Contaminación ambiental, cambio climático y pobres. El control de población

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En estas primeras décadas del siglo XXI estamos asistiendo a una presencia casi continua en los medios de comunicación social de la problemática ambiental

Se trata de introducir en la opinión pública la preocupación acerca de la supervivencia del planeta, a veces ligada a la sostenibilidad de este modelo de desarrollo. En todo el debate ocupa un lugar importante el cambio climático y sus posibles efectos.

Sin entrar en la guerra de intereses entre empresas -las que aún sostienen medios de producción del siglo XX altamente contaminantes y las más modernas basadas en energías renovables y con un volumen menor de residuos-, sí queremos poner de relieve aquello que no se discute y todas promueven: el hiperconsumo en los países enriquecidos. Queremos, además, dar visibilidad a lo que queda oculto: las principales víctimas del deterioro del planeta son los empobrecidos.

Se ha sugerido en alta voz el posible origen antropogénico de la crisis, indicando como causa la supuesta superpoblación del planeta. En 2009 David Attenborough, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales aquel año, hizo unas declaraciones en este sentido: “quizá sea ya hora de controlar a la población para permitir la supervivencia del medio ambiente”. La London School of Economics and Political Science avaló las ventajas económicas del control de población: “siete dólares por persona invertidos en planificación familiar durante las próximas cuatro décadas reducirían las emisiones globales de CO2 en más de una tonelada. Conseguir el mismo resultado con tecnologías de bajas emisiones en CO2 costaría un mínimo de 32 dólares por persona”.

Sin embargo resulta obvio que es el hiperconsumo del estilo de vida de los países enriquecidos el que genera todo tipo de residuos contaminantes que luego tiramos sobre los países del Sur, usados como un gigantesco basurero del planeta. La extracción masiva de sus riquezas, las condiciones de trabajo que superan en explotación a los antiguos regímenes de esclavitud, los conflictos de intereses de los poderosos, hasta la guerra en sus territorios y las migraciones forzadas, dejan tras de sí unas condiciones de vida miserable que es el mayor problema de deterioro del planeta. Aún así, cuando se habla de superpoblación no se hace referencias a las zonas densamente pobladas de Europa o Norteamérica, son los pobres los que molestan. Cuando se habla de superpoblación, ¿nos estamos refiriendo a la baja densidad de población de los países africanos o sudamericamos? Es estratégico para este imperialismo reducir la presión demográfica de los sobreexplotados, porque es su población joven nuestra principal amenaza, a la vez que la principal riqueza y esperanza de futuro para el planeta.
La falta de voluntad política para cambiar el modelo económico se pone además de manifiesto en la cínica compra de la “huella ecológica” a los empobrecidos, evidenciándose así que ellos no contaminan. Los enriquecidos, si.

Editorial de la revista Autogestión