DOCUMENTO HISTORICO de MUJERES ESPAÑOLAS CONTRA la GUERRA

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Presentamos un documento histórico, facilitado por Juan Agustín Franco, donde mujeres españolas se oponen a la guerra . Ya entonces, en 1870, clamaban: «No, mil veces no. La mujer en la naturaleza no es agente de muerte, sino de vida». Hermanas todas, opongámonos a la GUERRA, protestemos por todas partes y sin desperdiciar medio, no consintamos en ser cómplices de esa OBRA DE LOS REYES. Evitemos con todas nuestras fuerzas esa guerra de hoy que no es sino la DESHONRA DE NUESTRO SIGLO. Ved cómo los gobiernos despóticos de la tierra, bajo el pretexto de las nacionalidades, obtienen con nuestros hijos y esposos, ejércitos, con los que satisfacen su voracidad, dejándonos salvajemente, a la vertiginosa acción de las ametralladoras, huérfanas o viudas, en la indigencia o sin vida.…(ANARQUISMO Y SINDICALISMO EN ESPAÑA. LA PRIMERA INTERNACIONAL (1864-1881). Josep Termes. Ediciones Ariel. Barcelona, 1972. Páginas 437-439).
PROTESTA CONTRA LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA.

A LAS MUJERES DE FRANCIA Y PRUSIA. (La Federación, 14-8-1870)

Somos mujeres españolas y hermanas vuestras.

Hermanas, como vosotras lo sois naturalmente unas de otras toda, somos hermanas de cada una de vosotras, que hoy, en momentos de una sangrienta enemistad de nación a nación propia de pasadas y lamentables edades, nos dirigimos a todas vosotras sin excepción, para que os apercibáis del abismo que se abre ante vosotras y al cual podéis atraer las demás naciones, la sociedad toda.

Queridas hermanas nuestras:

Hoy la guerra y la matanza es la deshonra humana. Hoy la guerra es la retrogradación, es el desprecio y el escarnio de todo cuanto de ilustre y sabio en hombres y mujeres distingue en todas las naciones la regeneradora época presente.

¡Hoy día no debe ser posible tal retroceso! ¿Para qué la razón y la moral hubieran adquirido tanto poder? ¿Para qué la mujer desarrollaría sus sublimes facultades y recobraría su dignidad?

Las mujeres heroicas de ayer, lucharon por lo que creían ser verdad pero… la verdad de ayer, hoy es reconocidamente el absurdo, la sinrazón, la injusticia.

¡Ayer la mujer era esclava. Sumisa e ignorante, no era culpable de tanta inhumanidad, mas hoy día la mujer tiene amigablemente a su lado, al dueño de la sociedad, tiene en sus manos el modo de ser y obrar del hombre. Hoy es cuando la mujer tiene el deber de ser en un todo humana, hoy no es como antes esclava y debe obrar según sus sentimientos de mujer, debe ser heroica contra la guerra.

El marido, el hijo, el hermano no deben abandonar a la mujer, porque la vida, la paz, la regeneración están en ella, y ella, representante y mantenedora de los más puros sentimientos humanos, habrá de reconocer en los que la abandonan para ir a la guerra, no un hermano, un hijo, un esposo, sólo un ciego y vil instrumento de poderosos asesinos que forzosamente han de desaparecer.

La mujer de hoy no es ya ignorante y fanática como la de ayer. Por esto no es esclava sino amiga del hombre; mira la hombre de todo país como a hermano y no le impulsa ciegamente a la muerte sino que le atrae a la vida, a la paz social, al progreso y bienestar de todos.

La mujer de hoy, no fanática, no ignorante, no ser-vil como la de antes, sabe bien que al impulsar al hombre a la guerra da ejemplo a otra mujer que aunque distante, que aun siendo natural de otro país es verdaderamente hermana suya, le da ejemplo para que sea a su vez ciegamente fratricida o parricida.

No, mil veces no. La mujer en la naturaleza no es agente de muerte, sino de vida. No debemos perder al hombre sino salvarle. No debemos, cual la mitológica Eva engañarle, sino hacerle volver en sí cuando está a punto de ser víctima y hoy va a ser víctima de los vampiros de la sociedad, de las fieras coronadas.

Por otra parte, hermanas de Francia y Prusia, ved que no es justo, que no es moral, que no es humano –siendo el hombre parte de nuestras entrañas- que él defienda la muerte y nosotras no: si la causa interesa verdaderamente a la humanidad, nosotras debemos a la par de él, luchar; debiéramos ir en busca de las mujeres del territorio que la ambición monárquica o imperial ha mantenido en enemistad y debiéramos entre-matarnos. No importa que llevemos fruto viviente en nuestras entrañas. Así se hace cuando la guerra adelanta, así se ha hecho, esto invocaban los jefes de las devastadoras tropas de César cuando el paso del Rubicón, esto lógicamente debiéramos hacer.

Pero no, afortunadamente hoy no estamos, no debemos estar bajo el despotismo militar de César alguno, hoy la humanidad no ha de sufrir, para que unos cuantos privilegiados triunfen y gocen, hoy no estamos en aquella era que desconocían la RAZÓN. Hoy apreciamos la MORAL, estimamos la JUSTICIA y queremos la VERDAD, obramos según el sentimiento regenerador internacional. Hoy no debemos consentir césares.

Esto es lo que interesa al mundo todo y para esto sí que debemos acudir todos, sin exceptuar las mujeres. Pero si estamos todos, si convenimos todos en no sufrir déspotas que nos lleven a la muerte, que nos subyuguen, no necesitamos ametralladoras.

Las mujeres somos, en conjunto, la madre de la sociedad. ¿Cómo hemos de consentir que nuestros hijos se maten? ¿Hemos de mirar impasiblemente el fratricidio?

Nosotras podemos y debemos oponernos a que los hombres tomen las armas. Nosotras podemos y debemos evitar las guerras.

Nosotras somos las primeras en infundir en la conciencia del hombre estos u otros sentimientos, nosotras influimos directamente en los hombres. Nosotras somos pues culpables si hay más guerras, somos responsables, seremos criminales.

La religiosidad que nos infundieron por una falsa fe nos ha hecho ser inhumanas, nos ha hecho obrar contra nuestros naturales sentimientos, hoy que conocemos mejor la naturaleza, que nos conocemos más a nosotras mismas y que tenemos derecho a dejar sentir la elocuencia de nuestra razón y sensibilidad, hoy que la ciencia está por todas partes protestando contras las absurdas revelaciones que nos retenían en nombre de religión bajo un manto de estupidez, víctimas siempre del despotismo en sus mil redes, hoy las mujeres debemos volver por nuestra dignidad, debemos obrar según quienes somos, debemos obrar como hijas, como esposas, como madres; debemos mantener la paz sobre la tierra, y debemos reconocer quiénes son los déspotas que a la humanidad asesinan, y lejos de ser cómplices de su siniestro y monstruoso intento, debemos obtener reducirles a la impotencia, haciendo que nuestros hijos les dejen aislados y por consiguiente destruidos.

Hermanas prusianas, hermanas francesas:

Ved cómo los gobiernos despóticos de la tierra, bajo el pretexto de las nacionalidades, obtienen con nuestros hijos y esposos, ejércitos, con los que satisfacen su voracidad, dejándonos salvajemente, a la vertiginosa acción de las ametralladoras, huérfanas o viudas, en la indigencia o sin vida.

Ved cómo para servir a un rey, para satisfacer la ambición y capricho de un tirano no sólo nos arrebatan nuestro apoyo y nuestra vida, nos privan de los seres más queridos, sino que viene además la desoladora exacción de impuestos a aniquilar el hogar falto de fuerza y consuelo.

Hermanas todas, opongámonos a la GUERRA, protestemos por todas partes y sin desperdiciar medio, no consintamos en ser cómplices de esa OBRA DE LOS REYES. Evitemos con todas nuestras fuerzas esa guerra de hoy que no es sino la DESHONRA DE NUESTRO SIGLO.

Si dejamos con nuestra indiferencia que la guerra se enseñoree en nuestros tiempos, consentimos. ¡Oh, vergüenza! que nuestros hijos no nos bendigan.

¡Madres e hijas de Francia, Prusia y demás países: queridas hermanas! ¡A la obra todas sin cejar, no más guerras!

La aridez de los campos. Los abandonados trabajos, la desolación del hogar llama a los que corren a una muerte culpable y cierta. Trabajemos todas para que cese la guerra. Obremos todas a favor de la paz, y la paz será.

Barcelona, 7 de agosto de 1870. Josefa Marsal Anglora. María Pineda. Eufemia Marsal. Clemencia Puig Espinal. Tadea Espinal. Teresa Buttini. Adelina Estivill. Petronila Pellicer. Consuelo Oliveras. Paula Dalmau Bofill. Baudilia Pi. Dolores Santos. Manuela Pucherbé. Luisa Mustich. Engracia Santos. Siguen muchas firmas.


(ANARQUISMO Y SINDICALISMO EN ESPAÑA. LA PRIMERA INTERNACIONAL (1864-1881). Josep Termes. Ediciones Ariel. Barcelona, 1972. Páginas 437-439)