¿Cooperativas sin cooperativistas?

512

Nos preguntamos: ¿es el cooperativismo el sistema económico capaz de dar respuesta a los grandes problemas que han generado los sistemas económicos actuales (capitalismo liberal o de Estado)?

Por Ángela Elósegui (economista) para la revista solidaria Autogestión

O mejor, nos plantearnos: ¿existe respuesta desde el campo de la economía al sistema capitalista? ¿Debemos aceptar como evidente que el capitalismo es el sistema menos malo y que únicamente cabe hacer ciertas reformas para corregir sus consecuencias negativas y darle un rostro más humano, más amable? Nos hemos propuesto en este artículo proporcionar algunos puntos para la reflexión y el diálogo, para no aceptar el “no se puede hacer nada”. Y nos hemos propuesto dar a conocer a alguien que se planteó muy seriamente este tema y que muchos aún no conocen: Guillermo Rovirosa. Iremos de su mano.

Guillermo Rovirosa (Villanueva y GeltrúBarcelona, 4 de agosto de 1897 – Madrid, 27 de febrero de 1964) fue un militante obrero cristiano que inspiró la primera HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica). Experimentó su conversión al catolicismo desde un convencido ateísmo y anticlericalismo. A esta primera conversión le sucedería -según su propio testimonio- una segunda que él identificaba con su compromiso con los pobres y el mundo obrero. El 8 de julio de 2003 se abrió en Madrid la causa de su beatificación.

Como converso cristiano laico, es decir, bautizado que asumía su responsabilidad con el mundo, se planteó, como no podía ser de otra manera, en qué debería consistir esta transformación en el ámbito de la economía. Analizó con gran sutileza cómo el capitalismo liberal se desentendió del aspecto social y de la religión. Experimentó vivamente que muchos liberales, que se decían creyentes, defendían que la religión era una cosa y la economía capitalista y el negocio otra totalmente distinta. Y esto llevó, muy principalmente, a la llamada apostasía de la clase obrera, a que los obreros no sólo se alejaran de la religión, sino que la trataran de combatir. Para Rovirosa este dualismo era inconcebible. Todo problema humano, en la religión de la encarnación, es un problema religioso y por tanto exige una respuesta religiosa, que necesariamente será la que más dignifique lo humano.

Rovirosa había vivido de primera mano las consecuencias de la Guerra Civil y de la España del hambre y del estraperlo, del paro masivo, de los hospitales de tuberculosos y de la miseria. Una Guerra Civil cuyos vencidos fueron principalmente los pobres, que en aquella época eran los obreros. Y había llegado incluso a estar en la cárcel por ser presidente del consejo obrero de la empresa donde trabajaba. 

Analizando el cooperativismo, y las experiencias cooperativistas, como propuesta de sistema económico capaz de resolver las dificultades y las injusticias, llega a la conclusión de que, aunque sin duda suponen un avance, sin embargo, no ha pasado de lo que podría llamarse unos “esbozos”.

Y esto es porque cualquier solución que se proponga en economía, como en cualquier otro aspecto de la vida, y que quiera ser humana y, por tanto, ser respuesta humanizadora, tiene que abarcar a todo el hombre en sus tres aspectos: el aspecto material o económico, el cultural o ideológico y el sobrenatural o religioso.

Y ahí está la razón que esgrime del porqué el cooperativismo no ha llegado a ser respuesta alternativa al capitalismo: porque la gran mayoría de las cooperativas han sido promovidas principalmente para “remediar” esencial y primariamente la precaria situación económica de los pobres. Es decir, por razones estomacales, tal y como lo denominó el propio Rovirosa. Y cuando los cooperativistas han resuelto su problema se han quedado en eso, o han mantenido y defendido su estatus para que no les tocasen nada de lo alcanzado, y por supuesto, para no perderlo. Antes de descalificar a Rovirosa, conviene seguir su razonamiento con profundidad. Pero es evidente que su postura está abiertamente enfrente de cualquiera de las teorías “materialistas” que, con carácter salvífico, se defendían (y se defienden) en el contexto en el que exponía estas conclusiones.

Para Rovirosa, una de las razones importantes de que el cooperativismo se haya quedado solo en un esbozo, es que se ha querido correr demasiado, porque se ha intentado implantar el cooperativismo sin espíritu cooperatista. Y por eso defendió que la implantación del Cooperatismo (como él lo definió) no puede ser otra cosa que obra de los cooperatistas. Y esto exige tiempo, paciencia y dedicación.

Y no se puede decir que uno es cooperatista por el hecho de que esté convencido de estas cosas y sepa explicarlas muy bien. Se requiere algo que no es fácil conseguir para el que se ha imbuido en la mentalidad materialista e individualista dominante: vivir la cooperación por la existencia las veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año. Una vida así, necesariamente, contagia a los que tiene alrededor.

Dos puntos cabe resaltar en su propuesta. El primero, que es la persona humana la que debe estar en el centro de la economía, y no servirse de ella como pura mercancía de usar y tirar. En expresión de San Juan Pablo II el trabajo debe estar por encima del capital. Y segundo, que además toda respuesta económica tiene que abarcar a la persona humana en su totalidad, y no exclusivamente en su aspecto material, como han intentado hacer los sistemas económicos imperantes. Porque tiene que abarcar al hombre en sus tres aspectos: material o económico, ideológico o cultural y sobrenatural o religioso. 

Por poner un ejemplo que clarifique mejor lo que estamos diciendo: en los países más desarrollados, donde el nivel de renta per cápita es altísimo, con las necesidades ampliamente cubiertas, sin embargo, se da la paradoja de que no ha dejado de crecer el nivel de suicidios y donde se dan altos índices de consumo de estupefacientes y ansiolíticos, ¿no es esto una evidencia de lo que estamos diciendo? Y muchas iglesias del arte románico se construyeron no por los de las clases de arriba sino por el pueblo pobre y sencillo. Y el cante jondo, nació en el sufrimiento de las minas. Y es que el anhelo del hombre va mucho más allá que lo puramente económico. 

Y aunque en orden a la urgencia ha de prevalecer lo económico, una vez resueltas las necesidades básicas, ha de supeditarse a lo cultural y esto a lo sobrenatural, que es lo verdaderamente importante.

Es necesario por tanto que la respuesta económica que se dé, si realmente quiere ser tal, contemple estas tres soluciones:

  • En el aspecto material, el derecho a la propiedad rectamente entendida, a la medida de las necesidades reales de la familia, para vivir dignamente, sin esclavitudes que impidan el desarrollo de la libertad.  Porque, ¿Quién es libre si está sujeto a un salario de hambre, no posee la casa y herramientas de trabajo como propias y está sometido al régimen de alquiler?
  • En el aspecto cultural es necesario que el hombre pueda desarrollar su vocación profesional al servicio de la sociedad y del bien común. Que pueda poner en potencia todas las cualidades con las que fue creado. Con el desarrollo de la vocación profesional estamos seguros de que la creatividad se pondría al máximo de sus posibilidades y desaparecerían muchas frustraciones y violencias. 
  • Y en el aspecto sobrenatural, un ambiente que permita el desarrollo de la dimensión religiosa, que haga posible la vivencia de la Fe y el encuentro con un Dios que es Padre y que nos hace hermanos. 

Rovirosa nos plantea frente a la lucha por la existencia y el afán de lucro a toda costa, una economía basada en la gratuidad, en la entrega, en el servicio y donde el hombre pueda desarrollar todas sus potencialidades. Solo así se podrá dar respuesta a los graves problemas que la humanidad tiene planteados.