Demonios en el Paraíso (extracto)

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A muy pocos les debe sonar un pequeño país llamado Guinea Ecuatorial, aún menos sabrían dónde situarlo en un mapa de África, y serán contados los que recuerden que, hasta hace exactamente cuarenta años, los ecuatoguineanos eran tan ciudadanos españoles como un alicantino o un gaditano.

Por entonces, Guinea Ecuatorial era una provincia más de España enclavada en la costa Africana del Golfo de Guinea; ‘La perla de África’ la llamaban.

Hoy, cuatro decenios después de su independencia, bajo el yugo dictatorial de la familia Obiang Nguema y con el beneplácito de las grandes potencias cuyas empresas explotan sus campos de petróleo y expolian sus reservas madereras, Guinea Ecuatorial se ha convertido uno de los países más subdesarrollados y corruptos del mundo, y el pueblo ecuatoguineano en uno de los más aterrorizados a manos de su propio gobierno.

Teodoro Obiang y su clan gobiernan Guinea Ecuatorial como lo haría un esclavista con su hacienda. Para ellos, los ciudadanos guineanos son esclavos a su disposición, y el país una finca privada que saquear sin tener que dar cuentas a nadie.

El actual presidente de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang Nguema, quien lleva 29 largos años en el poder tras ejecutar al anterior presidente (su propio tío, otro asesino), ha saqueado, robado y asesinado sistemáticamente hasta extremos inconcebibles, amasando una fortuna que lo convierte en uno de los hombres más ricos del planeta, en uno de los países más pobres de África. Aunque para ser exactos, no puede decirse que el país en sí sea pobre, pues alberga una de las mayores reservas petrolíferas del continente, cuyos beneficios de explotación reportan al régimen guineano miles de millones de euros. Lo que sucede, es que la familia Obiang se queda con ABSOLUTAMENTE TODO lo que pagan gobiernos y petroleras extranjeras (norteamericanas y chinas sobre todo) por los derechos de extracción. Pero aunque parezca mentira, la familia Obiang no se limita sólo a quedarse con esa ingente cantidad de dinero, sino que además se dedican a robar propiedades privadas (se han apoderado aproximadamente la mitad de los terrenos edificables del país, y no han pagado un céntimo por ellos), salarios (muchos trabajadores han de pagar a la familia del presidente gran parte de lo que ganan) o negocios de los guineanos no afines al gobierno o a la familia Obiang (que al fin y al cabo es lo mismo), cuya ignominia llega al punto de despojar impune y caprichosamente a sus empobrecidos compatriotas de cualquier bien que posean sin justificación alguna.

A pesar del río de dinero que fluye desde este desdichado rincón de África, sus habitantes no disponen de servicios sanitarios, educación, seguridad o justicia. Por ejemplo, ante cualquier emergencia médica el Hospital de Malabo es la única opción de asistencia, pero eso sí, bajo ciertas condiciones como: pagar la estancia y el tratamiento por adelantado, y además, llevar todo lo necesario para dicha estancia y tratamiento (y con todo, me refiero a TODO: desde las jeringas o medicamentos necesarios, al colchón, las sábanas o la comida). Sin ir más lejos, cuando hace unos años estuve en Guinea, para realizarle a mi pareja un análisis de sangre el método de extracción consistió en hacerle un corte en la mano con un trozo de cristal.

Pero, por inaceptable que resulte, esto es sólo el principio, y ni mucho menos la peor parte.
Lo que convierte a Teodoro Obiang (conocido como ‘El Jefe’) y sus acólitos no sólo en ladrones, sino en peligrosos criminales, es la política de detenciones arbitrarias, encarcelamientos injustificados, torturas y asesinatos cometidos contra sus propios ciudadanos. Se calcula que durante su mandato, el actual gobierno guineano ha exterminado a nada menos que el 10% de la población del país, y una cantidad indeterminada ha desaparecido o se encuentra encarcelada ilegalmente y sin juicio previo.

Según el último informe de Amnistía Internacional, los detenidos por la policía y el ejército son torturados sistemáticamente con métodos tan brutales como mutilaciones, rotura de huesos, violaciones, descargas eléctricas en los genitales o, atención: clavar tenedores en la vagina de las detenidas…

Y para quien guste de datos e imparciales estadísticas, ahí van unas cuantas.

  • Guinea Ecuatorial produce 400.000 barriles diarios de petróleo.
  • Exporta casi 1.000.000 de metros cúbicos de madera tropical al año.
  • Su Renta per Cápita la sitúa en el número 38 del ranking mundial (por encima de Kuwait o Arabia Saudita).

En cambio, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU ocupa el puesto 121.

  • El 151 sobre 163 en corrupción, según Transparency International.
  • La esperanza de vida es de sólo 43,3 años, según Amnistía Internacional.
  • La élite gobernante posee alrededor del 98% de la renta nacional.
  • El 80% de la población vive con menos de 20 euros al mes.
  • El gobierno de Obiang ha convertido a Guinea Ecuatorial en el centro del tráfico de drogas de África Occidental.
  • Teodoro Obiang ganó las últimas elecciones con un 99,5% de los votos. Los 13 partidos políticos autorizados, estaban formados por miembros del gobierno.
  • En una reciente visita a Estados Unidos, la secretaria de estado Condoleezza Rice describió a Obiang como ‘buen amigo’.
  • En Julio de 2003, la radio estatal anunció que: ‘El presidente es un dios que está en contacto permanente con el todopoderoso, y puede matar a cualquiera sin que nadie le pida cuentas y sin ir al infierno, porque es el Dios mismo.’

Sobran comentarios.

Y lo que personalmente hace que esta vergüenza común me resulte aún más dolorosa, es que el pueblo guineano, uno de los más amables, hospitalarios y generosos que he conocido, haya sido, como cité al principio, parte integrante del estado español. La atropellada y negligente descolonización de Guinea Ecuatorial por parte de España en 1968, es el origen de la inadmisible situación que ahora sufren los guineanos y a la que hoy asistimos con absoluta indiferencia y desafecto.

Pero hay que recordar que los ecuatoguineanos no sólo siguen hablando en castellano, sino que muchas de sus costumbres, celebraciones y tradiciones siguen siendo las mismas que las nuestras. Sus hijos cantan las mismas canciones que cantan los nuestros en el colegio, sus bromas son las mismas, hasta sus palabrotas son las mismas que las nuestras. Son, por decirlo así, unos primos cercanos de los que nos hemos olvidado totalmente, una parte de nuestra familia de la que nos hemos desentendido, ajenos y a veces cómplices de un castigo que de ningún modo merecen.

Porque probablemente, mientras lee este mensaje, una anciana agonizando de malaria pide un médico que nunca llegará.

Un niño está preguntando dónde están sus padres desaparecidos.

Una mujer implora a Dios que la mate, mientras es violada y torturada salvajemente en una comisaría.

Y cada día, Guinea Ecuatorial se hunde un poco más en las tinieblas.

Cada día, nuestra ignorancia nos hace más culpables.

Cada día cuenta.

Alguien dijo una vez que ‘Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada’.

Quizá este sea un buen momento, para averiguar qué tipo de hombres y mujeres somos en realidad.

Guinea Ecuatorial es víctima de la maldición del petróleo, y como puedes imaginar, estados como China, U.S.A. o Francia harán todo lo posible para mantener a Obiang en su poltrona y así garantizar un suministro fiable de crudo para sus compañías petroleras. Así que será muy difícil cambiar las cosas a corto plazo en la maltratada pero aún hermosa Guinea.

Estos dictadores de opereta, sólo se mantienen gracias al desconocimiento que tiene el resto del mundo de las fechorías que cometen. Cuantos más de nosotros sepamos lo que sucede, y por qué sucede, más probabilidades hay de que un día quizá no muy lejano, seamos suficientes para decir basta. Cuando políticos propios y ajenos sientan vergüenza de tratar con asesinos como Obiang, o descubran que darse abrazos con dictadores que no respetan los más elementales derechos humanos tiene un costo político que sus votantes les van a hacer pagar, puede que las cosas cambien, y entre todos expulsemos de una vez por todas a esos demonios del paraíso.