Jamás hubieran imaginado que el 2 de febrero de 2007 sus hijitas, Stephanie, de 7 años, y Alexandra, de 4, serían masacradas, mientras dormían en su propia casa, por los ‘soldados de paz’ de la ONU, en Cité Soleil
LA REALIDAD DE HAITI
La misión de la ONU en Haití, empezó el 29 de febrero de 2004, los soldados del ejército de Estados Unidos estaban ocupando Haití, el presidente legítimo Jean-B. Aristide había sido secuestrado por los militares y llevado a África.
Haití de pronto se convirtió en una amenaza tan grave «a la paz y a la seguridad internacional» como para plantear una inmediata ocupación militar, por parte de ejércitos extranjeros procedentes de Estados Unidos, Canadá y Francia.
Desde entonces, han seguido cuatro años de constantes abusos e incumplimiento de los derechos humanos por lo que, sólo aparentemente, es una misión legal cuyos objetivos son ayudar al Gobierno haitiano para reconstruir los estándares democráticos.
LA MISIÓN DE LA ONU
Mercius y Marie-Danielle Lubin jamás hubieran imaginado que el 2 de febrero de 2007 sus hijitas, Stephanie, de 7 años, y Alexandra, de 4, serían masacradas, mientras dormían en su propia casa, por los «soldados de paz» de la ONU, en Cité Soleil.
El señor Fredi Romelus podía pensar que su joven esposa, Sonia, de 22 años, el hijito de 12 meses, Nelson, y su otro hijo Stanley, de 4 años, serían golpeados hasta la muerte, una madrugada, por parte de los cascos azules, los peacekeepers, también en Cité Soleil: es la masacre del 6 de julio de 2005.
Los padres de Boadley Bewence Germain lograron llevar a su hijo de 9 años al hospital, el 20 de enero de 2007, pero la herida en la cabeza, consecuencia de un proyectil disparado por los soldados de las Naciones Unidas, es demasiado grave y el pequeño no se salva.
Lelene Mertina, 24 años, es una sobreviviente: no así el niño que llevaba en el vientre. Estaba en el sexto mes de embarazo, cuando, el 22 de diciembre de 2006, desde un vehículo de la ONU los soldados le dispararon al vientre, matando al niño e hiriéndola gravemente. También ella vive en Cité Soleil.
Los señores Lubin, el señor Romelus, los señores Germain, así como Lelene Mertina y cientos de personas, cuyos nombres desconocemos, han escuchado definir el exterminio de sus familiares como «daño colateral». ¿De qué guerra? Sin embargo, es precisamente así como son justificadas por los responsables de la misión de la ONU las numerosas víctimas de los operativos militares realizados en los barrios densamente poblados, casualmente siempre los más pobres.
Los países que envían contingentes militares son: Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Sri Lanka, Jordania, Bolivia, Canadá, Croacia, Ecuador, Francia, Guatemala, Malasia, Marruecos, Nepal, Perú, Paraguay, Filipinas, España, Estados Unidos y Yemen. Sucesivamente los militares de España, Marruecos, Malasia, Yemen se han retirado. Se agrega Pakistán. Son 40 los países que han enviado personal de policía y/o civil. También China participa por primera vez con su policía en una misión de la ONU.
El General Ribeiro Pereira, brasileño, comandante militar, afirmaba: «Debemos matar a los bandidos, sólo a los bandidos».
Más allá de cualquier consideración relativa al hecho de que la ONU tenga como objetivo MATAR, queda por aclarar quiénes son estos «bandidos». Durante los años 2004, 2005 y gran parte de 2006, se definen como «bandidos» a todos los que se oponen al golpe de estado, algunos armados, la mayoría sólo son manifestaciones imponentes pero pacíficas, todos identificados. Son habitantes de los barrios considerados «pro-Aristide» de Bel Air, Martissant, Grand Ravin, Pele y de la enorme ciudad perdida de Cité Soleil.
LA INTERVENCIÓN DE USA
El contingente de la ONU no ha sido enviado a Haití para controlar el respeto de acuerdo entre facciones armadas durante una guerra civil, porque no existe una guerra civil.
El contingente fue enviado porque un gobierno carente de cualquier legitimidad, liderado por un ciudadano de Estados Unidos, Gerard Latortue, impuesto con violencia por países extranjeros como EEUU, Canadá y la Unión Europea, no era capaz de enfrentar la rebelión por parte de la población; en efecto, dicho «gobierno» tenía a su servicio a la Policía Nacional, y a los para-militares.
NO TODAS LAS AMÉRICAS CALLAN
El presidente brasileño Lula da Silva en 2006, declaró: «Cuando nos digan basta, volveremos a Brasil con las conciencias limpias y la certidumbre de un trabajo bien hecho». Pero muchos de sus compatriotas no se siente en absoluto con la conciencia tranquila: el 7 de febrero, miles de brasileños marcharon en el centro de Río de Janeiro para pedir el inmediato retiro de las tropas de Haití.
La prestigiosa revista médica británica «The Lancet» estimó en 8.000 los muertos por asesinato durante los años 2004-2005, sólo en el área de Puerto Príncipe, víctimas de la brutalidad del régimen al que la Minustah (ONU) ha servido, colaborando activamente en esta masacre.
El presupuesto anual de la misión asciende a 535 millones de dólares. En 4 años costaron ya el 50% más que toda la deuda exterior del país.
Haití está obligada a utilizar el 22% de su presupuesto anual en gasto público para afrontar la absurda deuda exterior, mientras que su población se está muriendo de hambre: en los últimos 4 meses el nivel de pobreza ha empeorado paulatina y dramáticamente.
El mandato tenía como término el 15 de octubre de 2008, pero el senado chileno, a petición de la presidenta Michelle Bachelet, aprobó la permanencia de sus tropas en Haití por otros doce meses.
Los integrantes del Consejo de Seguridad, los responsables de la misión, ante todo Brasil, y los países que lo integran (son 40), traicionaron la Carta de las Naciones Unidas, el espíritu y la voluntad de los fundadores de las Naciones Unidas, y al pueblo haitiano