Cómo Goldman Sachs dirige el mundo

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En 1999, cuando se decide la creación del euro, Grecia no puede sumarse a la moneda única. Pero los dirigentes franceses y alemanes se muestran ansiosos por asentar la reputación de la moneda única acogiendo al mayor número posible de países. Su objetivo es disuadir el ataque a los especuladores -¡ya entonces!-; por eso presionan a la Comisión Europea para que acepte a Grecia.

EL GOBIERNO GOLDMAN

El Gobierno griego pide entonces ayuda a Goldman Sachs. Atenas quiere ante todo disimular la magnitud de su déficit.

Otros países de la Unión Europea han acudido a la pericia de las grandes instituciones financieras para optimizar la gestión de sus cuentas, Italia, por ejemplo, hizo exactamente lo mismo con el banco estadounidense JP Morgan.

El imperio Goldman se interesa por Grecia debido a una razón muy específica: la naturaleza de su deuda. Se trata de obligaciones complejas, ajustadas a criterios muy indefinidos y elásticos que se prestan particularmente bien a la especulación.

Goldman Sachs para su cometido cuenta con la ayuda del equipo especializado en el negocio de divisas, el más reputado de la firma junto con el de las materias primas. Para alcanzar sus objetivos echará mano de un recurso por entonces de nombre casi desconocido: el sistema de cobertura de riesgo llamado credit default swap, los CDS

La cuantía cubierta por los CDS supera la de ¡la deuda pública griega! Al modificarse los vencimientos de reembolso de su deuda, Grecia se compromete a pagar al banco grandes sumas hasta 2019, y ello en condiciones más onerosas que agravan todavía más sus dificultades financieras.

La argucia le permite a Atenas hacer desaparecer en un santiamén miles de millones de euros de deuda mientras que, por su lado, Goldman se embolsa unos márgenes de beneficio sustanciosos. Pero a largo plazo, los intereses que debe pagar el Estado griego resultan más gravosos que si se tratara de un simple préstamo bancario.

En 2006, Goldman Sachs toma sus distancias respecto a Grecia. Aun así, para conservar su posición en la plaza, la firma se convierte en consejera del Banco Nacional Griego, el primer banco comercial del país. A través de una sociedad offshore situada en Delaware, paraíso fiscal estadounidense, se transfiere, con disimulo, una parte de la deuda pública griega a la cuenta del BNG para enmarañar las pistas.

En octubre de 2009, el socialista Georgios Papandreu gana las elecciones legislativas en Grecia. Goldman Sachs propone al gobierno ¡socialista! apañar el presupuesto de sanidad de la misma forma que lo ha hecho con los gastos militares. Proponen vender de común acuerdo, a escondidas, una parte de la deuda griega a inversores con base en China, país en el que el banco campa a sus anchas.

En el caso griego, Goldman, recibió por un lado la remuneración del Gobierno como asesor bancario; por el otro, especuló con la deuda del país. Goldman apuesta por el euro a la baja, como todos los especuladores. En teoría, una operación de rescate europeo no puede sino relanzar el euro.

En Bruselas, Goldman Sachs mantiene alrededor de las instituciones comunitarias un ejército de lobbystas encargado de defender sus intereses. El Banco apunta, en particular, al Gabinete del presidente de la Comisión, del que dependen los asuntos importantes. Para penetrar en el corazón del poder europeo, anticipar o llegar a modificar las directivas y las reglamentaciones, un ex comisario con el talante de Mario Monti, magníficamente introducido en el entramado del laberinto, no tiene precio…

Goldman ha sido la empresa que más contribuyó a la campaña electoral de Barack Obama. El nuevo secretario del Tesoro elige como director de gabinete a un abogado de negocios que ha pasado diez años como principal lobbysta de Goldman en los pasillos del Congreso en Washington.

La banca de inversión es una especialidad aparte. El director general de Goldman trata con jefes de Estado y con diplomáticos, se relaciona con responsables internacionales para facilitar acuerdos y obtener contratos. El Banco echa mano en Europa de antiguos financieros y economistas, en particular de bancos centrales o de altos funcionarios, para recabar información sobre las futuras operaciones o sobre la política de tipos de interés de los bancos centrales.

LA MAFIA GOLMAN SACHS

Por Wall Street comienza a correr como la pólvora un juego de palabras: «Ya no diga más Goldman Sachs, diga Goldman Sacks». Se pronuncia igual, pero el verbo inglés sack significa «saquear». Goldman despoja a sus víctimas, roba a sus clientes como los piratas:¡la bolsa o la vida!

Después de cada Navidad, Goldman reemplaza sistemáticamente hasta un 10% de sus efectivos menos capaces. La inseguridad del empleo es total «Mata o muere».

La norma es reclutamiento individual. A cada candidato lo entrevistan diez, veinte personas, a veces más. Que sean los mejores y los más inteligentes, y se privilegia su capacidad de dirigir, de concentrarse y el gusto por el deporte, apreciando las disciplinas colectivas, que combinan un duro entrenamiento con el espíritu de clan. Quien trabaja para Goldman pica piedra dieciocho horas al día, con un solo día de reposo durante el fin de semana, y no siempre. La herencia del puritanismo que impregna la cultura financiera estadounidense pesa mucho: las conquistas se hacen en pareja.

El imperio tiene sus ritos y sus símbolos. Todos se saben de memoria los Catorce Principios de la biblia de la casa.

«No soy más que un banquero haciendo el trabajo de Dios»: aunque se tratase sólo de una broma, este comentario de Lloyd Blankfein en pleno debate sobre la moralidad del capitalismo financiero y sobre la avidez atribuida a los banqueros de inversión, confirma esta soberbia de primero de la clase.

¿Es casualidad que Goldman Sachs sea el gran ganador de la crisis financiera? El número uno planetario del sector ha urdido una red de poder única en el seno de los círculos de dirigentes mundiales. Es una auténtica tela de araña que une el corazón de la alta banca de inversión a los dirigentes de Washington, París, Bruselas o Pekín. O de Londres, allí donde se levanta esa nebulosa llamada la City.

TRES HOMBRES Y UN TRONO

En la actualidad ya no son más que tres: Goldman Sachs, JP Morgan y Barclays. Tres máquinas descomunales que han salido reforzadas de la crisis y que dominan las finanzas mundiales.

En marzo de 2008 -¡en cuarenta y ocho horas!-, JP Morgan compra por cuatro chavos al corredor Bear Stearns, en bancarrota. Esta adquisición, obtenida gracias a la ayuda del Gobierno Federal, le permite añadir a su cartera la prime brokerage (corretaje de base), actividad muy remuneradora de servicio a los fondos especulativos, y desarrollar el negocio de materias primas.

Más tarde, este animal de sangre fría no duda en precipitar la quiebra de Lehman Brothers. Barclays, durante la liquidación se encuentra en poleposition para arramblar con los restos de Lehman Brothers al menor precio posible gracias a que durante las primeras negociaciones de rescate abortadas había podido examinar largamente las cuentas. El gran banco británico hace un negocio de oro desembolsando 1.750 millones de dólares. Ya sólo la sede de Lehman, en pleno corazón de Manhattan, resulta ser la inversión inmobiliaria del siglo.

La guerra entre las tres potencias de la mundialización que acaban de surgir promete ser encarnizada.

Una paradoja presente, entre otras muchas, en la reciente crisis: los bancos han ayudado a los Gobiernos… a salvar a los bancos. Abundan los ejemplos de la existencia de este cordón umbilical entre el Estado y el sancta-sanctórum de las altas finanzas internacionales. Morgan Stanley, Merrill Lynch y Goldman Sachs fueron salvados en otoño de 2008 gracias a la intervención del Tesoro de Estados Unidos. Simultáneamente, estas mismas instituciones fueron omnipresentes en las operaciones de rescate de sus colegas.

Goldman asesoró al Tesoro británico para la nacionalización de la caja hipotecaria Northern Rock, en quiebra. También pilotó el plan de rescate bancario más importante de la historia de Estados Unidos.

Morgan Stanley, por su parte, salvó a los prestamistas inmobiliarios estadounidenses, a la vez que socorría a la primera aseguradora del mundo, AIG. Ha desempeñado un papel clave en las nacionalizaciones de la caja hipotecaria inglesa Bradford & Bingley y de la Glitnir Bank islandesa, además de cerrar la fusión entre los bancos británicos Lloyds y HBOS.

Actuando junto a BNP Paribas, Merrill Lynch ha aconsejado al Gobierno francés en el asunto Dexia.

Y por último, una constatación de la que nadie habla: durante la crisis el imperio continuó inyectando liquidez en la gran máquina financiera mundial, lo que permitió evitar su implosión. Y por consiguiente, agravar la crisis.

 

 

* Extracto