Con el 2,5% de lo que se gasta en armamento podríamos erradicar el hambre en el mundo
José Esquinas tiene 72 años y es hijo y nieto de campesinos. Estudió Agronomía y Genética en España y Estados Unidos. Ha trabajado en el campo, en laboratorios y en aulas, y durante 30 años en la FAO. Ahora se dedica a compartir sus experiencias, principalmente en la lucha contra el hambre.
Mucha gente piensa que el hambre ha existido siempre y no se puede evitar
El problema no es de falta de alimentos: es de acceso a los que están en el mercado internacional.
Es una gran mentira. Con el 2,5% de lo que se gasta en armamento podríamos erradicar el hambre en el mundo. Con el 3% de lo que Occidente ha gastado en los últimos 12 años en salvar a la banca, también. Dicen que hay que producir más porque no hay comida suficiente para todos, pero hoy producimos el 60% más de los alimentos que necesita la humanidad. Falta voluntad política para acabar con esto.
El problema no es de falta de alimentos: es de acceso a los que están en el mercado internacional.
En España desperdiciamos 169 kilos por habitante y año, y un tercio lo tiramos en envases sin abrir.
Sueles decir que el problema es que el hambre no es contagiosa
Se han invertido cantidades ingentes de dinero para enfrentar pandemias como la gripe aviar, la fiebre porcina o la gripe A. ¿Sabes cuántas personas han muerto por gripe A desde que apareció hace ocho años? Unas 17.000. Menos de la mitad de los que se mueren de hambre en un solo día. Pero el hambre no es contagiosa, aunque sí enormemente peligrosa.
Es una de las mayores amenazas para la humanidad en un mundo globalizado e interdependiente. En esta pequeña barca que se llama Tierra, si se hace un agujero, y me da igual que esté en Etiopía, en España, en Estados Unidos o en la India, la que está en peligro es la nave Tierra.
Cuando apareció la crisis alimentaria de 2008, el número de muertos como consecuencia del hambre se incrementó un 20%. Consecuencia: revueltas callejeras en más de 60 países en muchos de los cuales cayeron los Gobiernos. El hambre está en la raíz de muchos otros problemas.
Es fácil conectar hambre con emigración
Aquí no somos conscientes de que el riesgo al coger una patera para trasladarse a Europa a veces es mucho menor que el de quedarse en casa y que yo, y mi familia, muramos de hambre. No importa cuántas sean las vallas que pongas o las concertinas criminales que coloques en esas vallas. El riesgo probablemente es menor. Debemos ir a las raíces y no luchar con bombas, sino con alimentos.
Relacionas el hambre con la violencia internacional y con las epidemias
Donde hay hambre y pobreza la vida tiene poco valor, y el terreno está abonado para que uno se la juegue, con razones o sin ellas. Y las grandes pandemias, como el Ébola, aparecen en los lugares donde los seres humanos son más vulnerables. Sin seguridad alimentaria no hay ni podrá haber nunca paz ni seguridad mundial.
Tendríamos que plantearnos que lo que hasta ahora no hemos sabido hacer por caridad, por solidaridad o por fraternidad, no tenemos más opción que hacerlo, aunque solo sea por egoísmo inteligente.
¿Dónde está la solución?
Hay que producir más a nivel local, acercar la producción al consumo. Cuando tienes hambre puedes conseguir los alimentos en el mercado internacional si tienes dinero y puedes afrontar la enorme volatilidad de los precios. O producirlo tú mismo. Uno no puede controlar lo que se produce en otros países, ni el precio que va a tener.
La agricultura familiar nos permite mantener la capacidad de autoalimentarnos y no depender de factores que no controlamos. Y a la vez que se fomenta la producción a pequeña escala, hay que aprovechar la gran cantidad de cultivos ligados a las culturas locales, con gran poder nutritivo, que están siendo infrautilizados.
A lo largo de la historia de la humanidad se han utilizado entre 7.000 y 10.000 especies. Hoy cultivamos comercialmente no más de 150, y solo cuatro —trigo, arroz, maíz y patata— están contribuyendo con más del 60% a la alimentación calórica humana. En casi todos los países hay cultivos ligados a las tradiciones locales, como el teff, muy conocido en Etiopía, o diferentes tipos de sorgo en otros países africanos. Hay que invertir en estos cultivos locales.
Me preocupa el futuro. No tanto por mí, sino por mi hija y las generaciones futuras, que son las grandes olvidadas. Pero soy optimista. Se piensa que luchar contra el hambre es utópico, pero lo que en el siglo pasado era utópico hoy es una realidad. Decía Miguel de Unamuno: «Una utopía lo es hasta que cinco personas consideran que es posible, porque a partir de ese momento es una posibilidad».
Autor: Javier Sánchez Salcedo
Fuente: Mundo Negro