Década de muros

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El comienzo de la década se nos presenta con la expansión de los muros alrededor de los países más ricos.

Grecia, Turquía e Israel se apuntan a la estrategia de blindaje de fronteras, según el modelo americano, pero también teniendo como referente las vallas de Ceuta y Melilla. En los tres países mencionaron los muros de estas ciudades como ejemplo moderno de buenas prácticas en el control migratorio.

Europa se cierra proponiendo una estrategia militar en la guerra sin cuartel que se libra en las fronteras. Un conflicto con sus daños colaterales y cuyas víctimas son todas civiles.

«Hace dos días un bebé de cuatro meses moría de frío en una deportación en la frontera argelina. Le enterraron en un bosque, bajo un árbol».

Frontex es la herramienta militar para defendernos del «invasor». Grecia pedía desesperada a Bruselas ayuda contra los inmigrantes que habían atravesado sus fronteras a través del río Evros, que la separa de Turquía.

A finales de 2010, 170 policías fueron enviados desde distintos estados europeos para patrullar la frontera turca junto a las fuerzas de seguridad griegas.

Uno de los responsables tiraba el balón al terreno turco, insinuando negligencia por parte de las autoridades de este país, a lo que Turquía ha contestado negociando contraprestaciones, al igual que en su tiempo hicieron Marruecos, Argelia, Libia y otros países del cinturón seguritario europeo.

Atenas ha anunciado la construcción de un muro a lo largo de los 12 kilómetros más transitados por los migrantes en el río Evros.

Michele Cercone, portavoz de la Comisaría encargada de la seguridad, ha de­clarado que «los muros y las vallas son medidas a corto plazo que no permiten solucionar de manera estructural la cuestión de la migración».

«Cuarenta y cuatro personas perdieron la vida ahogadas intentando cruzar a Grecia. Los que lo consiguieron se encontraron una situación calificada por Naciones Unidas como drama humanitario».

Inmigrantes llegados de Afganistán, Irán, Myanmar y otros países asiáticos. Pero también africanos que cambiaron de dirección.

Las rutas varían en respuesta a la presión y al control. Muchos de aquellos inmigrantes que elegían la vía Libia para entrar en Italia, ahora deciden ir hacia Grecia para dar el salto a la Europa más rica.

Veintidós ciudades turcas, fronterizas con Grecia, pasarán a formar parte del programa MOBESE, un sistema que instalará cámaras de vigilancia en toda la zona para controlar la inmigración. Un gran hermano que funciona ya en 81 provincias turcas.

Otro de los territorios de destino de los migrantes es Israel, a través de Egipto y sus fronteras en el desierto del Sinaí. Las políticas de ambos gobiernos se parecen demasiado a las relaciones fronterizo-migratorias del Estado español y Marruecos. Los egipcios disparan y luego preguntan.

Dos mil dólares cuesta el pasaje por el desierto que los beduínos aprovechan para sobornar a miembros de las fuerzas de seguridad.

«250 eritreos fueron secuestrados en el mes de diciembre por pasadores de la zona. Este tipo de violencia y actos criminales se repiten diariamente en la frontera entre Marruecos y Argelia, o entre Níger y Libia».

La gran solución es otro muro para blindar los 250 km. entre ambos países.

Además de la construcción de un gran centro de detención en el desierto del Neguev que dependerá del Ministerio de Defensa. Dicen los israelíes que seguirán algunos modelos europeos, entre ellos el español. Así, desde España no sólo exportamos vallas sino también la gestión de las cárceles para inmigrantes.

Argelia se propone imitar a los CIEs con el proyecto de construcción de tres grandes centros de detención en el sur. Centros previos a la deportación, donde los inmigrantes pueden ser retenidos por un período de treinta días renovables, sin que se especifique en qué condiciones y por cuánto tiempo se produce la renovación. La gestión dependerá del Ministerio del Interior y no está previsto que ninguna autoridad internacional u organización nacional pueda tener acceso a ellos.

«Un año y medio pasaron cuarenta y cinco refugiados en un campamento militar hasta ser liberados. Las mujeres se prostituían con los policías a cambio de jabón y compresas».

Los muros, las vallas, las cárceles, conforman una geografía nueva de las fronteras europeas donde cada vez es más complicado hacer un control de la violación de  los derechos humanos.

El conflicto ocupa el territorio de una forma lenta, segura, y las generaciones van normalizando una geografía geopolítica donde cualquier medida está justificada para luchar contra el «invasor».