Un fenómeno en pleno auge se está produciendo: la compra o arrendamiento por parte de países ricos de tierras fértiles en naciones pobres, principalmente de África, para asegurarse el suministro de alimentos
…conocer lo diferente que es la vida cuando, cada mañana se siente el miedo de no existir ya… Herta Müller.
Un fenómeno en pleno auge se está produciendo: la compra o arrendamiento por parte de países ricos de tierras fértiles en naciones pobres, principalmente de África, para asegurarse el suministro de alimentos.
Tras las manufacturas (en los años 80) y la tecnología de la información (en los 90), la adquisición de tierra cultivable en el extranjero se va configurando como la «tercera gran oleada de deslocalización».
Según el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria IFPRI, entre 15 y 20 millones de hectáreas de países pobres han cambiado de manos desde 2006 en este tipo de operaciones, con un valor conjunto que oscila entre 20.000 y 30.000 millones de dólares. Los países que más tierra venden o alquilan son Rusia, Ucrania, Brasil, Pakistán, Filipinas, Indonesia, Sudán, Mozambique y otros africanos. En Sudán, país tradicionalmente conocido como el granero del mundo árabe, empresas surcoreanas han firmado acuerdos para cultivar 700.000 hectáreas de trigo; los Emiratos Árabes Unidos han adquirido 400.000 hectáreas, y la compañía estadounidense Jarch Capital ha firmado un acuerdo con la guerrilla del sur del país para explotar otras 400.000. En Malí, el Gobierno libio va a cultivar 100.000 hectáreas de arroz, y el emirato de Qatar ha arrendado 40.000 hectáreas en Kenia para producir frutas y verduras a cambio de invertir 2.300 millones de dólares en la construcción de un nuevo puerto.
Pekin y sus empresas, se desplazan al sudeste asiático, Laos, Myanmar o Filipinas, donde se espera la aprobación de Manila para alquilar 1,24 millones de hectáreas para el cultivo de arroz. Varios inversores chinos tratan de reservarse dos millones de hectáreas en Zambia y ya han logrado 2,8 millones en la República Democrática del Congo, todo para producir biocombustibles. El país asiático ha desplegado ya en África una batería de intereses energéticos y mineros, acompañados de ayuda al desarrollo y modernización de infraestructuras. Pero sería injusto señalar sólo al apetito chino, porque capital privado inglés, alemán, sueco y danés también se han apuntado a la moda. Animada por la rapidez con la que cristalizan los acuerdos, hasta la banca de inversión ha visto un potencial nicho especulativo.
El estudio publicado en mayo por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED, en sus siglas en inglés), certifica que la apropiación de tierras es un fenómeno en ascenso, y advierte de que es cada vez mayor el riesgo de que campesinos pobres acaben siendo expulsados de sus tierras o pierdan el acceso al agua y a otros recursos. Sonja Vermeulen, coautora del estudio junto a Lorenzo Cotula, explica que aunque existe desde la época colonial, la compra de tierras en países en desarrollo se ha intensificado en los últimos años debido al creciente nerviosismo de los países importadores de alimentos ante la subida de los precios en los mercados mundiales. Además, agrega Vermeulen, estas operaciones pueden ser también un buen negocio, pues todo indica que el precio de las tierras cultivables va a subir a largo plazo.
China, India y Corea del Sur encabezan la lista de compradores. A los gigantes asiáticos les siguen de cerca países del golfo Pérsico como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, ricos en capital pero cuya escasez de agua hace imposible la producción de alimentos.
«Son países que tienen dinero para comprar alimentos en el mercado mundial, pero el año pasado, cuando varios grandes países productores prohibieron la exportación de productos agrícolas clave, comenzaron a sentirse inseguros», explica Ruth Meinzen-Dick, del (IFPRI )». En lugar de depender de unos mercados mundiales que se han vuelto poco fiables, estos Gobiernos prefieren adquirir tierras para producir alimentos que luego exportan a sus países », dice Meizen-Dick. Un ejemplo: el contrato que acabó forzando la destitución del presidente de Madagascar garantizaba a Corea del Sur el suministro de maíz y reducía su dependencia de EE UU, primer exportador del mundo del producto con una cuota del 60% en el mercado internacional.
Si en el pasado los inversores extranjeros buscaban principalmente productos tropicales como plátanos y cocos o cultivos hortofrutícolas, la oleada más reciente de inversiones extranjeras se centra en alimentos básicos como el maíz, el trigo o el arroz. En ocasiones, las tierras no se compran para producir alimentos, sino como materia prima para biocombustibles, cuya demanda está en ascenso. Si bien la mayoría de las adquisiciones de tierras se negocian directamente entre las autoridades políticas o a través de empresas que actúan como intermediarias para los Gobiernos, también hay fondos de inversión privados que participan en el negocio, como el británico Emergent Asset Management, que tiene previsto comprar 50.000 hectáreas de tierra en Mozambique, Suráfrica Botswana, Zambia, Angola y la República Democrática de Congo. Junto a los fondos de inversión privados también actúan los fondos soberanos. El fondo soberano CIC (China Investment Corporation), dotado con más de 200.000 millones de dólares, ha comprado el 14,5% de Noble Group, el gigante del sector que opera con materias que van desde el azúcar brasileño, hasta el carbón australiano. La adquisición, valorada en 850 millones de dólares da a China mayor relevancia en el mercado global de commodities y mayor conocimiento del sector. El dinero siempre esta en movimiento y va donde puede sacar tajada, la caída del dólar se acelera y a fecha de 9-10-09 el oro marcó un nuevo máximo, muy por encima de los 1.000 dólares la onza. Un informe del Banco mundial afirma que en dos años, el 85% del aumento de los precios de los alimentos que precipitó a mas de 100 millones de personas por debajo de la línea de pobreza (lo que significa hambre), fue influenciado por el desarrollo de la agroenergía.
Olivier de Schutter relator especial de la ONU decia: Deberíamos aprender de la crisis para construir sistemas para la alimentación más resistentes y asegurarnos de no volver a vivir un shock de esta magnitud. Pero el hecho es, sin embargo, que los gobiernos no han hecho nada significativo. Y eso que el interés en la agricultura ha crecido, y el dinero está entrando, pero muchas causas de la crisis no están siendo tratadas. Por ejemplo, no hay iniciativas respecto a la especulación en los fondos y las Bolsas vinculadas a las materias primas. Tampoco se abre una discusión sobre los biofueles, que pueden influir en los precios de las tierras y que, en algunos casos, pueden impactar negativamente.
Para hacer frente a la crisis energética se quiere dar respuesta con el cultivo de los agrocarburantes en el mundo y particularmente en los países empobrecidos. En los próximos 50 años tendremos que cambiar de ciclo energético, pasando de la energía fósil, que es cada vez más rara a otras fuentes de energía. En el corto plazo es más fácil de utilizar lo que es inmediatamente rentable, es decir los agrocarburantes. Esta solución, al reducirse las posibilidades de inversión y al esperar ganancias rápidas, parece la más requerida a medida que se desarrolla la crisis financiera y económica.
Entre el 25 y el 30% de la demanda, a la solución de la crisis energética, se utilizarán centenares de millones de hectáreas de tierras cultivables para la producción de agroenergía en su mayor parte en el Sur, se expulsará de sus tierras al menos a 60 millones de campesinos. A su vez frente a la crisis hídrica que afecta el planeta la utilización del agua para producir etanol es irracional. En efecto, para obtener un litro de etanol, a partir del maíz, se utiliza entre 1.200 y 3.400 litros de agua. La caña de azúcar también necesita enormes cantidades de agua. La contaminación de los suelos y el agua llega a niveles hasta ahora nunca conocidos
El impacto de los agrocarburantes sobre la crisis alimentaria ha sido comprobado. No solamente su producción entra en conflicto con la producción de alimentos sino que también ha sido un elemento importante de la especulación sobre la producción alimentaria de los años 2007 y 2008. Un informe del Banco mundial afirma que en dos años, el 85% del aumento de los precios de los alimentos que precipitó a mas de 100 millones de personas por debajo de la línea de pobreza (lo que significa hambre), fue influenciado por el desarrollo de la agroenergía.
Los acuerdos de las compras o arrendamientos se hacen con frecuencia de espaldas a la población local, que con frecuencia carece de voz para denunciar los abusos y de medios para asegurarse de que las empresas o países compradores cumplen lo estipulado en los contratos, señala Sonja Vermeulen, del IIED, un organismo de investigación radicado en Londres. Aunque algunas operaciones han llegado a la opinión pública a través de los medios de comunicación, detalles como la extensión de las tierras afectadas o el dinero La directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA) Josette Sheeran lo calificó de desastre y recalcó que con menos del 1% de los que los países enriquecidos han gastado en salvar los sistemas financieros, se podría acabar con el hambre. De esto se saca una conclusión NO HAY VOLUNTAD POLITICA PARA ACABAR CON EL HAMBRE.
pagado por ellas son con frecuencia muy difusos. Pero en opinión de Vermeulen, el mayor peligro para los habitantes de las zonas afectadas es que éstos pueden acabar perdiendo sus tierras y el acceso al agua. Las pérdidas pueden ser enormes, especialmente en aquellas comunidades en las que el producto agrícola en especie es la base de la economía, señala la experta. En muchas ocasiones, los países compradores no tienen en cuenta el impacto de la agricultura extensiva en el medio ambiente o en las tradiciones locales.
EL HAMBRE ES UN NEGOCIO.