Transitamos un momento histórico en el que estamos siendo conducidos por un despotismo totalitario, toda una maquinaria de poder y lucro que pretende el sometimiento del ser humano a través de diferentes instituciones y mecanismos en los que participamos todos, desde la economía, la política, la cultura, …
Editorial de la revista Autogestión 150
Se trata de un totalitarismo que construye infiernos en vida, que se apoya en una economía que mata, como denuncia el Papa Francisco, y cuyo interés llega a prevalecer sobre el bien común, con unas dinámicas que funcionan como mecanismos autónomos de robo y expolio, para concentrar la riqueza y el poder en cada vez menos manos.
Destacan, por su novedad, los denominados «mercados de futuros conductuales» en los que se compran y se venden predicciones sobre nuestro comportamiento, y hasta se supedita la producción de bienes y servicios a un nuevo «medio de modificación de la conducta», como explica Shoshana Zuboff. Se trata, en palabras del filósofo Byung-Chul, «de un hipercapitalismo que facilita, amplía y acelera la explotación comercial de la vida humana”.
También hacia ese totalitarismo global nos conduce, entre otros, la tan publicitada Agenda 2030, programada por los poderosos, y cuyos objetivos esconden la pretensión de conseguir un mayor control de la población con diferentes estrategias, leyes y programas. Entre ellos, destacan la imposición de leyes abortivas y eugenésicas, de bioideologías de género, y de una “ecología capitalista” que estigmatiza al ser humano, que plantea “falsas preocupaciones” por la degradación ambiental y no por la real degradación humana y social, etc.
Una Agenda 2030 que colabora en la mutación interesada de los derechos humanos, fabricando otros “derechos” que atacan directamente a la dignidad de la persona humana. Los Derechos Humanos, según el profesor Ruiz Albert, «están sufriendo una perversión que se está consumando ante nuestras narices. Porque los proyectos (o delirios) de los adalides del neocapitalismo en el plano económico, y del imperialismo en el ámbito político, así como de los partidarios del progresismo cultural posmoderno, son incompatibles con la comprensión de la dignidad de la persona que subyace a la esencia de los propios Derechos Humanos. De ellos va quedando el cascarón, pero dentro solo anidan víboras”.
Ante este estado de injusticia, inequidad, iniquidad y de muerte, de transformación cultural e incluso antropológica ¿Qué coartadas, coacciones y mecanismos hacen funcionar la maquinaria del poder de los fuertes y resultan ser tan eficaces para sostener los infiernos a los que se condena a la mayoría de la humanidad?
Atisbamos que este nuevo totalitarismo inicia una nueva fase: ha emprendido la conquista del territorio inmaterial más estratégico, el territorio de la conciencia. El territorio de lo que constituye el corazón de la dignidad inalienable de todo ser humano, provocando y consiguiendo, entre otras consecuencias, que podamos vivir en la indiferencia e incluso en la buena conciencia ante el dolor que provocan estos infiernos.
Este totalitarismo nos hace propuestas narcisistas, hedonistas, centradas en el consumo. Es la forma más directa de llevar a cualquier persona al sinsentido, a formas egoístas de plantearse la vida y aceptar cualquier planteamiento totalitario, relativista, o simplemente nihilista.
Decía Benedicto XVI que “cada generación debe conquistar su libertad”. Y esto sólo será posible si nos planteamos una Revolución. Una revolución donde el ideal de justicia y solidaridad marquen el rumbo para derribar los muros de la injusticia y la indiferencia. De otro modo, estaremos condenados al sometimiento y a la esclavitud de este nuevo sistema totalitario en aras del poder de unos pocos.
Mantengamos viva la llama de la auténtica vocación a la que todos somos llamados: construir un mundo más humano, más fraterno donde los empobrecidos y descartados estén en el centro. Animamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a consagrar sus vidas en la búsqueda del bien común. Sólo así podremos encontrar el verdadero sentido de nuestra propia existencia.