociedad donde están desapareciendo toda referencia a valores comunes, además del aprecio a la VERDAD. Hemos sucumbido al relativismo. Todo es pactable, todo es negociable: incluso el primero de los derechos fundamentales, el de la vida. De esta manera el derecho originario e inalienable a la vida se pone en discusión o se niega sobre la base de un voto parlamentario o de la voluntad de una parte -aunque sea mayoritaria- de la población.Parece que todo acontece en el más firme respeto de la legalidad… pero en realidad estamos sólo ante una trágica apariencia de legalidad, donde el ideal democrático es traicionado porque no reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana. En nuestro tiempo es necesario plantarnos con un NO a la cultura ampliamente dominante de la muerte. Es una anticultura que se manifiesta en las adicciones, en la falsa felicidad de la mentira y el engaño, en la injusticia, en despreciar al prójimo, despreciar la maravilla de la naturaleza, despreciar la solidaridad o despreciar la responsabilidad por los pobres y los que sufren.Cualquier transformación social , económica y política debe partir de una transformación de los principios y valores culturales. Una cultura que favorezca el desarrollo integral de la vida, tanto personal como socialmente. Esto solo es posible si la cultura está orientada hacia la consecución del Bien Común, es decir, el bien de todos y de cada uno sin exclusión de nadie. Tenemos el deber de generar una cultura que defienda, proteja y promocione la dignidad inalienable de la persona humana desde la concepción hasta la muerte natural. Debemos proteger la vida y preocuparnos por la justicia social: una cosa no va sin la otra, pues la vida humana ha de ser protegida en toda su amplitud. El deber de acoger y servir la vida incumbe a todos y ha de manifestarse principalmente con la vida que se encuentra en condiciones de mayor debilidad: hambrientos, perseguidos, inmigrantes, desnudos, enfermos, encarcelados, sin techo, sin trabajo, en soledad … Ya entrado el siglo XXI y tras el fracaso de las revoluciones modernas, liberal y comunista, se hace imprescindible asumir el desafío de la fraternidad como vía para superar tanto el individualismo liberal como el colectivismo igualitarista. Una fraternidad que viene a dar respuesta a «un mundo cerrado y oscuro». La libertad y la igualdad solo se pueden vivir adecuadamente desde la solidaridad- comunión que nace de la fraternidad. La libertad separada de la fraternidad se ha convertido en empoderamiento, palabra talismán. Lo que domina hoy en la cultura es el protagonismo del poder, el poder hecho empoderamiento; empoderamiento a todos los niveles: de los sujetos, de los grupos, de las pequeñas identidades… Y el empoderamiento, como su propio nombre indica, al final nos enfrenta. Tenemos el deber de hacer una propuesta en donde la justicia acompañe siempre a la fraternidad. San Juan Pablo II en su encíclica Evangelium vitae ( 25 de marzo 1995) señalaba la existencia de una conjura contra la vida; de una cultura contra la solidaridad; una auténtica guerra de los poderosos contra los más débiles. En el momento actual, en plena revolución digital neocapitalista, esta conjura es más intensa y potente, ejercida a través de la manipulación de la conciencia. Predomina la cultura del usar y tirar; existe una comprensión errónea de la compasión, que lleva a eliminar la vida «para dejar de sufrir»; una cultura que está generando un grosero individualismo, que conlleva una gran soledad. Con este curso queremos asumir todos estos desafíos del momento que nos ha tocado vivir. Hay diferentes estrategias del poder que debemos conocer, desenmascarar y afrontar desde la vida en fraternidad. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal y por ello es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence. No aceptamos la resignación, ni la impotencia que nos quieren imponer. Rompamos juntos el «no se puede hacer nada». El poder neocapitalista tiende a exagerar sus propias capacidades y dimensiones para que no descubramos la potencia de la solidaridad organizada y el «poder de los sin poder». Creemos firmemente en la naturaleza solidaria del ser humano. La vida de cada ser humano es siempre una oposición radical e infinita a la cultura de muerte, propia del poder. Por ello, hay que plantear y vivir una auténtica Revolución Cultural que promueva las estructuras que el ser humano necesita para su desarrollo pleno: familia, trabajo digno; un ecosistema físico y político respetuoso con la persona humana tanto material como espiritualmente. ¡Estamos llamados a transformar el mundo!. Queremos promocionar una cultura de vida para construir fraternidad. Responsables del Curso en el Aula Malagón-Rovirosa |