Fuentes donde las niñas friegan y lavan, encorvadas, con el agua fría, en el tiempo que les queda después de ir al colegio, si es que ese día han podido ir.
Zihar y Hamed son dos jóvenes adolescentes alumnos del Liceo Mohamed Ibn Abdalá de Larache. El Liceo es conocido en la ciudad como las “Tillerías” porque durante la época del Protectorado español fue un pabellón militar del ejército español dedicado a la Artillería. En Larache huele a España. El primer idioma que se estudia en el Liceo es el español, por delante del inglés; y por detrás, por supuesto del árabe y del francés.
En este Liceo estudian 2.000 alumnos. Sus clases están ubicadas en los antiguos pabellones militares españoles que han sufrido realmente pocos cambios desde la época del Protectorado, hace casi un siglo. En cada aula hay entre 50 y 60 alumnos, que estudian ahí 8h cada día. Aquí no hay recreo, se estudia de seguido. No puede haber recreo porque no hay suficientes aulas para tanto alumno. El afán por estudiar y aprender se huele en Larache, todos quieren ir a la escuela, y por eso los centros escolares hacen turnos, no están vacíos en ningún momento, mañana y tarde, y no hay recreos.
La joya del Liceo es la biblioteca, que alumnos y profesores muestran con orgullo. Llena de libros, cansados de tanto uso, de tanto ir y venir. Libros en árabe y francés en viejas y destartaladas estanterías de madera.
La sala de profesores no tiene estufa, ni aire acondicionado, ni ordenadores. Hay unas viejas mesas de madera gastadas por los años. Sus viejas ventanas, también de madera, son azules, y están abiertas porque ya no encajan. De su pared verdosa y descascarillada cuelgan viejos carteles también descoloridos por el tiempo. Allí se reúnen para trabajar los profesores, profesores que cobran 360€/mes. Allí el profesor de Educación Física nos enseña el material deportivo para los 2.000 alumnos: tres balones pinchados, partidos en dos, que hacen las veces de seis balones que sirven para todo. Allí, el profesor de Matemáticas cuenta que el mayor problema que tienen es el absentismo: muchos adolescentes faltan porque tienen que trabajar.
Por las calles de Larache también hay turistas españoles que la visitan para ver sus hermosos edificios. Algunos de ellos, como el mercado, rehabilitados por la Cooperación de la Junta de Andalucía. Turistas que hacen noche en hoteles con agua potable, incluso con agua caliente. La ciudad está situada en la costa, en la desembocadura del río Lucus, donde forma una gigantesca ría que ocupa kilómetros, pero muy pocos tienen agua potable en sus casas. Por eso hay fuentes por las calles, para que los turistas puedan echar fotos y para que las niñas puedan ir a lavar la ropa y fregar los platos. Fuentes donde las niñas friegan y lavan, encorvadas, con el agua fría, en el tiempo que les queda después de ir al colegio, si es que ese día han podido ir.
En Larache también se estudia en el Colegio Español Luis Vives. El Colegio Español forma parte de la red de centros escolares que dependen del Ministerio de Educación de España. Y todo aquí es español: casi todos los profesores (que cobran cerca de 6.000€/mes), la biblioteca muy bien dotada, los patios y jardines (donde pasean tranquilamente las tortugas), el gimnasio perfectamente equipado, las aulas, los ordenadores por clase, todo. Aquí sólo admiten a los mejores, cuando un alumno suspende se le “invita” cortésmente a que se vaya. Los problemas son de disciplina, porque son niños caprichosos acostumbrados a tenerlo todo y a tenerlo siempre. Hay 15 alumnos en cada aula, que paga cada uno 1.000€/año. Por eso aquí sólo pueden estudiar muy pocos: los españoles y los hijos de marroquíes pudientes. Esos pocos, podrán continuar sus estudios en alguna universidad española en territorio español, sin ningún problema de visado o de patera o de contrato.
Zihar y Hamed sueñan con venir a España. Zihar ya tiene algunos hermanos en Cataluña, y Hamed… Hamed no dice su edad, pero él ya ha estado en España. Llegó a nuestras tierras y aquí estuvo trabajando y malviviendo dos años. Trabajaba donde iba saliendo, sobre todo en el campo. Pero como no tuvo ningún contrato, no tenía papeles. Lo pilló la policía en Castellón, lo metió en la cárcel 40 días y lo deportaron a Marruecos, a Larache. Esto ocurrió hace dos años. Ahora estudia en el Liceo, y asegura que volverá a España. Para ello estudia con ahínco, agarra su cuaderno con fuerza y cuidado: no tiene ni un tachón, su letra es impecable, y lo enseña con orgullo. Sabe que si vuelve como la otra vez, lo volverán a deportar, por eso quiere estudiar, formarse, seguirá sus estudios para poder abrirse camino en España, aunque para ello tenga que dejar atrás su familia, sus amigos y su tierra.