Despilfarro pseudo-humanitario en Afganistán: el 40% de la ayuda son gastos de ‘asesoría’

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Ya lo decía Caritas en el 2005: un asesor pagado por ONGs y gobiernos cobraba como 150 maestros locales; ahora un informe denuncia el derroche.

Afganistán no levanta cabeza. Y hay al menos dos razones importantes para ello: no se ha entregado la ayuda prometida para reconstruir el país; y además, la que se ha entregado, se malgasta: hasta el 40% se pierde en asesores occidentales que cobran hasta 1.000 dólares al día por «aconsejar» o «entrenar» instituciones gubernamentales.

Según el Informe ACBAR, la alianza de organizaciones internacionales de cooperación que trabajan en Afganistán, los países occidentales deben 10.000 millones de dólares de los que se comprometieron a entregar en el 2001. En aquel año, se prometieron 25.000 millones de dólares: sólo se han distribuido 15.000 millones.

España es uno de los países que prometió y no cumplió: bajo el Gobierno Aznar prometió 63 millones de dólares. Siete años después, incluyendo 4 años de «alianza de las civilizaciones» de gobierno Zapatero, sólo ha distribuido 26 millones.

Por supuesto, el mayor moroso es quien más prometió: Estados Unidos. Entre el 2002 y el 2008, EEUU entregó sólo la mitad de los  10.400 millones a los que se comprometieron. La Comisión Europea y Alemania han repartido menos de dos terceras partes de los 1.700 millones y 1.200 millones a los que se comprometieron. Y el Banco Mundial ha distribuido algo más de la mitad de sus 1.600 millones comprometidos. el Reino Unido: se comprometió con 1.450 millones de dólares y ha distribuido 1.300.

La población local y los occidentales ostentosos

Una ayuda mal dosificada no sólo es un despilfarro, sino que distorsiona toda la sociedad y economía del país. En el 2005, Mario Ragazzi, representante de Caritas Italia en Kabul, denunciaba en AsiaNews.it que los despilfarros creaban frustración y resentimiento en la población local: Occidente hacía promesas, la gente de la calle no veía resultados, pero sí veían algunos occidentales trabajando en «agencias humanitarias» viviendo con lujos y haciendo ostentación de sueldos desorbitados.

Mario Ragazzi explicaba ya entonces que los «consultores privados» (contratados por Occidente -gobiernos, bancos para el desarrollo- para «asesorar» al nuevo gobierno y reconstruir el país) cobraban hasta 1.000 euros al día, «el equivalente a 150 maestros afganos».

También el padre Giusseppe Moretti, veterano de décadas en Afganistán y el «superior» de la Iglesia católica en el país (al no haber obispo, él es desde 2002 el superior de la «missio sui iuris» en el país) denunciaba el despilfarro ostentoso: «los supermercados llenos de bienes, coches de 50.000 dólares y las fiestas privadas [de los occidentales] generan una envidia peligrosa en la población local, que quieren lo mismo y sólo pueden conseguirlo sumándose al crimen organizado», explicaba. «Hay un frenesí alocado por el dinero; si antes los niños te pedían un bolígrafo ahora te piden un dólar; está creciendo el abismo entre los que tienen y los que no».

El 40% de la ayuda, vuelve a los donantes

Según el informe ACBAR, el 40% del dinero «para reconstruir el país» vuelve a los países donantes vía beneficios corporativos, sueldos de consultores y otros gastos. Además, los precios del país suben. Y más cuando hay dinero occidental por medio. La carretera entre el centro de Kabul y el aeropuerto internacional costó a Estados Unidos más de 2,3 millones de dólares, cuatro veces más de lo que debería haber costado según los precios medios afganos.

«Los donantes no han podido cumplir con sus promesas. Se está perdiendo gran parte de la ayuda que proviene de los países ricos, resulta ineficaz y está descoordinada, » ha declarado el autor del informe, Matt Waldman, consejero en incidencia política de Oxfam Internacional (Intermón Oxfam en España).

Cada día las entidades donantes gastan 7 millones de dólares en ayudas humanitarias a Afganistán. Parece una cantidad digna, hasta que se compara con los 100 millones de dólares diarios que gasta EEUU en sus operaciones militares en el país, según Waldman.

Las recomendaciones principales de ACBAR son:

–        Incrementar el volumen de la ayuda, particularmente en las áreas rurales
–        Asegurar la transparencia por parte de los donantes y mejores flujos de información con el gobierno afgano
–        Mejorar los instrumentos de evaluación del impacto, la eficacia y la importancia de la ayuda
–        La constitución de una comisión independiente en efectividad de la ayuda que monitorice la actuación de los donantes
–        Una coordinación efectiva entre los donantes y el gobierno afgano.

El papel de la Iglesia católica

La Iglesia católica en Afganistán es diminuta: a la capilla en la embajada italiana en Kabul van, como máximo, unas cien personas en la misa dominical, todas ellas extranjeras. Pero la presencia humanitaria católica en este país de evangelización improbable es altísima.
Desde 2005, tres Misioneras Dominicas de Santa Catalina trabajan con niños con minusvalía mental. Vestidas «de civil», son el núcleo de la «Asociación por los Niños de Kabul». Enseñan a los padres y familias a cuidar a estos niños. Una de ellas es polaca, otras dos son paquistaníes. Llegaron allí siguiendo un llamado de Juan Pablo II en el que pedía ayudar a los niños de Afganistán.

El Servicio Jesuita para los Refugiados abrió una escuela técnica en la ciudad de Herat. Costó 146.000 dólares (de donantes de Austria, Alemania y Suiza) y tiene 500 estudiantes, incluyendo 120 chicas. También llegaron hace pocos años las Misioneras de la Caridad, que decidieron vestir sus tradicionales hábitos blancos y azules, y han visto que eran respetadas por la población. Desde hace más de 50 años están trabajando en el país -en todo tipo de circunstancias- las Hermanitas de Jesús. También están presentes las Franciscanas Misioneras de María.

En un país donde la evangelización directa es complicada (por decirlo suavemente) estas órdenes dan testimonio servicio a los pobres, mediante la educación y la asistencia. También trabajan en el país Caritas Internationalis (coordinando desde su sede en Roma), junto con sus agencias hermanas Trociare (la Caritas irlandesa), Cordaid (la Caritas holandesa), Caritas Alemania y el equivalente norteamericano, Catholic Relief Service (CRS). Mediante CRS los católicos norteamericanos desarrollan proyectos humanitarios en el país por valor de 6,5 millones de dólares.

ONGs como la canadiense «Development and Peace«, que denuncia el despilfarro de las grandes agencias internacionales y su desprecio al trabajo con los líderes locales, prefieren trabajar con las agencias católicas -entre otras- por su implantación sobre el terreno y capacidad para crear equipos de trabajo eficaces y perdurables. Así, parte de los 2,1 millones de dólares canadienses que esta entidad ha invertido en Afganistán ha sido en colaboración directa con las entidades católicas: Caritas Austria, Caritas Alemania, Caritas Pakistán, CRS–Afghanistan, Cordaid y la International Catholic Migration Commission.