Contra el hambre, defiende la justicia

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Los Objetivos del Milenio son una trampa para los hambrientos

Hace unos días tuve la oportunidad de leer detenidamente la catequesis que Manos Unidas ha editado para promover su campaña de este año titulada «Contra el hambre , defiende la Tierra«. En ella se destacan ideas verdaderamente importantes como es la verdadera ecología  que «defiende sobre todo al hombre y a todos los hombres, porque el ser humano es la cumbre y el sentido de la creación».


Ahora bien,   el análisis planteado  resulta demasiado simplista y no incluye una serie de mecanismos económico-políticos que están detrás de esta lacra y  que cualquier persona que se plantee con seriedad estos temas  no debería de desconocer. Cierta es la afirmación de la necesidad de  curar el cáncer del hambre  extirpándolo y que no nos podemos quedar en remedios paliativos, pero más cierto es aún la necesidad de diagnosticar ese cáncer lo más exactamente posible, ya que de lo contrario, la muerte más tarde o más temprano, esta asegurada.


La campaña parece ser un reflejo de los Objetivos del Milenio planteados por la ONU haciéndose eco del objetivo relativo al Medio Ambiente y al Desarrollo Sostenible. La realidad demuestra  que dichos objetivos, estudiados y contrastados en profundidad, son una trampa  para los hambrientos de nuestro mundo, ya que contribuyen a su exterminio  bajo un escaparate de «buena conciencia general» . Resulta verdaderamente, triste que las personas de buena voluntad, caigamos en la inercia de aceptar un análisis de la situación propuesto desde  instancias políticas que colaboran desde hace décadas con el empobrecimiento de nuestro mundo. Y más triste todavía que no nos preocupemos por buscar la verdad. Tengamos en cuenta que la vida  de miles de personas que se mueren todos los días de Hambre, depende de nuestra voluntad de luchar de verdad por construir un mundo más justo. Vamos a mostrar dichos mecanismos empobrecedores, ausentes de la catequesis presentada:


Ø  El primer punto a tener en cuenta para hablar del binomio «Hambre-Tierra», es la escasez de tierras cultivables en los países empobrecidos sobre todo en África. Aunque el clima pueda tener su influencia no hay que olvidar la creciente adquisición de tierras en este continente por parte de países y empresas transnacionales.  Hay datos que hablan de al menos 2.5 millones de hectáreas otorgadas a inversionistas extranjeros en cinco países africanos en operaciones de 1.000 millones de dólares. Entre las compradoras de estas tierras se cifran países como Corea del Sur, Japón, Suecia o multinacionales inglesas y alemanas. Entre los objetivos de estas compras, se encuentra la  producción de biocombustibles  y la especulación con los alimentos. Las naciones que necesitan de la tierra para comer, se ven despojadas de ella, en muchos casos sin poder hacer nada más que ver como su única fuente de sustento pasa a producir alimentos, combustibles y beneficios para los países enriquecidos. Se dieron casos el año pasado como el de la Multinacional coreana Daewoo que quiso alquilar un millón de hectáreas de tierras fértiles en Magadascar (la mitad de la superficie cultivable del país) por 99 años.  Jacques Diouf, director de la FAO alertó de que se puede estar dando una forma de neocolonialismo de tierras por especuladores con materias primas y alimentos (Wall Street Journal 10-09-2007). Precisamente, uno de los temas más controvertidos al respecto es la producción de biocombustibles, tarea a la que la FAO destina en sus previsiones el 25% de la demanda de energía en los próximos 15 o 20 años. Algunos países como Brasil, son ya destino de fuertes inversiones para promover centros de producción de etanol. Las consecuencias de esto son fáciles de adivinar: en nombre del supuesto «cambio climático», las multinacionales energéticas van a ver aumentadas sus cuentas de beneficios, mientras que los empobrecidos no van a tener tierras que cultivar para comer y la reducción del espacio dedicado a producir alimentos va a ser mayor.


Ø  Otro de los factores clave que se esconden detrás de las dinámicas de empobrecimiento es la creciente monopolización de todo los relativo a la producción de alimentos por parte de unas pocas empresas transnacionales. Desde el acopio de tierras, la imposición de cultivos, la patente de especies  de semillas y fertilizantes, hasta la fijación de los precios de los alimentos y la distribución de estos, descansa en unas manos que buscan maximizar el beneficio por encima de la alimentación de las personas.  Hoy  por ejemplo, el 82% del mercado comercial de semillas está bajo patentes, siendo sólo 10 empresas las que controlan el 67% de la producción de semillas en el mundo. En el año 2005, diez grandes multinacionales controlaban ya el 85% del mercado mundial agroalimentario.


Ø  Hoy en día, no podemos plantear acabar con el Hambre sin tener en cuenta los mercados financieros en los que se fijan los precios de los alimentos. El año 2008 caracterizado por la fuerte subida del precio de los alimentos, fue un año catalogado como de las mejores cosechas desde hace décadas. ¿Por qué subió el precio tan desmesuradamente, condenando a morir a miles de personas? Por la especulación motivada por los movimientos de fondos de inversión del sector inmobiliario a las materias primas, mucho más seguras y rentables ante la «crisis subprime». La Bolsa de Chicago, donde se marcan los precios de los alimentos para todo el planeta, con sus activos derivados tiene más responsabilidad en el crimen del Hambre que todos los huracanes que puedan sacudir el mar Caribe. La presidenta diocesana de Manos Unidas de Valladolid, Teresa de Rodrigo Santos, afirmaba al respecto en un artículo que : «…la agricultura está pasando a ser un valor especulativo que cotiza en Bolsa; ya no tiene un valor alimenticio, sino financiero y por eso se ha convertido en un arma de guerra, igual que el clima y los recursos naturales».


Ø  En el documento también se hace mención a la «pérdida de agua potable», pero se obvian los mecanismos que están contribuyendo a esa pérdidas: la privatización cada vez mayor en el mundo de recursos hídricos por unas pocas empresas.  Sólo dos multinacionales como las francesas Suez  y Vivendi controlan el acceso al agua potable de más de 100 millones de personas en el mundo y controlan desde hace años el 40% del mercado mundial.


Ø  Tampoco resulta muy acertada la afirmación que subordina el peligro de conflictos regionales e internacionales a la pobreza y las migraciones ambientales. Nuevamente, es la guerra por los recursos económicos la que ha estado detrás de los grandes conflictos como es el caso de las guerras del Congo en África. Más de 5 millones de muertos en un genocidio que tenía como escaparate las guerras tribales, y en la trastienda la disputa por el petróleo, el coltán y otros minerales entre compañías transnacionales europeas, americanas y chinas. Se promueve  la inestabilidad bélica para justificar intervenciones militares que aseguren el control de los recursos. Dichas guerras contribuyen no sólo a la muerte y la destrucción de los países y sus gentes, sino directamente, a la dinámica empobrecedora


Ø  Respecto a la relación de la pobreza con los desastres naturales, no es de consecuencia-causa, sino al revés. El empobrecimiento hace que un fenómeno natural que en cualquier país con un cierto nivel de renta apenas ocasione un centenar de víctimas se convierta en una catástrofe trágica. ¿Los ejemplos de eso? Los dos terremotos vividos recientemente en Iberoamérica. El de Haití, con más de 200.000 muertos y 7 grados en la escala de Richter. El de Chile, con 8.8 grados Richter y la desgraciada cifra de 795 víctimas. La diferencia es abismal, pero claro, en Haití, los niños comían antes del seísmo galletas de barro para quitar el hambre, y se vivía con menos de 15 céntimos al día por persona. También se trabajaba en las plantaciones de azúcar en condiciones de semiesclavitud por salarios de miseria para engordar las cuentas de resultados de multinacionales europeas y americanas. El caldo de cultivo para el desastre estaba servido y bien servido. Hasta la propia presidenta de Manos Unidas  Myriam García Abrisqueta, en la presentación de la Campaña constataba esto: «¿si Haití no hubiera sido uno de los países más pobres del mundo las consecuencias habrían sido las mismas? La respuesta claramente es no».


En definitiva, una erradicación seria de la pobreza extrema y del Hambre, exige un diagnóstico que nos permita atacar las causas de estos males. Ignorar cualquiera de las circunstancias anteriores es no ofrecer a la sociedad la perspectiva real de lo que está pasando, con lo que de fondo nos convertimos en cómplices del drama y de una masacre provocada.