Los niños lloran ante la impotencia de los terremotos de la injusticia, de la violencia.
“Cuando tiembla la tierra, los niños lloran”. Esta frase me la comunican mis hermanos de Guatemala.
Los niños, son los más vulnerables a estos terremotos y sismos porque les toca ver como sus padres salen corriendo, agarrando a sus hijos más pequeños para que las casas no se les caigan encima. Son los más vulnerables a la alimentación pobre e inadecuada, a la desnutrición, a la falta de educación seria que forme personas libres y responsables de sembrar un mundo mejor, pues al estar mal alimentados y con una educación tan deficiente, están condenados a no ser “alguien” a ser “nadie”.
Los niños lloran ante la impotencia de los terremotos de la injusticia, de la violencia, de la falta de “algo más que una tortilla de maíz o un tamal” de un futuro incierto. De ver como sus hermanos o hermanas mayores, si han logrado estudiar algo más que una deficiente primaria o bachiller, o en algunos casos alguna carrera universitaria, se ven abocados a huir a los “Estados” (EEUU) para conseguir ayudar a sus familias y tener la esperanza de una vida mejor.
«Sabemos que no hay libertad sin justicia social, como tampoco hay justicia social sin libertad. La paz, el reino de Dios será posible sembrarlo en la búsqueda de la verdad, la libertad, la justicia y el amor» |
Los niños lloran al ver desintegrarse la familia, centro y fuente de la solidaridad. Ven como la migración es una respuesta al futuro incierto, arriesgándose a perder la vida en el camino, a ser extorsionados por los que se ofrecen a llevarlos hasta la frontera, por las mafias del crimen organizado, expuestos a violaciones y a muertes…
Nos queda solo unirnos a los niños que lloran, para llorar con ellos, compartir su causa y su suerte, compartir en solidaridad lo que somos, sabemos y tenemos, crear espacio de una formación que les ayude a promocionarse como personas libres, capaces de organizarse y de ser sujetos de su propia historia. Muy bonito, necesario, urgente, pero…
Sabemos que no hay libertad sin justicia social, como tampoco hay justicia social sin libertad. La paz, el reino de Dios será posible sembrarlo en la búsqueda de la verdad, la libertad, la justicia y el amor.
Sabemos las causas del sistema neoliberal-económico mundial en manos del imperio alimentado por las multinacionales en manos de unos pocos. Nos imponen un modelo económico desigual y excluyente, violento y generador de violencia. Violencia institucionalizada que crea miseria en serie, hambre en serie alrededor de 19.000 niños anuales en Guatemala son asesinados por hambre. Sabemos que las condiciones inhumanas de pobreza generan violencia, así como la distribución equitativa y justa de la riqueza favorece la paz.
Sabemos que esta realidad genera violencia represiva, violencia delictiva, violencia por descomposición de valores éticos… Sabemos que el imperialismo es el padre de la miseria actual y de que estos y muchos niños lloren.
Jesús nos convoca a buscar y construir la paz mediante la práctica de la justicia y la compasión con los últimos. A defender la vida, una vida digna. Para que todos tengan vida y una vida en abundancia. Las bienaventuranzas de Jesús son la fuente de la espiritualidad de la paz y la no-violencia. Nos compromete a vivir desde la solidaridad, a decir NO a la injusticia, a la venganza, al abuso de poder, a mantener en un llanto permanente a los “niños”. Nos lleva esta actitud del evangelio, no violenta, a estar dispuestos a dar la vida en la lucha por la justicia.
Ser hoy día Testigos de fe, de esperanza y de Paz nos llevará a pasar por este mundo amando con la ternura y la compasión de Jesús, que proclama la verdad a costa de su vida, que denuncia valientemente la explotación humana, que no guarda rencor sino que perdona y llama a la reconciliación, que ofrece propuestas concretas para construir una sociedad más justa donde quepan todos.
La historia está llena de hombres y mujeres profetas de la paz, comunicadores y testigos de la Buena noticia que es Jesús. Sigamos sembrando la vida en medio de esta realidad de “muerte” donde desde la compasión por los últimos sea nuestra misión y reto al estilo de Jesús.
* Chema Rodanes es misionero salvatoriano en Guatemala